Un plan desesperado

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La señora Hudson estaba lavando los tratos del desayuno, de nueva cuenta Sherlock no comió ni bebió nada. La casera estaba muy angustiada por su inquilino, el detective parecía querer dejarse morir de inanición. Y sin embargo, aún seguía trabajando, resolviendo los enigmas que para otras resultaban imposibles, queriendo de alguna manera, enterrar la tristeza y la desdicha que manchaban su corazón.

Alguien llamó a la puerta. La casera dejó los platos en la tarja y después de haberse secado las manos rápidamente, se encaminó a la entrada. Abrió la puerta y se encontró con John Watson y su hija Rosie en brazos. La señora Hudson no pasó desapercibidas las maletas que estaban en el rellano, sonrió casi de manera inconsciente.

─ ¡John! Oh, querido, pasa...─ John empujó una maleta y la otra la alzó con su mano libre. ─ ¿Qué pasa? ¿Te mudas?

─Así es, señora Hudson. Me vuelvo a este lugar, espero que aún rente la habitación de arriba...─ John sonrió casi con nostalgia, la señora Hudson se conmovió hasta las lágrimas.

─John, no sabes cuánto te necesita...─ John no necesitó aclaración alguna de "quién" lo necesitaba.

─ ¿Cómo está?

─No ha comido en tres días. Se desvela tocando el violín y no para de trabajar, pero nunca sale de ese departamento. John...

─Tranquila, señora Hudson, sólo está triste, pero usted y yo sabemos que es demasiado orgulloso y testarudo como para aceptarlo.

─Estoy preocupada por él, ¿qué pasará ahora que Aidan no está? Había cambiado tanto... El niño...

─Lo sé, ese niño sólo llegó para mejorarle la vida y ahora...─ John suspiró, Rosie comenzó a llorar y el doctor tuvo que olvidarse un momento de Sherlock para ponerle atención a su primogénita.

─Si quieres yo la atiendo, es mejor que subas a verlo.─ la casera tomó en brazos a la niña, John se limitó a asentir. Dejando su equipaje a un lado, John subió las escaleras hasta el departamento del detective. Apenas abrió la puerta supo que Sherlock estaba en la depresión más honda de toda su vida.

─ ¿Sherlock?─ John buscó en medio de la nube de cigarrillo la ubicación de su amigo, se tardó unos cuantos minutos en dar con él: estaba sentado frente a su escritorio, tecleando algo en su laptop. ─ ¿Piensas matarte de hambre?

─No exageres, John, sólo no he comido tres días. Nadie se muere por no comer en tres días. ¿Qué te trae por aquí?

─Bueno...

─Si es por el caso, le puedes decir a Lestrade que espere un poco más...

─No es por el caso.─ le interrumpió John con brusquedad. Sherlock siguió escribiendo. ─He decidió volver. He traído mi equipaje, la señora Hudson quitará el letrero del alquiler...─ hasta entonces el detective dejó de teclear, lentamente giró su cabeza hasta ver a John y lograr enfocarlo en medio de tanto humo. John le sonrió, una sonrisa que le prometía que todo estaría bien, que él le devolvería a Aidan fuera como fuera, y entonces Sherlock sonrió a secas, la primera sonrisa que había tenido desde que le habían arrebatado a su hijo.

─Me... Alegro, John.─ comentó al final el rizado antes de reanudar su atención al ordenador. John dejó escapar su aliento, había estado conteniendo la respiración por el mínimo lapso de tiempo que duró el silencio y ahora se sentía sumamente agradecido de esa respuesta por parte de Sherlock. ─Será bueno tenerte de nuevo cerca, la señora Hudson me va a volver loco...

─ ¿Te molesta si empiezo por recoger un poco este lugar? Pareciera que un vago vive aquí y no un detective...

─No te fijes en la basura, la mayoría son cosas de suma importancia.─ apuntó Sherlock.

─Claro, como esta envoltura de caramelo... Ya, entiendo.

─Ese caramelo se lo comió Andrew Garden. Un asesino potencial, si no tuviera tanto apego por su madre...

─Bien, pero te advierto que te olvidarás de los cigarros. ¿Entendiste?

Cuando John dejó Baker Street para comenzar con su nada elaborado y mal pensado plan para devolverle a Aidan a Sherlock, el detective ya estaba mucho mejor. Al menos había comido una manzana y bebido una taza de té. El doctor no tenía la menor idea de cómo empezar, así que se decidió a pedir ayuda a Lestrade.

─Pero... ¿Cómo quieres regresarlo?─ el inspector estaba bebiendo un vaso de café cuando John arribó en su oficina, muy estresado como para detenerse en amabilidades.

─No lo sé. Es por eso que necesito tu ayuda.

─ ¿Y yo qué puedo hacer? ¡No es mi división!

─ ¡Lestrade! ¡Hablamos de Sherlock! De nuestro mejor amigo... Ése que ha arriesgado el pellejo por nosotros en innumerables ocasiones...

─Entiendo, John. Nada me haría más feliz que poder ayudarte, pero... ¡No tengo idea de cómo! No tengo un plan que no involucre el rapto, y eso sólo le traería más problemas que beneficios...─ John se hundió en su asiento. ─Lo que puedo darte es el nombre del orfanato en donde ubicaron a Aidan. No está lejos de aquí, quizá puedas visitarle y... No lo sé.

─Da me la dirección, quizá encuentre un poco de luz si lo vuelvo a ver.─ Lestrade asintió a la petición del doctor y sacó de una base de datos el nombre y dirección del orfanato. John no dudó en encaminarse hacia allá. Algo le decía que Sherlock debería de estar acompañándolo en esa travesía, pero sabía también que el detective no soportaría ver al niño en una casa, abandonado.

Así que John llegó solo al Orfanato St. Raphael's, una punzada de dolor le abrumó la razón por un momento al ver las paredes grises del edificio que se alzaba ante él. Le dio la bienvenida una amable mujer que lo invitó a pasar. Dieron un recorrido ameno en el jardín del frente.

─Dígame... ¿Está interesado en adoptar?─ la pregunta sacó a John de contexto, atinó a negar con la cabeza. ─ ¿No? ¿Entonces qué hace en un orfanato?

─Yo... Bueno, yo no quiero adoptar, es mi amigo...─ aclaró el doctor tratando de sonar convincente. No preguntó por el chico directamente, pues pensó que resultaría contraproducente. La mujer adquirió un gesto de comprensión y sonrió.

─Ya lo veo, ¿y su amigo no se ha atrevido a venir?

─Es un poco... Indeciso.

─Ya lo veo...

─Me gustaría saber qué se necesita para iniciar un trámite de adopción, digo... Quizá con la información se anime a dar el primer paso...─ John trataba de bromar, aunque no lo deseara, la mujer (que después supo, era la directora del orfanato) sonrió y se puso de pie después de haber permanecido sentados en una banca cerca de la fuente central.

─Acompáñeme a mi oficina, señor...

─Watson. John Watson.

─Watson, por favor sígame.

John tuvo que sacar valor de toda su reserva para no mostrarse ni un poquito nervioso mientras cruzaba los jardines hasta entrar en un lúgubre pasillo recibidor que los condujo hasta la dichosa oficina de la directora. Ahí le explicó por casi media hora todo lo necesario para iniciar un trámite de adopción seguro y unos tips que asegurarían la aceptación de la solicitud. John salió del orfanato con un único objetivo en mente: buscarle una esposa a Sherlock Holmes.

No supo cómo llegó al periódico y ni supo cómo terminó de postear el anuncio que pondría a Holmes de cabeza: "Se busca actriz que sea capaz de interpretar a una esposa de un tipo bastante difícil. Es para una buena causa. Mayores informes y "casting" en el 221B de Baker Street. Preguntar por John Watson".

Bien, el primer paso para cumplir los requisitos estaba hecho, sólo faltaba esperar a las pretendientes. Que John deseó con todas sus fuerzas, no fueran muchas.

Momento para comentar su sensual nombre si quieren ser una de las pretendientes a esposas del señor Holmes. Recuerden que será para una buena causa y el susodicho es un tipo de carácter bastante difícil. Comentar bajo su propia responsabilidad de lo que les tocará en el siguiente cap. ¡Muchas gracias por su apoyo! :3 

El hijo de Sherlock HolmesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora