Cinco (✔️)

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Una pequeña revelación

Casper

La sabelotodo gritaba.

Y gritaba.

Y seguía gritando.

No había forma de callarla y Philip ya me había abandonado hace media hora atrás. A decir verdad, no sabía con exactitud como me encontraba tan tranquilo pero ciertamente lo estaba.

―Dios, ¿acaso es tan malo haberte casado conmigo? ¡Por Dios mujer! ¡Te juro que no soy una mala persona! ―exclamé ya por completo harto de la escena que ella haciendo.

¿Por qué estaba tan molesta al respecto?

No la podía comprender del todo, ¿acaso no es el sueño frustrado de cada adolescente casarse con una estrella del rock?

Por mi lado siempre he fantaseado Britney.

Al menos hasta que la conocí y me di cuenta que está tan loca como cualquier otra mujer.

―Eres un drogadicto y eso todos lo saben, ―aseguró imperativa.

Quise reír.

Hablar con esta chica era como hablar con Lele, igual de inútil cuando se le mete una idea a la cabeza, con la única excepción del hecho de que verla molesta me parecía absolutamente sexy.

―Eres una mojigata, ―se me ocurrió decir con mofa.

Mal juego de palabras, Casper.

Pudiste hacerlo mucho mejor, me regañe automáticamente.

― ¿Y si lo fuera qué? ―cuestionó llenándome de curiosidad.

¿Una stripper virgen?

Eso era nuevo y muy poco probable.

¿Quién sabe?

―No soy un drogadicto, ―comenté para cambiar de tema. ―El medio tiende a exagerar cuando las captan, eso es todo. Admito que he tomado un par de malas decisiones. ―Incluyendo esta. ―Pero todo tiene un origen y un fin.

―Esa es la excusa que un drogadicto daría, ―aseguró con los brazos cruzados.

―Soy un adicto a la vida con todos sus altos y bajos, ―admití cansado. ―Ahora dame una respuesta, ¿vienes conmigo o no?

― ¡Fingiría estar en coma antes de irme contigo a cualquier lugar, orangután! ―exclamó colmando mi paciencia.

―Bien, entonces será por las malas, ―indiqué al segundo que me acerqué a la puerta y la abrí con un movimiento. ―Vete. Haz lo que quieras. Desaparece si así lo deseas, porque en menos de diez minutos mis hermanos los gorilas te traerán de vuelta y el ciclo continuará hasta que aceptes venir conmigo, ―murmuré fulminándola con la mirada.

Ella hizo caso omiso a mi advertencia y salió corriendo.

Rodé los ojos y le marqué a Philip.

―Fitzgerald, ―comenté apenas mi británico favorito contesto la llamada. ―La señora Queens acaba de huir, ¿puedes hacer que tus goril... Guardaespaldas la atrapen?

―De acuerdo, estarán a tu servicio, ―fue lo único que respondió antes de colgarme.

Sútil.

Decisiones IncorregiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora