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Presentación

Tras mi reunión con el pirata más fuerte del mundo regresé a mí barco y me hice en la búsqueda de ese tal Ace. Después de recolectar suficiente información llegué a mi destino, una pequeña isla reconocida por su vino, Ilbertown. Ancle en una de sus ciudades y lo primero que hice al pisar tierra fue ir a un bar pues estaba deseando probar el vino por el que el país era tan reconocido.
Cuando abrí la puerta me encontré con un montón de hombres y, como siempre, todos eran igual de repugnantes y depravados. Me abrí paso hasta la barra ignorando aquellos comentarios obscenos que habían empezado a inundar el lugar desde el momento que entré. Una mesera tomó mi orden y esperé pacientemente, pero después de un par de segundos sentí la presencia de dos hombres detrás de mí.

—¿Qué hace una mujer tan hermosa como tú en un bar como éste? —Escuché que exclamó uno.

El otro tomó un mechón de mi cabello y dijo —Probablemente está buscando a alguien que le haga compañía. —Ambos hombres rieron y el último en hablar acercó su repugnante rostro a mí oído— Vamos dulzura, no hace falta que te hagas la difícil.

—Les agradecería que no me molestaran. —Dije— Sólo estoy buscando a alguien en específico y esa persona no es ninguno de ustedes. Retírense.

Tras mi rechazo los demás hombres del bar comenzaron a reír y a burlarse de los idiotas detrás mío. La mesera regresó con mi pedido sin embargo mi copa fue arrebatada por uno de los hombres quiénes al parecer siguieron sin rendirse y quisieron seguir jugando.

—Te daremos cinco minutos, si después de ese lapso de tiempo tu Romeo no aparece, vendrás con nosotros, ¿qué te parece el trato? —Se que su compañero se tomó mi copa pues escuché el ligero sonido del líquido resbalar por su cuello y caer al piso.

Apreté mis dientes por el enfado que esos hombres empezaron a provocarme. Abrí la boca para rechazarlos de nuevo, sin embargo no pude articular palabra alguna puesto que alguien más me había ganado.

—Me parece que la señorita les ha dicho que se retiren. Si no quieren problemas háganlo. —Volteé el rostro y sentado a un lado mío encontré al dueño de dichas palabras, me era familiar, pero las ropas negras no me permitían distinguir mucho.

—¿Ah sí? ¿Y qué puede hacer un simple mocoso como tú contra nosotros?

—La guardería está del otro lado de la ciudad. —Agregó el otro con burla, a lo que todo el bar estalló en carcajadas.

Me cansé de la situación así que me levanté de mi lugar y avancé hasta la salida. Pero alguien me tomó con fuerza del brazo y me obligó a detenerme.

—Creo haberte dicho que tú venías con nosotros, linda. —El tono de voz tan repugnante con el que habló y el hecho de que se atreviera a poner una de sus asquerosas manos en mí me hizo enfurecer a niveles insospechados. Usando mi habilidad una de las espadas que tenía atadas a su cadera flotó en el aire y se clavó con violencia en su estómago, el puerco cayó al suelo y se retorció con dolor mientras me maldecía. El efecto que esto provocó fue que todos los hombres en el bar apuntaron sus pistolas y espadas a mí. Analicé la situación con precisión sin embargo antes de darme cuenta una gran manta de fuego se alzó por el lugar. Los quejidos y gritos se hicieron presentes, pero antes de que esos hombres pudieran defenderse el muchacho de ropas negras me tomó el brazo y ambos escapamos del bar en llamas.

—Oye, no hacía falta que te enfrentaras a esos hombres. —Dije una vez que estuvimos a salvo en el callejón de una calle.

—Losé, pero hace un largo tiempo aprendí a tener modales y sé que cuando una mujer está siendo acosada hay que intervenir. —El muchacho tomó asiento en unas cajas que estaban en el suelo. No pude ver su rostro debido al sombrero que llevaba en la cabeza.

—¿Así que tus modales son pelear con gente? Vaya, quién lo diría. Además no soy una damisela en apuros. Con o sin tu ayuda podría habérmelas arreglado sola. —Respondí orgullosa.

—¿Tan difícil es decir gracias? Las mujeres como tú me desagradan. Son malagradecidas y groseras.

—Pues perdóname por no ser lo que esperabas, extraño. —Le di la espalda y miré con fastidio a la pared.

—¿Extraño? Cierto, no me he presentado. –Después de esas palabras pude ver por el rabillo del ojo que se levantó de las cajas y me tendió una mano— Soy Ace, Portgas D. Ace.

—¿¡Qué has dicho!? —Me giré al instante al escucharlo y para mi sorpresa, tenía razón, pues se había quitado el sombrero y ahora podía ver con claridad su rostro. Definitivamente era el, ya que su rostro coincidía con la imagen de la recompensa.

—Que me llamo Portgas D. Ace. —Repitió.

Me quedé callada unos cuantos segundos, en los que pensé muy bien en las palabras que diría a continuación.

—Yo soy Shameless D. Agnes. —Me presenté.

—¿D?

—Tu eres la persona a la que he estado buscando. —Dije ignorando su pregunta.

—Espera, ¿qué? —Se rió y volvió a colocarse el sombrero para después poner ambas manos en sus caderas— ¿A mí, por qué?

—Hace unos días tuve una conversación con Barbablanca, me pidió que te ayudara con tu búsqueda. —Ante mis palabras, Ace comenzó a reírse por lo que lo miré con una ceja arqueada.

—Disculpa pero no necesito tu ayuda. —Dijo una vez que su risa cesó— Ahora, si no te importa, tengo asuntos pendientes.

Rodé los ojos y comencé a seguirlo cuando empezó a caminar. —Al parecer la idea no te agrada, pero siento decirte que no me importa en absoluto, ayudarte es ahora mi trabajo.

—Ese viejo, ¿quién le dijo que necesitaba ayuda? —Murmuró más para sí mismo que para mí.

—Supongo que estás en Ilbertown por que te enteraste que Barbanegra pasó por aquí. —Deduje mientras caminaba detrás de él aunque cuando terminé de hablar se detuvo abruptamente.

—Oye, no quiero ser grosero, pero de verdad que no necesito ayuda. Si lo que quieres es dinero, aquí tienes, ahora eres libre de marcharte. —Tomó una de mis manos y puso sobre ella una bolsa con monedas dentro. Ante esto arrugué la nariz y me quedé viendo la bolsa. Cuando lo vi alejarse la lancé golpeándole la espalda.

—Escúchame bien Portgas, a partir de hoy somos aliados quieras o no y nada de lo que digas o hagas me hará marcharme ¿escuchaste? Te demostraré que con mi ayuda lograrás más de lo que tu cabezota no puede hacer. —Exclamé con enojo. Lo vi voltearse y sonreírme, después se dio la vuelta y siguió su camino.

Una misión en dúo. <<AcexPersonaje>>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora