I.

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Japón es bonito.

Jackson Wang, también lo eres.

La comparación es curiosa, de hecho, sin embargo mis palabras llevan una razón.

Estos días de vacaciones, directa o indirectamente, el lugar y el hombre tramaron ser parte importante de una vida simple y aburrida como la mía. Lograron conquistarme con un encanto que va desde lo elemental hasta lo extraordinario, complementándose de una forma casi mágica.

Japón es todo caos y ruido. Jackson es confidencia y paz.

Japón grita peligro y tensión. Jackson desprende seguridad y confianza.

Por las noches, Japón es puro color. En cambio Jackson es blanco, negro, a veces hasta gris.

Sus calles son estrechas y largas, siempre concurridas por la multitud, diversa y ruidosa. Calles que dan la sensación de no tener un final cierto.

En cambio, recorrer tu piel es una experiencia de esas que solo se vive una vez y ni siquiera el tiempo se atreve a borrarlo de la memoria.

Puedo volver a Japón una y mil veces, si quiero. Vivir allí una temporada es una posibilidad que no descarto de mi lista de metas por cumplir.

Perder la virginidad sólo se hace una vez en la vida.

Contigo volvería a perderla una y mil veces si tuviera la oportunidad.

Sueno cursi y hasta ridícula si voy un poco más lejos, pero es la verdad. La realidad que yo viví.

Mi piel se ha vuelto sensible a ti. Cada parte de mi cuerpo tiembla de ingenua emoción sólo al recordar tus manos suaves y expertas acariciando cada parte de mí.

Nuestro encuentro fue de una noche. Sólo me bastaron esas pocas horas para conocer una parte pequeña, pero importante sobre ti, Jackson.

Te conozco como el chico divertido, tanto, que rayas en lo infantil. Esa noche dejaste que conociera esa parte sensible que guardas con tanto celo. Esa parte que dicta cuánto amor profesas por las cosas sencillas, el inmenso valor que aporta a tu vida la gente que te importa, la naturalidad de tus palabras al hablar del amor correspondido o cuando éste no tiene más remedio que terminar. Bajo la luz de un par de velas, no sólo conocí tu alma, también conocí tu cuerpo desnudo y caliente. Tu piel suave y tus músculos fuertes e imponentes, que inspiraban a más de una a suspirar por ti, yo incluida, pero que ninguna disfrutaba más que yo en esos momentos.

Y fue entonces cuando, entre caricias, comprendimos que íbamos en serio. Ya no había vuelta atrás. Era tiempo de confesar algunas verdades ocultas para llegar hasta el final.

Yo era virgen.

Nos dimos tiempo para asimilarnos ¿Te acuerdas? Nos dimos tiempo para seguir conociéndonos, a la vez que nuestra respiración se entremezclara, quemándonos la piel, y que beso a beso, lento, profundo, ardiente, hacíamos el amor.

Tardaste mucho tiempo en despojarme de mi vestido, tus dedos temblaban, tus manos sudaban. Sonreí. ¿El chico grandote tenía miedo? Te escuchaba expulsar el aire por la boca con lentitud, como si estuvieras conteniéndote. Yo, sonriendo como una tonta, dejé que tomaras todo el tiempo que quisieras. Nadie nos esperaba, solamente nosotros. Y no teníamos prisa.

Desde el principio, cada momento se me hizo inolvidable; por mi cuerpo recorrió un dulce escalofrío cuando sentí tus labios pegado a mi espalda y empezaste la aventura, recorriendo mi piel al mismo tiempo que el vestido caía a mis pies. Tragaste saliva con fuerza cuando descubriste que esa noche yo no llevaba sostén, sólo un simple panti color azul claro. No me di cuenta que contenía la respiración cuando solté ese hondo suspiro. Todo mi cuerpo ardía en sensibilidad cuando pusiste tus manos grandes sobre mi delgada y fea cintura.

Era inexplicable. Casi mágico.

Llegó tu turno y la luz de las velas se extinguían de una en una, dejando la habitación cada vez más oscura, más íntima, más ardiente. Aquello no me impidió disfrutar de ti; Grueso como un roble, grande como un roble, fuerte como un roble.

Mío.

Esa noche no dormí, y si lo hice, fue por un corto tiempo. Quería ser testigo de cada uno de tus movimientos, escuchar el roce de tu cuerpo entre las sábanas, verte mirarme de esa forma tan secreta que sólo conocen los amantes, secar el sudor de tu pecho con mis manos, también sudorosas, besar tus parpados cada vez que cerrabas los ojos, observar embelesada tu sonrisa cada vez que despertabas y me mirabas, echar tu húmedo cabello hacia atrás, para que no dejases de mirarme mientras te balanceabas dentro de mí. Todo con la lentitud de una tortuga. Sin perderte de vista ni un segundo.

Esos días de vacaciones no tuve miedo del caos de Japón. Porque tus brazos me sostenían. El ruido no me molestó, porque lo único que escuchaba era tu voz, suave, sensual, asegurándome tu protección.

La siguiente mañana el cielo lloró. Recuerdo que me tomaste de la mano y echamos a correr hacia una callejuela, buscando un bar o cafetería donde resguardarnos de la lluvia. Nuestra sorpresa fue enorme cuando vimos paraguas de todos colores y formas, moviéndose de un lado a otro. Con nuestras manos entrelazadas, las gotas de lluvia caían sobre nosotros, nos adentramos hacia el baile de paraguas como niños en busca de aventuras, risas y la pequeña esperanza de que esto nunca terminara.

Por eso Japón es tan bonito como tú, Jack, ambos tienen sus diferencias y eso los hace únicos y especiales en esta sociedad que roza en lo banal y cotidiano.

Ahora que he regresado a Corea, con estos recuerdos y las sensaciones a flor de piel, mi deber es replantearme muchas cosas con respecto a todo esto. Porque, como sabes, toda acción tiene sus consecuencias.

Una de ellas es reunir el valor de mirar a mi hermano a los ojos y no sentir vergüenza o temor. JaeBum es muy perspicaz y se daría cuenta de algo. Por mínimo que fuese.

Suele ser una virtud y un defecto que amo y odio de él. Significaba que él podía ayudarte cuando no quieres hablar pero también te obligaba a decir lo que querías guardar para ti. Si lo decías o no, JaeBum siempre sabía que algo ocurría.

No deseo mentirle a mi hermano. La parte más importante de mi vida la tiene él y no quiero que eso se quiebre. Aunque temo que esto ya ha sucedido desde el instante en que yo, su hermana pequeña, se acostó contigo, su mejor amigo.

YOU; wang [a.u] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora