❀ diez ❀

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JK'S POV:

La biblioteca de la escuela era como un segundo hogar para mí. Cuando no estaba con mis dos amigos, ese era el único lugar al que iría. Y no sé si se debía a que me sentía cálido al estar rodeado de tantos libros o por agradable olor de las hojas al pasar; o el tacto áspero de estas, pero me hacía sentir como si necesitara estar ahí para sentirme completo. 

Todos los días tomaba un libro diferente de la sección de poesía. Ese día elegí Cien sonetos de Amor. Tomé una de las mesas más lejanas y apartadas y me senté ahí para poder leer tranquilamente. Empecé leyendo desde el final -porque tenía la manía de empezar desde el final y luego regresar al inicio- y leí por lo bajo, intentando entender las palabras. No era un experto en la poesía y aún se me dificultaba entender el vocabulario de utilizaban, pero me entretenía mucho leyendo los libros de esa sección en específico.

  Otros días vendrán- murmuré-, será entendido 
el silencio de plantas y planetas 
y cuántas cosas puras pasarán! 
Tendrán olor a luna los violines!

  El pan será tal vez como tú eres: 
tendrá tu voz, tu condición de trigo, 
y hablarán otras cosas con tu voz: 
los caballos perdidos del Otoño.   

Aunque no sea como está dispuesto 
el amor llenará grandes barricas 
como la antigua miel de los pastores, 


y tú en el polvo de mi corazón-
escuché la voz de alguien más a mi espalda, recitando las mismas palabras que yo. Me giré sorprendido y me encontré con la palidez de aquél hermoso chico que vivían en mis sueños últimamente. Estaba muy cerca de mí, con su mano apoyada en la orilla de mi mesa y su mirada sobre mí. (en donde habrán inmensos almacenes) irás y volverás entre sandías.

Él terminó de decir las últimas palabras antes de girarse a mí y darme una hermosa sonrisa que casi me hace caerme de la silla- Pablo Neruda, ¿me equivoco?- alzó ambas cejas antes de tomar la silla frente a mí y sacarla de su lugar, para después dejarse caer sobre ella. Negué con la cabeza sin saber qué hacer o decir realmente. Todo dentro de mí comenzaba a fallar, pero no podía apartar mi mirada de él-. Leí ese libro cuando estaba en primaria... ¿sexto grado?, no lo recuerdo. 

Asentí y cerré los ojos cuando mi vista se nubló.

-¿Eres Jungkook, cierto?- los abrí de golpe de nuevo-. Lamento lo de ayer, creí que te ibas a romper. Tus amigos son muy sobre protectores contigo y con razón, luces como un pequeño ratón perdido. 

Sentí como el calor subía por todo mi cuerpo hasta mis mejillas y me obligué a mí mismo a bajar la mirada hasta el libro que yacía en mis manos. Necesitaba hablar o él creería que era una clase de enfermo y por eso Taehyung y Jimin me cuidaban mucho. Tenía que hablar, de verdad.

-¿Y-y te-e gust-tó?- mi voz salió realmente mal. Me pregunté si él me había escuchado, porque mis oídos estaban tapados y no estaba seguro de haber pronunciado las palabras. Tuve que alzar mi mirada para asegurarme de que él seguía ahí y sí, me miraba con una sonrisa realmente grade, casi como si estuviera viendo una clase de chiste o algo similar.

-¿tu amigo?- preguntó-, Mmm no es mi tipo, sinceramente.

-¡N-no!- alcé ambas manos sobresaltado y él comenzó a reír exageradamente. Las comisuras de sus labios se arrugaban y dos capas finas se formaban en sus mejillas, sus ojos desaparecían y sus dientes pequeños salían a relucir. Tenía el aspecto de un niño pequeño y yo no pude quedar más embobado, pero las náuseas volvieron y los mareos también. Aparté la mirada de aquella escena tan bonita y suspiré, me molestaba la situación y el hecho de no poder verlo como yo deseaba.

