Una propuesta indecorosa

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Sherlock estaba sumido de nueva cuenta en una invisible depresión que intentó cubrir con trabajo arduo y constante. John, por su parte, estaba muy ocupado intentando resolver "su asunto", como bien se había engañado en llamar a su posible atracción hacia el que hacía dos días había considerado su mejor amigo... ¿Y ahora? Mejor de eso no hablamos.

─Y... ¿Qué piensas hacer entonces?─ cuestionó Lestrade después de mantenerse en silencio durante el relato desbocado y desesperado de John. El doctor alzó la vista hasta toparse con la inquieta mirada de Greg.

─No tengo idea...

─Si te sirve de algo, yo los apoyo... Quiero decir, creo que todos esperábamos así desde hace tiempo y...─ Lestrade se calló cuando vio la mirada enfurecida de John. ─A lo que me refiero es que no está mal, John... ¡Ya no vivimos en el siglo pasado!

─Sé a lo que te refieres... ¡Eso no es lo que me tiene tan mal! ¡Lo que no entiendo es cómo demonios pasó! Yo siempre fui... YA sabes...

─Heterosexual...

─Exacto.

─O mejor dicho... Tú te considerabas hetero, otra cosa muy distinta es que lo fueras...

─ ¿Se te olvida que contraje matrimonio y procreé una hija?

─No se me olvida. Lo que tú te estás perdiendo es algo muy sencillo llamado bisexualidad. ¿Te lo has planteado?

─Desde hace dos noches... No he dormido bien por estar dándole vueltas al asunto.

─ ¿Y por qué le das tantas vueltas? Sherlock está más soltero que Anderson, y estará así por el resto de su vida si no eres tú el que lo saca del hoyo. Tú eres viudo, y mira, conocí a Mary muy bien como para decirte que ella no estaría del todo "decepcionada", sino todo lo contrario...─ John se quedó pensando al respecto por unos minutos, Lestrade volvió a romper el silencio: ─En mi opinión, Rosie y Aidan no podrían tener a mejores padres que a ustedes.

Y con esa sentencia, John fue directo al Club Diógenes para charlar muy seriamente con Mycroft, no sabía cómo iba a reaccionar el mayor y el supuestamente "más frío" de los hermanos Holmes. John tuvo que esperar para poder ver al pelirrojo, lo que lo puso aun más nervioso.

─Por amor a Dios, John, contrólate...─ se dijo a sí mismo en voz alta.

─ ¿Ahora habla solo, doctor Watson? ¿No será que mi hermano le está contagiando su demencia?─ interrumpió Mycroft entrando a la sala de juntas. John se giró y lo encaró sin miramientos.

─Ya tengo los nombres para el Acta de Matrimonio...

─ ¿Ah sí?─ Mycroft se pasó detrás de su escritorio y tomó asiento con total relajación. ─Creí que el casting había sido todo un desastre.

─Lo fue. Sin embargo, ya hay nombres para esa Acta...

─Claro está, uno es el de Sherlock y el otro es el de...

─Mío.─ John escupió la palabra como si estuviera promulgando una maldición. Mycroft, sin embargo, no se mostró sorprendido. ─ ¿No dices nada?

─Digo que era cuestión de tiempo, doctor Watson. Creo que todos en el mundo sabíamos que pasaría esto, a excepción de usted y del mismo Sherlock, que si lo conozco bien, se irá de espaldas cuando usted le comunique la noticia... Que puedo deducir sin esfuerzo, no le ha dicho absolutamente nada.─ aclaró Mycroft con el gesto tranquilo. John se tuvo que sentar antes de que las piernas le flaquearan y se desmayara ahí mismo. ─Siempre pensé que mi hermano era algo así como asexual... Pero claro, esa teoría se me derrumbó cuando apareció usted en su vida. Sherlock es homosexual. ¡Pero, caramba, es Sherlock! ¡Él primero se arrancaría la lengua antes de aceptar semejante cosa! ¿No lo cree? En cuanto a usted, estimado Watson, me sorprendió que contrajera matrimonio, pero claro Sherlock tuvo toda la culpa en ese aspecto... No tenemos que recordar los hechos que lo arrastraron a usted al matrimonio... ¿Se ha preguntado qué hubiera pasado si Sherlock no hubiera fingido su muerte y se hubiese ido por dos años?

El hijo de Sherlock HolmesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora