Capítulo 2. Adeline y Connor.

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Al día siguiente traté de ir normalmente al colegio, pero lo ocurrido el día anterior no se me sacaba de la cabeza. Jessy me repitió unas cien veces que me comportaba de una manera extraña, pero yo no quise dar explicaciones de nada. Me limitaba a decir que me encontraba mal o que estaba cansada.

-La niñita de papá está tristona. -Se burló Ben.

-Pobrecita. -Añadió Jack siguiéndole la broma.

No contesté y seguí mi camino hacia la salida de la escuela. Al ver que no contraatacaba, se quedaron mirándome como si fuera un fantasma o algo parecido. Cuando salí del edificio, me pareció ver a una chica mirándome fijamente. Suspiré pero aún así seguí andando. La chica, que llevaba puesta una capucha, me siguió con la cabeza y cuando ya estuve lejos, vi de reojo que levantaba algo con la mano. Miré por el rabillo del ojo y me percaté de que era nuestro diamante, el que heredamo. Giré la cabeza bruscamente y me paré de golpe. Ella sonrió más ampliamente y empezó a caminar por la calle en la dirección opuesta a la mía. Corrí hacia ella y cuando llegué a su lado le intenté coger el diamante, pero ella lo apartó a tiempo. Me daba miedo estar con esa chica en esa calle. No había nadie y era un perfecto sitio para nunca ser encontrada si algo sucedía.

-¿De dónde lo has sacado? -Murmuré. Aunque sabía la respuesta de sobras, quería oírla.

-Tu casa es preciosa. -Dijo ella con una sonrisa.

Sus ojos claros como el firmamento se clavaron en mí y yo no pude evitar estremecerme entera. Un viento glacial nos sacudió de repente y le sacó la capucha a la chica. Su pelo rubio como el oro mismo, quedó al descubierto al igual que todas sus facciones. Era pálida y tenía las mejillas un poco sonrojadas. Sus ojos azules eran preciosos y, bajo ellos, se notaban unas leves ojeras, del cansancio seguramente. En general era bastante guapa y parecía una chica normal y corriente. Pero me equivocaba... Las apariencias engañan.

-¿Quién eres?

-Me llamo Adeline. -Sonrió débilmente. -Pero en público llámame Elizabeth.

-¿Para qué necesito llamarte de distinta forma? -Pregunté dando un paso atrás. -No volveré a verte más.

-Mira, Alice Werney, lo sé todo sobre ti y tu familia. -Me explicó cruzándose de brazos y a la vez escondiendo el diamante. -Tu familia es muy importante e hizo que la mía muriera, podría matarte justo aquí si quisiera, pero te daré una oportunidad, porque sé que eres buena gente.

-Mi familia no ha matado a nadie.

-Vives engañada. -Chasqueó un dedo delante de mí y yo me sobresalté. -Despierta de una vez chica, esto es la vida real.

-¿Qué hizo mi familia? -Pregunté con voz temblorosa.

-Nada de tu incumbencia, solo te diré que tienes dos opciones para escoger.

-¿Cuáles?

-Ayudarnos a sobrevivir a mi hermano y a mi o morir ahora mismo. -Me dijo naturalmente. Abrí los ojos notando el pánico correr por mis venas y ella añadió intentando "tranquilizarme": -Pero no te preocupes, la segunda opción es rápida e indolora.

-Estás loca... -Mascullé.

-Escoge. -Dijo amenazadoramente. -Tienes dos opciones.

-T-te ayudaré. -Tartamudeé muerta de miedo. Había visto a esa chica entrar a mi casa y salir de ella armada, no dudaba en que podía hacerme mucho daño si se lo proponía.

-¡Perfecto! -Se dio la vuelta y se alejó corriendo.

Me quedé allí. Paralizada de terror y preguntándome si realmente era cierto lo que sucedía o era un sueño. Un mal sueño.

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