-Eres muy tierno, Jungkook- lo oí murmurar-. Y sí, me gustó mucho. Pablo Neruda es uno de los mejores poetas que he leído, aunque no mi favorito.

-¿Y quién es tu favorito?- pregunté por lo bajo. Si mi voz de por sí ya era muy suave, con Yoongi lo era mucho más. Él parecía escucharme perfectamente bien, pese a la distancia en la que nos encontrábamos.

-Bécquer, definitivamente Bécquer. No digo que sea mejor que el resto- aclaró-, pero me encanta su estilo. De todas maneras, leo a cualquier autor que me muestres, no tengo preferencias- hizo una pequeña pausa y lo oí suspirar. No lo estaba mirando, aunque me moría de ganas de hacerlo-, ¿qué me dices tú? ¿Shakespeare? ¿Benedetti? ¿Lorca?- levanté la mirada para verlo y él me observaba como si me estuviera leyendo los pensamientos-. Mmm sí, tienes cara de que te gusta Lorca.

Me sentí cohibido y acalorado por su mirada, así que la evité y negué.

-N-no, no soy experto en e-esto de la poesía, p-pero me gusta mucho el trabajo de Goethe- fruncí el ceño, preguntándome si había pronunciado bien el apellido y le di una mirada rápida a Yoongi. Su rostro había cambiado y ahora estaba adornado por una sonrisa más deslumbrante. Parecía más interesado en la conversación e incluso había apoyado sus codos sobre la mesa y me miraba atento.

-Goethe... vaya- dijo con sorpresa-. No había conocido a alguien a quien le gustara Goethe, genial.

-¿si?- dije no muy seguro y lo vi asentir realmente complacido. Escuché el sonido de un teléfono que anunciaba un mensaje y supliqué para que no fuera el de él, pero al verlo dejar de sonreír para buscar en sus bolsillos toda mi esperanza se esfumó. Lo vi observar la pantalla de su teléfono y teclear algunas cosas. Mi corazón latía realmente fuerte y mi estómago rugía de emoción, lo tenía ahí frente a mí y todavía no caía en cuenta de que era real. Y sí, los síntomas aún estaban ahí, pero intentaba ignorarlos. Estos solo venían cuando lo observaba por más tiempo del debido.

-Oh- murmuró-, me gustaría poder quedarme a platicar más contigo, Jungkook, pero tengo que atender unas cosas con Joonie- él dejó de ver su teléfono por fin y me dio una sonrisa realmente grande. Sentí desmayarme en ese momento y no fui capaz de devolverle la sonrisa-. Espero verte por ahí, ratoncito.

Lo vi pararse de la silla, volver a colocarla en su lugar e irse caminando por entre los estantes de la biblioteca. Había olvidado en donde me encontraba y me di cuenta de que estaba conteniendo la respiración. Se sentía como si hubiese pasado un día entero ahí con él, pero al revisar el reloj de la sala me percaté de que sólo habían pasado 10 minutos desde que yo había llegado a la biblioteca.

No pude evitar soltar unas pequeñas lágrimas por lo que acababa de suceder. Mis manos temblaban al igual que mis piernas y se me dificultó mucho tomar aquél libro y volver a colocarlo en su lugar.

Ese día me quedé en la biblioteca todo lo que restó del almuerzo, no busqué a mis amigos como se suponía que debía hacer y ellos llegaron a por mí 5 minutos antes de que terminara el descanso. Yo estaba acurrucado sobre la alfombra de debajo de la mesa y lloraba.

-¡Jungkook! ¡Kookie!- me hablaban ambos- ¿qué te ha pasado? ¿estás bien? ¿por qué lloras? ¿qué te hicieron?

Yo no sabía que decirles, ni siquiera yo entendía por qué estaba llorando, pero no estaba triste. Estaba más que feliz, de haberlo visto, de tenerlo cerca.

-Chicos, no me pasó nada- sorbí mi nariz y me senté de cuclillas. Les sonreí para tranquilizarlos, pero ellos nos dejaban de mirarme preocupados-. Sólo estoy muy feliz porque pude hablar con Yoongi.



stendhal + yoonkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora