Camino a la soledad

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Capítulo IV:                

Despertar de ese recuerdo sin que ninguna lágrima corriera era casi imposible. Una lágrima lenta recorría su mejilla, aun le dolía mirar su infancia y todo lo que sufrió .

—Sabía que me necesitabas, no hubieras podido seguir sin mí, la herencia que recorre tus venas solo yo puedo contenerla.— ese susurro volvió a aparecer, y esos ojos no dejaban de mirar a Jack sentado, quieto en la ventana. —no soy tan malo como crees...— jack lo buscó, buscó su rostro en la oscuridad y no veía nada más que esos ojos oscuros y ausentes de vida.

—¡¿Cómo te atreves a decir que no eres el malo?! ¿Ah?— una carcajada llena de ironía salió del chico pálido — me arruinaste la vida, tú y tú maldita obsesión por volverme loco, ¿es que acaso no ves?, mírame. Nadie quiere estar a mi lado por tu maldita aura y tus malditos pensamientos macabros que no paras de hacer llegar a mi mente— el chico se levantó alterado de la ventana y fue en busca de esos ojos

—Así me gusta verte; lleno de poder, lleno de furia. Mira lo grande que eres; no reprimas tu ser.

—¡cállate de una maldita vez! Por tu culpa todos se alejan, por tu culpa los que me rodean me dejan solo, me tratan como un desquiciado... No conozco la amabilidad de nadie, mis padres están conmigo porque me temen ¿crees que eso es lo que quiero?— a medida que fue hablando, jack fue menguando el tono de voz, y su pregunta fue casi inaudible.

— No soy tu enemigo Jack, incluso cuando no estaba todos te dejaban solo. Mi función es solo controlar, controlar tus emociones.  Las buenas o las malas, lo demás depende de ti querido.

Jack confundido se acerca más y más a esos ojos y de un momento a otro, lleno de rabia y con una velocidad sobrehumana, lo toma del cuello y lo estampa contra la pared y al fin puede ver el rostro de ese ser que no sale de su cabeza.

Era pálido, era hermoso; tenía unos ojos que le sentaban con la dureza de su rostro, facciones muy marcadas, mandíbula muy varonil y perfecta, su cabello era oscuro igual que sus ojos, tan oscuro que parecía hacer una sombra en ese rostro tan blanco que poseía.

Jack estaba sorprendido, estaba anonadado no sabía qué hacer. Aún sostenía el cuello de aquel ser, era él; tenía en sus manos su mismo rostro, era como estar frente a un espejo.

Salió de su impresión y soltó suavemente al otro Jack, pero de ojos negros. No dejaba de mirarlo

—Te dije que no era un enemigo, no soy más que una oscura versión de ti, la única que puede hacerte fuerte— y sin más desapareció frente a Jack y este cayó al suelo más confundido que nunca.

Invadido Por La Locura Donde viven las historias. Descúbrelo ahora