Capítulo 2

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Diario
La pequeña Ying y yo salimos hoy a comprar lo que nos faltaba en la casa. Ambas caminábamos mientras la pequeña Ying trataba de leer la lista que nos había hecho mamá -¿Qué falta?- -Brócoli- -¿No acabamos de dejar el puesto de verduras?- -Fue el primero- -¡¿Por qué mamá no apunta las cosas en orden?!- -¿El embarazo?- -Shtt. Ten, espérame aquí, no te muevas- -Bien- Le dije al mismo tiempo que le daba mis cosas y salía corriendo al puesto de las verduras. Corría a toda la velocidad podía, no golpeaba a nadie por pura suerte, hasta que un idiota salió de una de las tiendas sin fijarse que yo iba corriendo. -¡¡Ahh!! ¿Qué les pasa a los chinos?- -¡¿Qué te pasa a ti ciego?! ¿Por qué sales cuando voy a pasar corriendo?- Cuando intentaba pararme vi que el que me extendía la mano era el extranjero que había humillado a mi pequeña hermana en público. -¡¡¡No tomare la mano del deshonrador de mi hermana menor!!!- Grite lo más fuerte que pude. El hombre se sorprendió por lo que le dije y se apresuró a contestar -¡Le salve la vida!- -¡Pero la humillaste en público! ¡Y eso nunca te lo perdonaré!- Grite antes de salir corriendo lo más lejos de él.

 El hombre se sorprendió por lo que le dije y se apresuró a contestar -¡Le salve la vida!- -¡Pero la humillaste en público! ¡Y eso nunca te lo perdonaré!- Grite antes de salir corriendo lo más lejos de él

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Corría sin saber a dónde me dirigía, corrí hasta cansarme. Cuando me detuve, me di cuenta que no sabía dónde estaba; esa parte del mercado no la conocía. Las personas caminaban por ahí se veían aterradoras y las que estaban en los puestos eran bastante sospechosas. Intente regresar por dónde había llegado cuando escuche que alguien me decía -Si una dama no encuentra el camino, tal vez debería hablar conmigo- Cuando voltee vi a una mujer cubriendo la mitad de su rostro, de piel oscura y cabellos claros como los del extranjero. Estaba algo asustada, así que no sé porqué, pero camine hacía ella -¿Tú sabes dónde estoy?- -Pregunta grosera de una boca altanera. Yo puedo decirle lo que vos quiera, si haces para mí algo que yo le confiera- No entendía que tenía es mujer que su voz parecía el eco de miles de voces que cantaban junto a ella. En ese momento no me cuestione su petición, así que lo acepte -¿Qué tengo que hacer?- -En blanco papel y con poco del pincel, grava tu nombre y la fecha que viniste a nacer- Tomé sin pensarlo el pincel que la mujer me extendía e iba a escribir mi nombre, cuando escuche una voz conocida -¡Dàijiê!/ Hermana mayor ¡¿Dónde estás?! ¡Dàijiê!/ Hermana mayor-

En el momento que escuche la voz de la pequeña Ying llamándome, solté el pincel y salí corriendo a buscarla. Ella casi arrastraba las compras mientras caminaba buscándome entre las calles, las personas volteaban a verla, más los hombres que la miraban de una forma que me parecía asquerosa -¡¿Qué haces aquí?! ¡Te dije que me esperaras!- La regañe a la vez que la jalaba con todas la cosas fuera de esa parte del mercado hasta una parte más conocida. -No regresabas- -¡Eso no importa! Todavía eres una niña; aunque no lo parezca, tienes 11 y no puedes ir por ahí paseándote sola- La pequeña Ying se mordió un poco los labios haciendo su carita de estoy triste pero no quiero que lo sepan y movió sus manos a su cuello de forma nerviosa, sólo faltaba que inflara sus cachetes e hiciera un berrinche; pero ella nunca hacía berrinches, ella siempre es perfecta. No quería decirle nada, cuando se ponía en ese modo era muy fácil hacerla llorar, así tratando en pensar en algo, recordé que había dejado el puesto de la mujer sin decir nada -Tengo que irme, no te vayas a mover por nada del mundo- Los pequeños ojitos azules de la pequeña ying me miraron cuando asintió sin decir ninguna palabra.

La "Princesa Roja" y "el" Gato NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora