Y ATRÁS, EL DEBER
En el cielo, en el mar, entre las ciudades y casas, se oye el incesante sonido de las sirenas anunciando que la tierra volverá a arder con el fuego soviético. Y así lo aclaman los gritos de terror de hombres y mujeres. Las columnas de humo se elevan hacia el cielo y entre los ciudadanos sólo queda la desesperanza y el abandono. El hospital, que más es un campamento improvisado que recibe a los soldados heridos hasta hacerlos despertar de la inconsciencia del dolor para volver a enviarlos a la lucha, se llena hasta las masas.
Kyuhyun, desde su lugar, observa cómo es que dos soldados jóvenes arrastran a un coronel hasta las tiendas y le ruegan, con ojos llorosos y desolados, que por favor se olvide de los demás y atienda a ese hombre. Kyuhyun, suspirando pesadamente, entiende por qué ese hombre es prioridad, su uniforme lo delata así. Le pide a su compañero que se ocupe, y que, si lo necesita, él estará cerca.
Al acercarse, hace un gesto a los muchachos a que se retiren y se dedica a observar el cuerpo que, pesadamente, respira. La sangre le moja el uniforme como si lo hubieran regado con ella, y en sus brazos, las quemaduras son evidentes. Kyuhyun llama a dos enfermeras y les pide que lo ayuden a sentarlo para revisarle la espalda. Un poco más, y al coronel se le ven a simple vista las carnes vivas. Qué rudos pueden llegar a ser los soviéticos. Además, en su rodilla, hay una herida de bala. Kyuhyun se lamenta al pensar que, probablemente, no volverá a caminar normalmente. Al terminar de revisar sus heridas y notar que, en realidad, ninguna es de total gravedad, las enfermeras las limpian. De la rodilla debe encargarse kyuhyun.
—Coronel… Kim—Dice al leer su apellido bordado en el uniforme—tendrá que ser valiente, esto dolerá un poco.
El soldado no dice nada, naturalmente. Kyuhyun le hace beber, como puede, un poco de alcohol y le ubica un trozo de madera en la boca. —Muerda esto— le dice, y les hace un gesto al otro médico para que lo ayude a sujetar al coronel. Así, sin anestesia, se dispone a retirar la bala con un cuchillo, no hay tiempo que perder.
El coronel grita, se revuelve, patea al aire. El dolor es horrible. —¡Tranquilo, hombre! —Le dice leeteuk (el médico que lo ayuda), sujetándolo como puede. Kyuhyun finalmente retira la bala y el coronel cae rendido sobre la camilla, respirando agitadamente.
—Tendrá que quitarse esa ropa luego de que las enfermeras le venden las heridas—dice el médico, dejando la bala sobre una bandejita—. Su recuperación será rápida, en cuanto a su rodilla, se verá sobre la marcha.
Kim observa cómo el médico le dedica una última mirada no muy cargada de empatía ni mayor consideración, y vuelve a atender a los otros soldados.
.
Ya en un hospital, Kim hace lo posible por poder sentarse sobre una camilla por su propia cuenta. Aún está cubierto de vendas, y su rodilla duele. Así, sentado y mirando por la ventana la inmensa ciudad de Nagasaki, espera a que el médico llegue a revisarlo. Cuando aparece, Kim lo mira quedamente desde su lugar.
El médico lo revisa, observa que hace dos horas cambiaron sus vendas y le informa que está cicatrizando con rapidez. Kim no dice nada mientras siente los molesto ojos del médico sobre cada centímetro de su piel. Sin embargo, hay sólo una pregunta que le carcome por dentro, haciendo que su mente caiga, inevitablemente, en una ansiedad insoportable.
—¿Cuándo saldré de aquí? —Pregunta sin más. Kyuhyun lo observa, casi soltando una sonrisa burlesca.
—No lo sé con exactitud—Responde—. Aún es imposible que pueda hacerse curaciones usted solo. Además, su rodilla aún es tema para mí.
Kim chasquea la lengua, notoriamente molesto. Sólo quería volver a la guerra, él no servía para estar todo el día echado en una cama sin hacer nada.
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Y ATRÁS, EL DEBER (kyuwook)
ספרות חובביםLa voz gruesa, acostumbrada a dar órdenes, se apaga repentinamente, como una llama de fósforo. Su respiración se agita y, en su pecho, crece una tristeza que él interpreta como impotencia. ¿Qué será de él sin servir al emperador? ¿Qué pasará con el...