Capítulo 4

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" No hay como la música,
Un arte que jamás se olvida."

He vuelto a mi empresa con una invitación en la mano para la gran fiesta de mañana.

Era de máscaras..

Hace siglos que no voy a una tertulia como esa, desde el día negro.

— (suspiro profundo) —

Pero eso, es una larga historia que no quiero narrar.

Pasé por el pasillo decorado perfectamente a mi gusto, el cual se encontraba como el cuarto de la princesa Fiona, en el último piso de la gran inmensa torre de ladrillos y custodiada por lo que se podría asemejar a un dragón, las eficaces cámaras de vigilancia que tenían la mismísima visión de un dragón; este mismo tiene un estilo victoriano combinado con el siglo 21, todo ahí era perfecto, todo milimétricamente organizado.

Saludé a mi secretaria Carmen. Ella hizo lo mismo, me informó de la reunión con los inversores y las demás actividades de mi apretada agenda.

Suelo ser algo.. Estrafalaria con el orden y la prolijidad. Tengo un gusto único, lo sé.

Entré a mi oficina y me senté detrás del escritorio. El gran ventanal detrás de mí me daba una grandiosa vista de la enorme ciudad.

(.....)

Todo el día me la pasé trabajo; haciendo una conferencia por Skype con algunos inversionistas,etc. Nada fuera de lo aburridamente cotidiano.

Cuando llego la hora del almuerzo cogí un control remoto que estaba guardado en un compartimento secreto en mi escritorio, apreté un botón y mi pequeña biblioteca se dividió en dos y pude ver una mini nevera con mi comida especial lista y fresca.

Terminé con mis asuntos pendientes que dejé y ya eran las 3 de la madrugada, los empleados de la noche uno por uno se iban llegando, tenía bien controlada esa situación.

Agarré mis cosa y me fuí a casa. Baje al estacionamiento sin prisa, Reinaldo ya me esperaba como siempre dentro del coche. Tocó un botón y la puerta izquierda de atrás se abrió, entré y él la cerró con otro botón y colocó el seguro como de costumbre.

— A casa Reinaldo.— me relajé en el afelpado asiento.

— Claro, como ordene ama.— él era de los vampiros chapados a la antigua, hace siglo le salve la vida y de gratitud se ofreció como sirviente y hasta hora lo ha sido.

Y le he llegado a coger cariño al pobre...

(...)

Llegamos rápido ya que la calle estaba desierta, a excepción de esos lugares XXX en donde la diversión solo empieza a esa hora.

Baje del auto y agarré las llaves de casa más que casa, mi enorme mansión que construí a lo largo de estos siglos. Entré.

Subí unas paralelas escaleras hasta el segundo piso, dí un giro a la izquierda y me metí en mis aposentos.

En la mesita de luz una botella de sangre, mi favorita y prendí la Tv.

Me acosté en mi cómoda cama mientras tomaba un poco de sangre añeja del siglo XV y a su vez miraba una serie por Netflix en la Tv.

Do not look me in the eyeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora