Capítulo 1: Familia rota.

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El barrio de Hampstead North parecía tan tranquilo y alegre como siempre. Los jardines de los alrededores se veían tan verdes como siempre y las personas que entraban y salían de sus respectivos hogares llevaban consigo las sonrisas típicas de la gente feliz y amigable del lugar.

Hermione Granger se sentía, por fin, en casa aunque dentro de ella la inquietud y preocupación por sus padres crecía minuto a minuto. En los tres años que llevaba de asistir a Hogwarts, sin contar el ciclo que acababa de concluir, y en todos los demás que estudió en escuelas muggles, ni una sola vez sus padres habían faltado a recogerla, ni siquiera habían sido capaces de llegar tarde sin avisar con anticipación.

Mil ideas pasaban por su cabeza. Quizás habían tenido una urgencia con un paciente, tal vez la Sra. Lewis, la viejita de al lado que no tenía a nadie más, había sufrido un accidente y ambos habían tenido que llevarla al hospital, ¿y si le había ocurrido algo a su hermana?

Con todas esas cosas rondando por su mente, la castaña agradeció al Señor Weasley por haberla acompañado hasta su casa y se dispuso a entrar, claro que Arthur no se conformaría hasta asegurarse que la chica llegaba sana y salva con sus padres por lo que la siguió al interior.

Todo parecía normal, la puerta cerrada con llave, las luces apagadas, las ventanas abiertas para que los rayos del sol inundaran cada espacio pero había algo extraño en el ambiente, un olor particular que ambos notaron apenas entrar.

-¿Mamá? ¿Papá? ¿Están aquí? Soy yo, Hermione.-

No hubo contestación alguna más que el profundo silencio. La joven pasó el recibidor y miró escaleras arriba pero no vio ni escuchó nada, volvió sobre sus pasos, mientras Arthur observaba con atención y curiosidad cada cosa que encontraba, y giró hacia la sala.

El grito que Hermione dio, al chocar frente a frente con la imagen más horrible que nunca hubiese podido imaginar, le congeló la sangre al pelirrojo y lo hizo correr despavorido a su lado con la varita en ristre. La leona intentó acercarse hasta donde yacían los cuerpos sin vida de sus padres pero Arthur se lo impidió, no podía arriesgarse a que algo le pasara. El hombre tomó con fuerza la cintura Hermione y desapareció junto con ella.

Dentro de la Mansión Black, en el número 12 de Grimmauld Place, una importante reunión era celebrada. Los miembros de La Orden del Fénix se encontraban a la espera de que su último miembro, Arthur Weasley, llegara para establecer el camino a seguir ahora que El-que-no-debe-ser-nombrado había vuelto. Todos se quedaron callados cuando el Señor Weasley apareció en mitad de la sala con una atónita Hermione Granger. Albus Dumbledore, se puso de pie de inmediato.

-Arthur ¿Qué pasó?-

El pelirrojo no supo que contestar, no terminaba de creer lo que había presenciado ni todo el dolor que eso suponía para la joven Gryffindor que tenía consigo, pero Hermione miró al director con un dolor palpable en los ojos y sí logró darle coherencia a sus pensamientos y prioridades.

-Los asesinaron. Mis padres están muertos.-

El llanto comenzó a abrirse camino en la chica pero ella no desistió en su afán por decir lo que más necesitaba en ese momento.

-Sophia, mi hermana. Por favor, director, ayúdeme a que no la encuentren a ella.-

Esa súplica desgarradora los conmovió a todos y despertó a Dumbledore, que por un momento se había quedado perplejo ante los nuevos acontecimientos.

-Lo haré, tiene mi palabra, su hermana estará bien. Severus, Alastor, Nymphadora, vayan a la casa de la Señorita Granger y averigüen lo que ocurrió. Kingsley, Remus, Arthur, deberían traer a Harry, ella necesitará todo el apoyo posible. Yo iré a cumplir mi palabra.-

Dicho eso, todos desaparecieron para efectuar sus respectivas tareas. La Señora Weasley y Sirius se acercaron a Hermione que hasta que vio partir a todos se permitió romperse en mil pedazos entre los brazos de la mujer a la que veía como una segunda madre.


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