Empezando a Amarte

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Se conocieron cuando se estaba llevando a cabo la competencia de los Cuatro Continentes. Emil había ido como debutante senior con 16 años recién cumplidos. Michelle tenia 20 y tenía una muy buena racha esa temporada.

El checo recuerda haberse quedado embobado viendo su interpretación. Y Michelle se sorprendió con la destreza del rubio. En la fiesta después del evento mantuvieron una charla amena. Emil descubrió que el italiano no era muy social y Michelle secretamente disfruto de la alegre espontaneidad del checo.

A partir de entonces jamás veías a uno sin el otro, en tanto compartieran pista. Aunque la actitud del joven de ojos violetas era irritante para con el de ojos azules, siempre tenía una sonrisa y un abrazo a la hora de despedirse de Emil cuando llegaba la hora de volver a sus respectivos países.

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  —Vamos por unos tragos, Emil. —la voz apagada de Michelle se colo en la habitación del checo apenas entro en ella.

—Claro, Micky. Pero... —el ojiazul lo miro preocupado,— ¿porque esa cara?

  —Aquí no, Por favor. —la mirada suplicante del italiano, apremio a Emil para tomar su campera y salir rápido del hotel.

 Estaban en Barcelona, la final del Grand Prix ya concluida y el banquete había sido la noche anterior. Michelle habia acudido  junto a su hermana y el checo, pero no pudo beber nada por culpa del ruso mayor quien emborracho a su prometido para que bailara de nuevo. Fue divertido, no lo negaría, pero necesitaba un trago o explotaría en llanto.

Caminaron por unas cuantas calles antes de entrar a un  bar que llamo su atención. El ambiente tranquilo y la suave música los alentó a tomar una apartada mesa para mayor comodidad. La camarera tomo su pedido y, tras unos minutos de cómodo silencio, les dejo sus tragos con algunos snacks.

  — ¿Bien, me dirás que pasa o tengo que adivinar? —la cálida sonrisa del ojiazul cautivo por unos segundos al italiano. Quien sacudió un poco su cabeza para despejarse.

  —Me duele estar tan distante de Sara. —soltó el ojivioleta, frustrado consigo mismo.

  — Oh, Micky...—lo miro enternecido—, por supuesto que si. Recién están tomando distancia. Va a ser difícil al principio, pero veras que todo sera mejor conforme pase el tiempo. 

La dulce y comprensiva sonrisa de Emil calo hondo en el pecho de Crispino y, sin darse cuenta, lanzo un comentario que llevaba bastante tiempo en su cabeza.

  — ¿Por qué eres tan bueno conmigo si yo no siempre te trato bien?—su voz sonó culpable y apagada.

Emil se sonrojo y bajo la mirada a su vaso. Su cabeza y corazón peleando por decir o no su secreto mejor guardado. Tal vez... 

  —No se que seria de mi si no estuvieras... Gracias, Emil. Siempre has estado allí para mi. —las manos del moreno tomaron las pálidas del checo. Ambos corazones retumbando cual tambores. Emil no daba crédito a la bella sonrisa que le era dedicada—. Con Sara perdimos a nuestro padre siendo muy pequeños, y cuando te conocimos solo había pasado unas dos semanas de la muerte de nuestra madre. Fuiste un gran pilar para que no cayera en la desesperación, siempre sacándome sonrisas y carcajadas... Cuando metía la pata con mi hermana, eras tu quien me hacia recapacitar; cuando el peso era muy grande para mi ahí estabas tu para sostenerme: Gracias, en serio, no cualquiera lo hubiera echo. Te debo tanto...

—No.. Micky... —las lagrimas se derramaban de sus ojos, conmovidos por las palabras de su amigo,— no tienes que agradecerme, cualquiera lo habría...

 —No, Emil. —le sonrió dulcemente secando su rostro con delicadeza,—la gente es cruel, no les importa los asuntos de los demás. Y yo tuve la suerte de conocer alguien con un corazón de oro así que... Gracias. 

Michelle se levanto un poco de su asiento y planto un beso delicado en la mejilla de su amigo. Emil cerro los ojos disfrutando del aroma de su querido italiano sintiendo unas mariposas salvajes revolotear en su estomago y sus mejillas encenderse como nunca. El gesto duro unos cuantos segundos hasta que el ojivioleta volvió a su lugar mirando divertido el rostro ajeno.

 — Te ves adorable, Emil. —y soltó una carcajada alegre que volvió a la realidad al otro. 

— Es que ¡Micky! Jamas habías sido tan lindo conmigo, estoy feliz. —sus ojos brillaban tanto que el italiano se perdió por unos minutos en ese mar de estrellas.

 — ¿Ves porque tengo que agradecerte, entonces?  Y disculparme por ser tan grosero contigo, en serio lo siento. Eres mi único amigo y te trato así... —bajo la cabeza apenado, sin ver la mueca triste que se formo en el rostro ajeno al escuchar la palabra amigo.

— ¿Que tal si te perdono, acepto tu agradecimiento y sanjamos el tema?  —le propuso para que no se notara su dolor. De nada sirve que le digas nada, el no te corresponderá...  fue el funesto y certero pensamiento.

— ¿Sebes, si sigues así... me terminare de enamorar de ti? —le dijo con un suspiro—. Probablemente seria lo que necesito, depositar mi amor en alguien en quien confió con mi alma y se que no va a dañarme.

Emil podía escuchar los acelerados latidos de su corazón contra sus oídos, como si en cualquier momento este se fuera a salir de su pecho. Tenia una mezcla rara entre felicidad, miedo, expectación y nervios ¿acaso tendría un infarto?

Micky no puede ser tan inocente ¡¿es que no se da cuenta de lo que sus palabras logran hacer en mi?! Me voy a volver loco, si no hago algo... tal vez esta sea mi oportunidad.

 —Michelle. —el rostro del checo se volvió serio, alertando al otro—. No se si es correcto que haga esto en un momento así, pero explotare si no lo hago. —Emil se levanto de su lugar y se sentó al lado del italiano, quien lo miraba extrañado y curioso—.  Siempre te he amado, desde aquel día en que me sonreíste por primera vez hasta este mismo instante en donde tus ojos acumulan las lagrimas que te empeñas en no soltar. —le acaricio la mejilla derecha mientras apretaba las manos ajenas con la izquierda —. Amo cada parte de ti, tus gruñidos al espantar a un nuevo pretendiente de tu hermana; hasta la tímida carcajada que lanzas cuando aun no entras en confianza pero que aun así es autentica.

—E-Emil...  —el ojivioleta estaba conmovido, la forma en que el otro lo trataba mientras le decía todas esas cosa, el brillo astronómico de esos ojos al mirarlo ¿Como no pudo verlo antes? ¿Como quedar indiferente ante algo tan bonito? Michelle no era dado a cursilerías, pero Emil siempre lograba desmoronar su forma de ser. Volviéndolo una persona diferente ¿Acaso estaba ya enamorado, y recién ahora se daba cuenta? La respuesta parecía ser afirmativa.

 —Michelle Crispino ¿me dejarías ser tu novio?

 —Si.

Esperando por tu Amor -Emicky-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora