Todo permanecía en su sitio.
Su mirada recorrió la estancia otra vez, tratando de buscar algo fuera de lugar como sus pantuflas rosa debajo de la cama, ropa tirada en el suelo o la cama deshecha. Lo que fuera.
La habitación estaba ordenada y limpia.
Era como si ella supiese lo que iba a sucederle.
JaeBum cerró los ojos, brotaron dos gruesas lágrimas que descendieron lentas sobre sus mejillas. Todavía sentía los recuerdos del impacto sobre su alma, mezclados con un nuevo sentimiento, el miedo. El dolor palpitaba constantemente por todo su cuerpo, debilitándolo aún más que antes.
Abrió los ojos, dejando escapar más lágrimas de su oscura mirada rasgada.
Recordó cómo, esa misma mañana la escuchaba reír a carcajadas mientras él la sostenía en brazos y le daba vueltas. Escuchó su alegre voz suplicando que se detuviera o vomitaría el desayuno sobre él.
Esa noche ella no dormiría en su habitación, protegida por el poster de su cantante favorito pegado a la pared y los libros de ciencia ficción que tanto amaba leer.
Cerró la puerta tras de sí y, con pasos lentos se dirigió hasta detenerse frente a la pequeña cama, cubierta por una gruesa manta de flores, sin ninguna arruga.
Se sentó en ella y se quedó quieto, respirando el aroma a lavanda. Era el favorito de Sun.
JaeBum apoyó los codos sobre sus rodillas, llevándose las manos a los ojos para secarse las lágrimas y sonrió con pesadumbre. Su hermana tenía la costumbre de llevarle la contraria en cada pequeña cosa que pensaba, hacía o decía. Sus gustos eran tan disparejos que llegó a pensar si en verdad ellos eran hijos de los mismos padres.
JaeBum odiaba el olor a lavanda.
Un sonido entre lamento y carcajada salió de lo profundo de su pecho. Se ahogaba. Pasó sus manos sobre su oscura cabellera, intentando mantener la calma de su niño interior, que temblaba y lloraba de miedo.
Esto no podía estar pasando. No a su pequeña, a ella no.
Desvió el rostro a un lado, su derecha. Sobre la mesa de noche descansaba un portarretrato donde él aparecía, arrodillado junto a Doggie, su perro. Sonreía como tonto a la cámara mientras apoyaba su brazo derecho sobre el animal, éste tenía la lengua afuera. Ella fue quien capturó el momento.
Desvió la vista hasta el cuaderno de color azul, sin adornos, frente al retrato. A su lado, como fiel compañero, descansaba una elegante pluma estilográfica plateada.
Alargó la mano, tomó la pluma y la examinó sin interés aparente. Tenía una firma grabada en un lateral, la pluma parecía cara. Se acercó el objeto un poco más, intentando descifrar el nombre.
"W.J."
Le sonaba, pero no lograba recordar de donde.
Lo dejó sobre la mesa. Su mirada fue directa al cuaderno. SunHee escribía diarios desde que tenía uso de razón. Era, por palabras dichas por ella misma, coleccionar recuerdos. Amontonar tesoros. A él nunca le importaron esas nimiedades, al contrario, le parecían una pérdida de tiempo.
Apartó la mano, pensando en que, al menos, podía respetar la intimidad de su hermana, pero ya la curiosidad hablaba a voz en cuello, la necesidad tocaba su puerta y el deseo por descubrir qué cosas escribía SunHee terminaron por acallar toda duda.
Tomó el cuaderno con cuidado, como si con su leve tacto se fuese a desvanecer por entre sus dedos cual arena escurridiza. Lo observó por ambos lados, lo abrió y le echó una hojeada rápida. Sólo tenía un par de páginas escritas.
Buscó la primera hoja y empezó a leer.
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YOU; wang [a.u] ✔
Fanfiction»¿Estoy haciendo bien amándote? Todo me hace pensar que no, que está mal. Muy mal. Intuyo que tú piensas de esa forma, pero ¿acaso se puede elegir de quién me enamoro y de quién no? Ni siquiera yo elegí tener estos sentimientos por ti. Pero existen...