Octubre 22.

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Anoche visité aquel bar que suelo frecuentar cuando estoy aburrido. El entretenimiento para ese día estaba por empezar, la noche era joven. Yo me encontraba sentado junto a la barra del lugar con un vaso de whisky en la mano derecha. Lo único diferente a todas las otras noches que había asistido, era que el ambiente estaba más relajado de lo habitual, había menos gente. Pero aún así pensé que ese día sería nada más que lo mismo, obviamente estaba equivocado.

A las diez menos quince minutos la puerta del bar se abrió de par en par, no pude ignorar el hecho de que algo había llamado mi atención. Levanté la mirada dirigiéndola hacía el objeto de mi distracción. Ahí fue la primera vez que le miré. Sentí como mis ojos se abrían de par en par hasta más no poder. La visión era divina, me iluminaba el panorama de una manera increíble. Nunca, en mis 22 años, había visto algo igual. Le seguí con la mirada sin pararme a pensar que pasaría si me mirara. Al principio creí que era una alucinación a causa del alto nivel de alcohol en mi organismo, claro ya estaba alucinando ángeles. Pero en un instante esa teoría desapareció, su sonrisa se cruzó con mi mirada, sin inmutarme continué mirándole.

Cabellos rojizos y largos hasta por la cintura, esa cintura fina y delgada que me invitaba al pecado. Seguida deliciosamente por esas pequeñas y frágiles caderas. Mi estómago se revolvió. Por momentos creí sentir que me miraba y sin otra cosa en la cabeza, queriendo escapar, salí del bar.

"Diario de un pecador."Donde viven las historias. Descúbrelo ahora