3~ Descubrimientos amargos

59 11 17
                                    

La profesora empieza a contarnos.

—Trece, catorce y... quince. —Me mira como si quisiera consolarme. Somos dieciséis en clase. Éramos dieciséis en clase.

David me abraza y la Señorita Carmen empieza a preguntar si hay alguien herido. Veo que salen más alumnos de la escuela. Son pocos, lo que indica que han muerto o han quedado atrapados muchos en las ahora ruinas del instituto.

Luego de lo que me parece una eternidad, aparecen varias ambulancias en lo que antes era el patio, que ahora está lleno de piedras y trozos del tejado. La gran mayoría de los coches que había aparcados están destrozados y veo que en uno estaba el profesor de plástica dentro, por lo que ha quedado aplastado. Cierro fuerte los ojos, ese profesor era uno de mis favoritos y le ha pasado lo mismo que a mi mejor amiga.

Ellos no habían hecho nada malo, así que, ¿por qué? ¿Por qué han tenido que morir? ¿Por qué le han arrebatado la vida sin ningún motivo? ¿Por qué? Empiezo a llorar otra vez y David me abraza más fuerte. Si llega a morir el también, no sé como lograría pasar esto.

Unos hombres nos dan unas mantas y nos meten en una ambulancia. Nos dicen que nos van a llevar a un hospital.

—Pero... ¡Necesito saber si mi madre está bien! —Le grito a uno de ellos. Esta situación está pudiendo conmigo.

—Tranquila, al llegar allí la buscaremos. Pero primero necesitamos poneros a salvo. —Me responde pacientemente. Ahora siento haberle gritado, él sólo intenta que no haya más muertes.

Me duermo en el hombro de David mientras la ambulancia se pone en marcha hacia el hospital. Sueño con Sara, con la situación que teníamos todas las mañanas, su pregunta de siempre: "¿Qué tal el día?", mi respuesta de "Odio mi vida"... Era tan ingenua, sólo han pasado unas horas, pero ya veo lo estúpida que era. Tenía una vida perfecta, unos mejores amigos que me apoyaban en todo, una madre que me cuidaba, una casa cómoda y hogareña... Y, de golpe, me han arrebatado todo. No sé si mi madre está viva y Sara... ha muerto. Sara...

Me despierta David al llegar al hospital y tengo lágrimas en los ojos. Nos llevan a una habitación juntos, ya que yo me niego a separarme de David, no quiero perderlo a él también. Viene una enfermera ha preguntarnos si nos duele algo o si tenemos algún problema y negamos con la cabeza. Nos pregunta nuestros nombres y los apunta en una lista.

—¡Espera! —hago que se pare antes de salir de la habitación— ¿Está Marta Álvarez aquí? Es mi madre.

Ella revisa su lista y niega con la cabeza mientras va pasando las hojas.

—No la tengo apuntada, a lo mejor está en otra planta. Preguntaré a mis compañeras. Vosotros relajaos, dejádmelo a mí.

Yo suspiro y me acurruco en el abrazo de David.

—Tengo miedo.

—Yo también. —me responde, melancólico.

—¿Y si está muerta? ¿Que haré a partir de ahora?

—Tranquila, estará en otra planta, aquí sólo tendrán a los alumnos de las escuelas. La encontrarán.

—Vale..., gracias David. Gracias por estar siempre ahí, antes no sabía valorarlo. Creía que mi vida era un asco, pero era perfecta. Os tenía a ti y a Sara —suspiro— y no supe aprovechar los momentos. Ahora Sara ya no está... —empiezo a llorar de nuevo-– No sé que hacer.

—Tranquilízate, yo sigo estando aquí y no te dejaré marchar. Ni me iré yo tampoco. No voy a dejarte sola. Superaremos esto juntos.

Lo miro y veo que él me mira con cariño, pero con lágrimas en los ojos. En este momento me doy de cuenta de que él también ha perdido a su mejor amiga y tampoco sabe donde y como está su familia. Lo abrazo aún más fuerte y él me regala una sonrisa cansada.

La enfermera nos despierta, nos hemos dormido abrazados.

—Sofía, la hemos encontrado.

—¡¿Qué?! ¿Dónde?

—Está en la cuarta planta, habitación 413.

—Gracias,muchísimas gracias.

—¿Vamos? —me pregunta David cuando la enfermera se va.

—Vamos.

Nos dirigimos hacia la habitación que nos indicó agarrados de la mano. Llegamos y abro la puerta, por fin podré volver a verla.

Me quedo en shock.

Está enganchada con unos tubos a una máquina que la ayuda a respirar.

Con los ojos cerrados.


Está en coma.

La vida de una adolescente clichéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora