Prólogo

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  Disclaimer: La mayoría de los personajes así como El Mundo Mágico de Harry Potter, pertenecen a la escritora J. K. Rowling.  




"Mamá, papá. Sucedió algo realmente horrible,

El-que-no-debe-ser-nombrado ha vuelto,

durante el Torneo de los tres magos casi logra asesinar a

Harry pero, afortunadamente, sobrevivió.

El que no tuvo la misma fortuna fue, Cedric Diggory, el chico

de Hufflepuff del que les hablé en mis otras cartas y que ahora

forma parte del enorme número de víctimas del psicópata de Riddle.

Dumbledore dice que han extremado precauciones y que estamos

completamente a salvo en Hogwarts, al menos por ahora.

No quiero que se preocupen por mí, estaré bien, se los prometo, sólo

les escribo porque no quiero que se hagan malas ideas si llegan a leer

lo que El Profeta dice. Los amo y los veré dentro de un par de días.

P.D. Cuando llamen a Sophia, por favor, no le digan nada, yo le contaré

cuando vayamos a visitarla, no quiero que se preocupe y ponga triste

en vano.

Atte. Su hija que los ama y extraña, Hermione."

El Señor y la Señora Granger apenas si podían creer lo que acababan de leer, muertes de apenas niños y magos resucitados eran cosas que estaban más allá de lo que eran capaces de comprender. Querían correr y sacar a su hija del colegio para llevarla a casa y ponerla a resguardo de su hogar pero la conocían y confiaban en ella y sus decisiones además, faltaba realmente poco para poder estar con ella de nuevo.

-Tranquila, Grace, va a estar bien, si Dumbledore les aseguró que era seguro permanecer en Hogwarts es que debe ser así.-

-Tan segura como lo estuvo ese chico, Cedric, pobre de él, ya me imagino cómo estarán sus padres. Si algo así le ocurriera a Herms o a Sophi, no sé lo que haría.-

La mujer se convirtió en un manojo de llanto y sollozos y su esposo la abrazó con fuerza contra su pecho, no es que él se sintiera mucho mejor pero debía ser el sostén de la mujer que amaba. Después de veinticinco años de casados, los Granger seguían queriéndose como el primer día, se sentían la pareja con más suerte en el mundo. Lo tenían todo. Amor, una familia envidiable, estabilidad económica y laboral y, lo mejor de todo, dos hijas maravillosas.

-No pienses en eso, nada le pasará a ninguna. Las dos son fuertes, inteligentes y tienen un corazón de oro que las ha rodeado de personas que las aman, estarán bien y si llegaran a pasar por momentos difíciles, sé que encontrarán la forma de salir adelante.-

Grace sonrió a lo que su marido le dijo y le dio un tierno beso en los labios, había algo en él que siempre lograba tranquilizarla. Lo veía y no podía dejar de pensar que era exactamente el mismo joven que casi se atraganta de los nervios cuando la invitó a salir por primera vez, tal vez con unas canas y kilos de más pero con la misma preciosa sonrisa y el mismo amor en sus ojos.

-Tienes razón, además nos tienen a nosotros.-

-Exactamente, ¿ves?, todo saldrá perfectamente bien.-

-Te amo, Elliot Granger.-

-Y yo te amo a ti, Grace Granger.-

La pareja unió sus labios una vez más pero esta vez en un beso mucho más largo y apasionado, se separaron cuando escucharon una risa bastante retorcida y demasiado cerca de ellos. Giraron hasta la entrada de la sala y se encontraron con tres personas mirándolos con diversión, una mujer con cabellos y ojos de loca y dos tipos que se mantenían ocultos bajo extrañas máscaras. Elliot se puso de pie, colocándose entre los intrusos y su esposa.

-¿Quiénes son ustedes y qué hacen aquí? ¿Cómo lograron entrar?-

La mujer rio con más fuerza y, cuando habló, la misma locura de su mirada se reflejó en su voz.

-No tenía idea que los muggles pudieran resultar divertidos, sus cursilerías casi me causan un ataque jajaja. Para ustedes, nada saldrá bien.-

-¿De qué...?-

-¡Avada kedavra!-

-¡Elliot!-

Grace tomó entre sus brazos, completamente desconsolada, el cuerpo de su esposo. No entendía lo que estaba ocurriendo, miró a la mujer con cara de horror.

-¿Por qué?-

-No es personal, sólo un mensaje para tu hija la sangre sucia. Claro que aún no está completo.-

Y Grace jamás sabría lo que esas palabras significaban porque lo último que supo fue que una luz verde, la misma que antes le arrebatara la vida a Elliot, golpeó contra su pecho.

True colorsWhere stories live. Discover now