Cuarta Parte

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Los siguientes recuerdos llegan a mi como ecos, retumbando en los rincones de este lúgubre manicomio; se mezclan con los gritos y las risas, gorgoteando palabras insanas y memorias sin rumbo. Descubro, como si de una revelación sabida con antelación, que los gritos provienen de mi propia garganta. Pero no es mi voz, es la voz de la sombra; las risas no son mis risas, son burlas crueles de la sombra. Se mofa de que mi alma morirá antes del próximo albá.

El tiempo es corto ahora y la historia por contar aún se encuentra lejos del final. Quizá esta verdad jamás la sabrán todos los hombres que antaño fueron mis seguidores, los que me llamaron héroe. Mi memoria dice que las cosas pasaron así, pero un fragmento de mi alma sabe que hay grandes mentiras encerradas dentro de este relato.

Por fin los pasillos han quedado sumidos en el silencio. Este lugar, que no hace muchos días estaba repleto de sonidos en su mayoría horrorosos y mortuorios, quedara despejado de toda vida cuando llegue mi muerte.

Los hombres de las batas se han ido y no volverán jamás. Esta mañana se mesclaron con la sangre y con los gritos, llevándose consigo la poca cordura que tenía bajo mi control. Me detuve cuando era demasiado tarde. Los ecos de sus cabezas, impactando contra el suelo, aun suenan por estos sucios pasillos.

Condenado a la muerte, la palabra misma me es poca cosa. El miedo se convirtió en esperanza de que la sombra corra mí mismo destino, pero esas esperanzas son vacías y sin fundamento...

EcosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora