Capítulo 3

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9

Ésta vez, Josué no evocó pensamiento alguno, en vez de eso; cayó presa de un profundo sueño, y no un sueño convencional, si no el sueño de su vida, en aquél lugar no habían personas. Ni siquiera estaba él. Solo el laberinto negro del que Josué después no recordaría lo más mínimo. Ni siquiera a las voces. 

10

Antonio Velazques se despertó —sin razón alguna aparente— a las 2:30 de la madrugada del 25 de octubre de 2014, abrió los ojos y se dio cuenta de que estaba sudando como un burro. Había tenido otra vez la pesadilla.

Pero esta vez hubo algo diferente, Antonio tenía el mal presentimiento de que algo malo estaba por pasar.

11

En su pesadilla habitual (pesadilla que había tenido tres veces o más desde el accidente) Se encontraban sus dos hijos, su razón de ser ambos estaban jugando con su padre en el bosque, hasta que aparecía el lobo; con los ojos rojizos y la boca envuelta en una nube de baba y rabia. Mucha rabia.

El lobo quería a sus hijos.

Acto seguido el padre protector pondría a sus hijos detrás de sus piernas para pelear con el lobo. 

 —Ven aquí, lobito de mierda. Ven por lo tuyo  —decía.

Y el lobo se abalanzaba sobre él mordiéndole en el cuello, era una pelea dispareja, el perro tenía a la rabia de su lado, poco podría hacer el viejo. Al final tenía que ver como el lobo devoraba a sus hijos. Despertando de inmediato, como esta vez.

Pero esta no era la misma pesadilla. Si bien en un principio sí, después de que Antonio caía derrotado por el canino, pudo verle el rostro. Era el rostro de su hijo mayor. Era el rostro de Josué.

12

Se acercó a la mesita de noche que estaba al lado de su cama, estiró su brazo para tomar sus lentes de aumento, le había dicho aloftalmólogo que eran los lentes más ridículos que había visto. Y tenía toda la razón de quejarse, pero aún así los usaba por que lo primero siempre es la salud ¿no?

Se puso los lentes, con los que los ojos se le veían como platos, y según él; le hacían cada vez ver menos. Y se dio cuenta de que su mujer no estaba junto a él.

— ¿Sofia? —gritó en tono dubitativo, esperó tres segundos y no obtuvo respuesta.

La única respuesta que obtuvo, fue la de la voz de su mente: Vaya, la estás perdiendo; ¿ya la has perdido antes no es verdad? La perdiste cuando murió Juan Pablo y ahora la pierdes de nuevo...

Últimamente, el simple hecho de pensar en sus hijos le hacía llorar. Era falso lo que la vieja Elva decía. Los hombres si lloran.

 «Toda la vida te equivocaste, madre. Lloré en tu entierro, cuando te diagnosticaron cáncer de pulmón y estoy llorando ahora. y volveré a llorar. Te lo juro, mamá.»

Sumergido en sus pensamientos, se levantó de la cama.

Su andar era pesado, estaba engordando. Dos años atrás no hubiera creído la posibilidad de estar gordo, pero ahora era diferente. Habían acabado los juegos en la cancha La espinosa. Donde solía llevar a Josué y a Juan Pablo.

Caminó hacia el pasillo que llevaba al cuarto de baño y a las habitaciones de los niños. que estaban en el mismo estado desde que cada uno se había marchado.

Sofia no había cambiado nada de ninguna de las habitaciones de los niños, Antonio creía que el asunto la estaba volviendo loca.

Llegó a la esquina del pasillo entre el cuarto de Jousé que estaba con la puerta abierta y dejaba ver las camas desordenadas y el desorden que no se había ordenado en dos meses.

—¿Sofia? —repitió, pero no fue necesaria una respuesta. Porque ella ya estaba ahí, con su pijama arrugado, el pelo desordenado y los ojos rojos. Había estado llorando.

—¿El no va a volver verdad amor? —La voz se le quebró, y Antonio se compadeció de ella, era una madre sufriendo. —¿Se ha ido ya verdad amor?

—Va a despertar, debemos tener fe. Ven a la cama con migo, mañana iremos al hospital a visitarlo.

—Yo...yo...no me refería a Josué.

13

La enfermera, Diana Rolón. No estaba preparada para lo que iba a ver esa noche.

Si bien el hospital: General Badazal, de la ciudad de Bogotá tenía cámaras en todas las habitaciones (Implantadas desde el 2007) a ella le parecía que el sistema era demasiado anticuado para un "bienvenido al infierno" tan prestigioso.

«Todo lo que aquí hay...es...bueno, nada comparado con Priscila...Oh Dios aquél lugar. Pero aún así es de muy bajo nivel.», pensó mientras se dirigia a la habitación en donde Josué se encontraba sumido en la oscuridad plena.

Diana, con sus recién cumplidos 25 años, había visto lo peor de la naturaleza humana, se estaba volviendo loca in saberlo, había sobrevivido a Priscila; pero nadie debía saberlo. Nadie tendría por que enterarse del proyecto Priscila.

14

Abrió la puerta de la habitación con el ceño fruncido, había tenido un mal día. Ultimamente todos sus días eran malos, menos en los que le pagaban, por supuesto.


Hechó un breve vistazo al joven que estaba entre la vida y muerte, y se compadeció de él. No existen malos hijos, solo padres Ineficientes.

Josué sonrió súbitamente, eso la dejó perpleja.

«Está más vivo que muerto. Dios. Va a despertar. Oh Dios.»

Y estaba en lo cierto, Josué iba a despertar.

Pero se equivocaba en algo. Faltaba mucho para que Josué abriera los ojos.

Infierno MentalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora