Capítulo 2

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5

La oscuridad no le gustaba, no sentía dolor en ella, pero aún así no le gustaba.

Había visto muchas películas y leído varios libros, en donde siempre que alguien sufría un grave accidente decía después no recordar nada. Incluso, -su amigo de infancia- Victor Pabón había sido atropellado por una motocicleta dos años atrás, se había fracturado varios
huesos y había estado en cama por tres meses. Al salir de ella para volver al colegio había respondido lo mismo:

-Solo recuerdo haber salido a la tienda, y caminado solo mirando al suelo, luego de eso; desperté en el hospital .- había dicho a sus curiosos compañeros.

Resultó que Vic (Como le llamaba Josué) había corrido con bastante suerte, no eran muy graves sus heridas, pero estaban en un mal lugar. El cráneo es el peor hueso que te puedes fracturar; un milímetro más y estás muerto. Un poco más de fuerza y estas a oscuras.

Pero con Josué era diferente, no era la primera vez que le sucedían cosas que le hacían pensar en eso.

«Soy diferente, Dios no me tiene en cuenta», se había dicho a sí mismo una vez.

6

Dos meses atrás de la muerte de su hermano había soñado que fallecía ahogado en las playas de Cancún, y era esa en parte la razón por la que no quería realizar el viaje.

Y para su pesar, el sueño se hizo realidad; la horrible pesadilla se materializó , con la ligera diferencia de que el muerto fue su hermano y de que (en el fondo todos lo pensaban, pero no lo admitían) había sido su culpa.

7

En la brumosa oscuridad; todos sus sentidos parecían no tener daño alguno, excepto su vista, no podía abrir los ojos por más que lo intentase.

Pero sus oídos si estaban en función; escuchaba rumores que recorrían toda su mente, en un lado de la cabeza; era como si hablaran miles de personas. Y en el otro solo había una voz, solo que no era una persona.

-Bec...Beck...Beckcy. -Creyó escuchar. Tuvo que concentrarse para entenderlo.

«Que aburridora es la muerte», pensó equivocado.

8

Cuando, después de todo el esfuerzo, pudo abrir los ojos; se encontró en una habitación desconocida, nada de lo que allí había se veía con claridad. Un resplandor le atacó sus ojos haciéndole maldecir por lo bajo.

Josué volvió en sí, con dolor; pero lo hizo. Un fastidioso tiiiip que se repetía en intervalos de dos segundos le provocaba dolor de oídos y su mente amenazaba con volver a la oscuridad.

«Si vuelvo a ese lugar, me volveré loco» , no sabía que tan lejos estaba de ese punto.

Sintió como si abriera los ojos en muchos años, mas tarde diría a si madre que no se preocupara, que no había sido su culpa; pero en ese momento, al recordar los hechos, la odiaba.

El dolor llegó poco a poco, al principio en pequeñas punzadas leves y luego intensificándose severamente.

Intentó levantarse, con la mente un poco mas despejada, pero no pudo. El dolor le hacía regresar a la incómoda cama que supo era una camilla.

Miró hacia los lados, y se dio cuenta de que estaba totalmente solo, una cortina sellaba la ventana ubicada en la mitad de la pared de su derecha y a su izquierda la fachada mostraba una pulcra puerta de madera con el pomo ligeramente desgastado.

Cerró los ojos un momento, para recordar el orden de las cosas, le dolía la cabeza, bajo sus manos unas "mangueras delgadas" que se conectaban por medio de agujas le hicieron reconocer el lugar donde se encontraba.

Estaba ahí, atontado y solo; en las telenovelas, cuando alguien despertaba en un hospital, siempre estaba acompañado de su pareja o de su familia. Pero la realidad estaba lejos de ser igual, Josué no tenía pareja, y su familia...Vaya familia.

Un sonido estridente le hizo abrir los ojos, miró hacia su derecha y se dio cuenta de que la puerta se había abierto, y que un hombre, de tez blanca emergía de ella y se dirigía hacia él con los ojos abiertos como platos, y una sonrisa que le heló la garganta.

-Despertaste, pequeño. - dijo con sierta satisfacción en su tono de voz.

La primera alarma, Josué sintió miedo, sin saber por qué

-S-s-e-se-ñor -Tartamudeó Josué con esfuerzo. -Tenga cuidado, mi madre está l-lo-loca.

-No Josué, no pienses en ello. Nadie está loco, aún. -El hombre tenía unos veintitantos, por lo que Josué dedujo que no era un doctor sino un enfermero, además de que su bata no era blanca, sino azul.

Pero Josué se equivocaba, no era un doctor; pero tampoco era un enfermero.

-Eres mio ahora Josué, así que no te preocupes; todo va a estar bien mientras hagas lo que te diga. Nos llevaremos muy bien. Apuesto a que sí.

El hombre se acercaba lentamente hacia la incomoda camilla, Josué intentó gritar pero no le salió, se sentía estúpido, indefenso. Había logrado salir de la oscuridad, y aunque no la extrañaba mucho, había sido mejor que esto.

Y el hombre estaba cada vez mas cerca.

«Vaya suerte la mía, este hombre me va a secuestrar... Apuesto a que sí...Será difícil sacarme de este lugar; pero también lo es entrar, y si ya lo logró. Lo otro será pan comido. Creo que lo hará por la puerta principal, se le ve confiado. Y cuando menos lo espere estaré muerto.»

Cerró los ojos para pensar con más claridad, se estaba convirtiendo en el tío Luis, o como Juan Pablo le llamaba: «El señor de la paranoia.» Pero no pudo evitar abrirlos, el hombre ya estaba llegando a su cara, por un momento Josué creyó que lo iba a besar.

Llegó a la altura de su rostro, y Josué pudo ver lo que había en sus ojos. Una mirada fría y contundente. La mirada de alguien que no teme. La mirada de un psicótico.

-No tengas miedo, -Dijo con la voz tranquila. Y acto seguido se encorvó para estar más cerca de su presa. Josué no podía asimilar lo que estaba sucediendo, no creía salir de esta; Había confiado de que el hombre le daría la noticia de que había sido atropellado y de que estaba en un hospital. Pero eso no había sucedido, a cambio estaba en frente de un grave peligro.

El hombre le dio un suave beso en la mejilla que lo hizo temblar. Era como si le pusieran un cubo de hielo en la mejilla, tan frío, que al cabo de un rato le habría roto los vasos internos dejando entrever una mancha roja.

Josué se dio cuenta de que ninguna parte de su cuerpo estaba en funcionamiento, solo su mente.

- ¿No fue así como besó Judas a Jesús? -Bramó, sacándolo del trance. -Hablaremos cuando te despiertes, pequeño.

Y vaya que hablarían.

Por segunda vez, Josué se sumergió en la profunda oscuridad.

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