Día 3: Futuro

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Para efectos del fic, Yuri tiene 28 años y Otabek 31; se hicieron novios cuando Yuri tenía 17 y se fueron a vivir juntos tres años después.

El nombre de la niña lo tomé del fanart de la hija Otayurio, hecho por @gittana ​ y aquí (http://gittana.tumblr.com/post/154447985985/oturi-lovechildren-from-the-lovechild-au-yes-i)   pueden encontrar dicho art.

El bonus es una escena que tenía en mente y no supe como desarrollar, así que opté por describir su vida de pareja y dejar esa escena como un retrato para el final.


Aquellas manitas mucho más pequeñas que las de ellos se las ingeniaron para subir a la cama de sus padres junto a su inseparable oso de peluche que papá Otabek le había regalado. Se quedó a los pies de ambos con el ceño infantil levemente fruncido en un gesto aprendido de papá Yuri. No era que no le gustara cuando sus papás dormían abrazados como en ese momento, es sólo que dificultaban su tarea de colarse en medio para dormir otro poco. La cama de ellos era más calientita y acogedora.

Sus pequeñas rodillas avanzaron sin piedad, moliendo las piernas enlazadas y empujándolos con sus manitas hasta llegar a ellos y obligarlos a separarse para quedar en medio. Definitivamente se estaba mucho más cálido ahí.

Yuri y Otabek tenían ocho años viviendo juntos en ese departamento en Viena. Cuando decidieron hacer una vida juntos pensaron en mil opciones, lamentablemente ninguno de sus países de origen era opción, así como tampoco lo era irse tan lejos de su hogar. Su primera opción fue ir a Canadá, pero Yuri seguía sin llevarse bien con Jean a pesar del tiempo y la madurez que cada uno había adquirido, así que no era opción. Y que su patinador estrella entrenara en Estados Unidos no le haría gracia a la federación deportiva, y en Asia el dominio lo tenían Viktor y Yuuri, así que el único escenario posible era Europa, porque no estaba dispuesto a morir de malaria o alguna enfermedad extraña en una isla lejana del pacífico.

Llegaron ahí luego de que Yakov anunciara su merecido retiro, Yuri tenía que buscar un entrenador nuevo y ello le dio la oportunidad de cambiar de aires junto a Otabek que había considerado también cambiar de entrenador. Era una oportunidad única de comenzar su vida juntos luego de tres tortuosos años de relación a larga distancia.

Ahí en Austria hicieron su vida, compartían el entrenador y competían hombro a hombro, apoyándose mutuamente en cada paso. Construyendo su futuro con mucho amor y dedicación mutua. Otabek compitió hasta los 27 años, retirándose con varias medallas de oro para su país en su haber, había logrado lo que tanto quería, poner en alto el nombre de su país y que reconocieran Kazajistán por sus logros, esa era la realización profesional que deseaba, no quería más en la vida que pasar el tiempo junto a su pareja, y formar una familia...

Claro que la idea al principio sonaba descabellada, Yuri pretendía ser la voz de la conciencia que le recordaba que antes que cualquier cosa no sería posible tener un hijo de ambos, luego sumó sus mil preocupaciones sobre cómo educar a un niño o cuidar de él correctamente. Otabek lo escuchó hasta que, al fin, el rubio se quedó sin argumentos y logró convencerlo de que merecían darse la oportunidad. Con su retiro, él podría cuidar de su hijo y apoyarían a Yuri el tiempo restante de su carrera.

Así emprendieron una ardua investigación sobre sus posibilidades para completar su sueño, a primeras luces sólo había dos vías: la adopción o el alquiler de un vientre. Y ya que iban a ser padres, se haría al modo Plisetsky. Así que adoptaron una bebé polaca, cuya madre decidió darla en adopción para que no se criara en el mismo ambiente que ella. La pareja de patinadores asumió la responsabilidad sin problemas, prometiendo que siempre le darían lo mejor a su hija. Así fue que una mañana de julio Arina llegó a sus vidas para iluminarla por completo.

Otabek y Yuri aprendieron a preparar biberones y cambiar pañales, a preocuparse por una fiebre que no cedía y a despertar por las noches al mínimo ruido. Todo un mundo recién descubierto. Beka se ocupaba de su hija mientras Yuri entrenaba, algunas veces lo acompañaban a los entrenamientos matando de ternura a sus compañeros, y otras, cuando era posible lo acompañaban a las competencias, un ritmo al que aunque les costó acostumbrarse, lo lograron; hasta el retiro de Yuri esa temporada. Ya tenía la pared repleta de medallas y había otras cosas importantes en las cuales debía enfocarse, como disfrutar de su familia.

Poco a poco el rubio fue abriendo los ojos a escuchar las risas de hija que se retorcía sobre la cama gracias a las cosquillas que Otabek hacía en sus costillas y pancita. Odiaba despertar temprano, pero el buen humor apareció. No podía haber nada mejor que eso.

Bonus:

Estaba sentadita en su silla, meneando los piecitos que colgaban en el aire mientras esperaba junto a papá Yuri que papá Otabek terminara de preparar el desayuno.

Sus labios se fruncieron al ver su espalda, papi Otabek solía dormir sólo con pantalones de franela, mientras papi Yuri dormía con playeras enromes que cubrían la mitad de sus muslos. No le parecía extraño hasta que vio aquellas marcas rojizas en la piel morena de su papá.

— Papi ¿Qué te pasó en la espalda?

La vocecita de la menor fue lo único que irrumpió el silencio matutino en el comedor pegado a la cocina. Después de un momento de silencio estuvo tentada a preguntar de nuevo cuando papá Yuri, con una sonrisa le pellizcaba la nariz a modo de juego.

Papá Otabek no se había movido de su lugar en la estufa.

— Resulta que mientras estuviste de viaje en Japón con los abuelos, tu papá se peleó con un feroz tigre. – aquella había sido la forma más ingeniosa de salir del embrollo, y no era del todo mentira. Agradecía que su hija fuera lo suficientemente pequeña como para creer todo lo que decía y no notar la diversión en su sonrisa y su voz.


Otayuri weekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora