Capitulo 02

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Capitulo 2

Y la semana vuela como el agua entre los dedos y llega en menos de lo que me esperaba. Ni siquiera pude pegar un ojo en toda la noche. Esto es completamente notorio, mis ojos estan rodeados por unas enormes bolsas de color violeta y mis labios parecen haber perdido toda vida; estan completamente secos. Sara llega temprano en la mañana, casi dos horas antes, completamente emocionada.
-¿Qué-sucedió-contigo? -pregunta modulando cada palabra incrédula.
-Estoy jodidamente nerviosa, eso es lo que sucede. No he podido pegar ojo.
-_______, solo es como una consulta imagínate al dentista.
-Odio a los dentistas -contestó agarrando fuertemente la taza de café sin mirarla. Ella bufa sentándose frente a mi, con ambos brazos sobre la mesa.
-Buen punto -dice susurrando- pues imagínate que es, tu... bueno, cualquier médico, quien solamente te hará un simple chequeo, nada más.
-Eso es completamente incoherente. Primero que nada, él no es un médico, es una especie de psicólogo... ¡de sexo! - exclamó levantándome rápidamente, botando casi todo el café en la encimera- un sexólogo a quien tendré que contarle mi "problema" y luego se reíra de mi en cuanto me valla y quizá lo publique en algún libro que tenga pensado escribir, llamándole a este "Virgen a los veinticinco" una comedia erótica para que se diviertan con el estúpido caso de una joven que le tiene fobía a que los hombres la toquen -grito histérica tomándome el cabello con desesperación y con la respiración completamente agitada caminando de un lado para otro.
Sara me miraba entre asustada y divertida aún sentada en la barra de la cocina.
-Estas completamente loca, _____, él no hará eso, ¿no crees que tendría miles de libros con los "problemas" de todos sus pacientes? No eres la única chica que esta pisando los veintiséis y aun es virgen. Eso es algo normal.
-¿Conoces a alguna otra estúpida igual que yo?
-No -murmura- pero sé que en algún otro lado puede que haya, y hasta con más edad, no deberías porque ponerte así con un problema tan minúsculo como ese. Justin te ayudará a superar tu fobia. Así que no te pongas nerviosa y paranoica y ve por tu bolso que es hora de irnos.

El camino es un poquito largo. Suspire tranquilizándome y subí las escaleras a mi habitación para tomar mi bolso, un poco de perfume y arreglar un poco más las ojeras para que no fueran tan notorias. Sara tenía su auto ya y quizá que fuéramos ambas en el por miedo a que yo pudiera desviarme del camino y escaparme a otro lugar. Jodida puta que me conoce tan bien. Reí pensándolo y cerrando los ojos para poder descansar aunque sea un poco. El camino, como ella había dicho, era un poco largo y muy cansador. Quedaba a las afueras de California. Casi llegando a Nevada, apartado de la civilización (como Sara dijo). Sara sonrió estacionando y desabrochando su cinturón de seguridad y haciendo un gesto con la cabeza para que nos bajáramos. Los nervios que se habían ido hace unos minutos volvieron fuertemente. Mis manos comenzaron a sudar y tenía muchísimo frío. Al parecer, Sara se dio cuenta del problema y me tomo del brazo y comenzó a caminar más rápido hasta entrar completamente en la consulta del sexólogo. Un gran mesón de caoba estaba en la gran sala de espera. En ella, una secretaria rubia con una sonrisa algo fingida y muy mal pintada de un color rojo. Sara se acercó a ella sonriendo y le saludo alegremente mientras decía cantarina mi nombre.
-Pues, ponganse cómodas allí. El doctor Bieber esta aún dentro con un paciente
-¿La conoces?
-¿Recuerdas que he venido ya?
-Claro, al parece muchas más veces de lo requerido.
-Se me había olvidado que aún no vez al doctor -murmuró con una sonrisa picarona.
-¿Cómo es eso... de doctor? -pregunté ignorando completamente su tono de voz y sonrisa. Ella rodó los ojos y se acomodó en el blanco sillón para mirarme.
-A los psicólogos también se les dice así, es algo normal. ¿Por qué no decirle a él también así?
-¿Por qué él no es un psicólogo normal?
-Si lo es, _______, es solo un psicólogo especializado en sexo. Al igual que un psicólogo especializado en parejas o en gente loca.
-Esos son los psíquiatras.
-Como sea. Debes llamarle doctor Bieber cuando quieras hacerle alguna consulta. Si es que vienes seguido y él te da la confianza, hasta le podrás llamar por su nombre.
-Estoy emocionada por eso -pronuncie sarcástica. Recostándome en el sillón. La puerta color blanca a un lado del mesón se abrió y de ella, salió un sexy muchacho de cabello color castaño. Unos maravillosos labios y para que decir, con un cuerpo de infarto. ¿El era un paciente?
-Él es.
-¿El doctor? -pregunte sorprendida.
-Si ¿a qué esta buenísimo? -susurro sonriendo. Mis nervios aumentaron a un más y pensé que me desmayaría en cualquier momento.
Su intensa mirada me hacia poner los pelos de punta. Él estaba sentado frente a mí mirándome fijamente con un pequeño cuadernillo en sus manos. Lo sabía, escribiría todo lo que yo le dijera y luego lo usaría para escribir un libro de la patética vida de una adulta que aun es virgen. Su labio se curvo en una pequeña sonrisa y se recostó sobre el sillón relajadamente aun observándome. ¿Era parte de una terapia mirarme todo el tiempo y ponerme jodidamente nerviosa? ¿En qué podría ayudarme aquello? Mis ojos recorrieron nerviosamente el cuarto del sexólogo. Llena de libros, con un color azul de fondo y un moderno escritorio en el centro con una pequeña pórtatil sobre ella. Un sillón color beige pequeño en el cual él estaba sentado. Y un gran ventanal de fondo daba una maravillosa vista de un bosque.
-Bueno, ____, ¿me dirás por qué estas aquí o te dedicarás a observar todo el alrededor como una niña curiosa? - preguntó llamando mi atención.
-Em... yo, si, es que, es algo, un poco... complicado.
-Por si te sirve, he oído miles de casos complicados, el tuyo sera solamente uno más.
-Es difícil para mi decirlo... tú no entiendes -gruñí, colocando mis manos sobre mis piernas cruzadas y mirando en otra dirección. Él suspiro inclinándose y mirándome fijamente.
-Por algo estás aquí, ¿no? Debes decírmelo...
-Yo, oh, Dios, ¿seguro qué tengo que decírtelo? -pregunté totalmente ruborizada. Una pequeña risa se escapó de sus labios mientras dejaba el cuadernillo en la pequeña mesa a su lado.
-No soy adivino, obviamente debes decírmelo -repitió calmado y ella cerró los ojos fuertemente mientras se balanceaba una y otra vez en el pequeño sillón. Esto era más vergonzoso de lo que alguna vez había pensado. Sus dedos comenzaron a jugar nerviosamente unos con otros y de un momento a otro la habitación comenzó a sentirse calurosa. Sintió como la sangre subía hasta sus mejillas y pequeñas gotas de sudos bajaban por su frente. Él castaño la miraba divertido y eso no ayudaba de mucho. El miró su reloj de muñeca y luego a ella. Se estaba demorando más de lo que debía y entendía que él tenía otros "pacientes" por atender.
-Venga, nena, dime... muchas personas vienen aquí con problemas y los he ayudados, también puedo hacerlo contigo, pero debes decírmelo.
-Bueno, mira, el problema es el siguiente... -Justin asintió expectante. Y ella nuevamente se obligó a mirar a otra parte- Tengo algunos problema en la cama.
Él rió y ella solo rodó los ojos repitiendo en su cabeza la estúpida frase que había dicho. ¡Claro que tenía problemas en la cama! Por algo estaba allí, en la consulta de un sexólogo que según su amiga, le ayudaría con su fobia a que los hombres la tocaran.
-Vale, al menos comenzaste, ahora dime ¿qué clase de problemas? -preguntó, tomando el cuadernillo en sus manos junto a una pluma.
-¿Te importaría si te pido que no lo escribieras?
-¿Por qué? -preguntó confundido.
-Me pone aún más nerviosa -resignado, el sexólogo cerro el cuaderno dejándolo nuevamente a su lado y poniendo ambos codos en sus rodillas y enterrando su cara entre sus manos.
-Vamos, _____ ¿me dirás o no?
-Si, pero, dame un poco de tiempo.
-¿Más de lo qué te estoy dando en este momento? Hemos estado casi veinte minutos así, tu mirando a tu alrededor y yo sin saber que hacer -suspiré mientras sobaba mis sienes con mis dedos y me preparaba mentalmente para su humillación. El se pondría a reír como loco y yo... no sabría que hacer, solamente quedarme sentada allí hasta que él se tranquilizará y me dijera que tendría que hacer.
-El otro día fui con un chico a casa. Las cosas se pusieron calientes y terminamos en mi habitación -comencé-...yo estaba un poco pasada de copas y ni siquiera me di cuenta cuando ambos nos encontrábamos en ropa interior. Cuando él intento sacar mis bragas. Mi pie accidentalmente llegó a su cara.
-¿Lo golpeaste?
-Si -musité avergonzada.
-Muchas personas se golpean accidentalmente en la cama. Eso no es un problema.
-Tenerle miedo a que te toquen así, si lo es... -añadí bajando la cabeza, esperando su risa. Pero eso nunca sucedió.
-¿Eres virgen? -preguntó. Y yo lo miré sorprendida, ni siquiera lo había mencionado.


Soy virgen a los 25- Novela de Justin y Tu.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora