La entrevista

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Es más que obvio que las cosas habían cambiado radicalmente aquella noche y que el Ópera House parecía haber sido el único testigo. No hubo más palabras, ni declaraciones empalagosas de amor; hubo confianza, era como si el sueño que ambos tenían por fin se hubiera materializado en la vida real.

John nunca se puso a pensar cómo sería Sherlock como pareja sentimental, pero está demás decir que superó sus expectativas. El detective fue atento en todo tiempo, como si aquel anillo (que no le quedaba y llevaba en un bolsillo allá a donde fuera) tuviera que pagarlo de alguna manera.

La señora Hudson no tardó en darse cuenta de todo. O al menos de intuirlo.

Y es que tampoco los hombres eran demasiado discretos. Sherlock estaba de muy buen humor (a pesar de todo, a pesar de lo ocurrido con Aidan), se mostraba juguetón y su mirada comúnmente glacial, ahora estaba de ilusión. John, por su parte, aprovechaba el menor momento para tomar la mano de Sherlock, de acercarse a él, abrazarlo, acariciarlo...

Es normal que Hudders se los topara en alguno de estos momentos. Y también es normal que se topara todos los días con la cama de John hecha, como si nunca durmiera en su habitación.

Y ella, que por mucho fue la primera en sugerir una relación entre ellos, se sintió inmensamente feliz. Sherlock era para ella como un hijo, y John siempre había sido como su yerno. Supo que este era el punto en el que Sherlock comenzaba a conocer la felicidad de verdad, la que todo humano se merece, y que, si estaban de suerte, lo haría cambiar para siempre.

John no se tardó nada en agendar una cita para empezar con los trámites de adopción de Aidan con la directora del orfanato. Sherlock se levantó muy nervioso la mañana en que tendrían la primera entrevista, creo que está demás aclararles que ellos ya dormían juntos.

—Sherlock, solo cálmate, ¿quieres? —ellos no eran cursis, no se llamaban por apodos, Sherlock se hubiera amputado la lengua antes de hacerlo. John se encontraba sentado, bastante calmado, en el comedor; bebiendo una taza de té y comiendo tostadas. —Solo déjame hablar a mí, ¿de acuerdo?

—Pero, ¿qué pasa si esa mujer cree que soy una mala persona? —Sherlock no había probado bocado, nada curioso tratándose de él, John sonrió. Sherlock se relajó un poco, siempre se calmaba cuando veía sonreír a John; era como una promesa de que todo iría bien.

—No eres una mala persona, no pienso en nadie que pueda educar mejor a ese niño que tú...

—Y tú también— acotó Sherlock rápidamente. John volvió a sonreír.

—Nosotros. Así que relájate y déjame hablar a mí, ya lo tengo todo previsto. Y si tomo en cuenta los consejos de la psicóloga, todo irá bien.

La señora Hudson se quedó a cargo de Rosie, mientras el detective y el doctor se apresuraron a su cita. La directora los recibió con una amplia sonrisa, reconociendo a John y conociendo a la misteriosa pareja que él se había empeñado en ocultarle.

Como lo habían acordado, Sherlock no abrió demasiado la boca, John dijo que el detective llegaba a fastidiar las cosas cuando decía algo, así que le convenía mantenerse al margen esta vez. Sherlock, aceptó a regañadientes.

—Así que, ¿cuánto tiempo llevan juntos?

—Unos años— comentó John. —Una vida, pareciera.

—Me imagino, ¿cómo se conocieron?

—En un hospital— musitó Sherlock. La directora se mostró interesada de inmediato. —Fue muy curioso, yo buscaba un compañero para poder pagar el piso y llegó él y...

El hijo de Sherlock HolmesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora