Lo que yo se y tu ignoras.

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- Mido... Midorimacchi - Susurró el rubio omega intentando cerrar las piernas por el placer que recibía por parte de su pareja , el peliverde había acomodado las estilizadas y lampiñas piernas de su menor al arrodillarse y poner sobre sus hombros estas, lamiendo así esa pequeña y algo rosada entrada, ¿Rosada, por qué?, porque pese a haberlo desvirgado hace una semana, quería que este se "acostumbrara " con sus encuentros diarios en esas vacaciones.


El rubio se removía por el tremendo placer de sentir la lengua de su alfa en su ya dilatada entrada, por Kami-sama que no le eran necesarias más delicadezas, quería sentirlo dentro y lo hizo notorio al apartar la mano del mayor que sostenía su entrepierna y cubrir su anillo muscular con su mano libre, volteó a verlo con los ojos algo vidriosos y las mejillas encendidas. Apenas logró susurrar con un ligero y chillante tono. -"Tomame" -


Eso fue suficiente para que el mayor se abriera la bata que traía mostrando así su torso bien trabajado que tanto le gustaba a su mejor y dejando ver su erección, la cual sintió punzar al contacto con el aire y más cuando la acomodó en la entrada ajena, gruñó por su parte animal al sentir como su glande era succionado por aquella cavidad.


- Estas muy atrevido Kise - Habló con una voz dominante que recién el rubio conocía, al ver como el susodicho bajaba sus caderas para albergar su hombría, no queriendo quedarse atrás se puso de pie y jalándole de los muslos terminó por atraparle de las caderas, alzándole y terminando por empalar a su menor, el cual chilló y arañó su espalda al tiempo que rodeaba las caderas del mayor con sus piernas para no caer, era la unión perfecta. Midorima supo que ese rubio era la pareja que la madre naturaleza creo para el, lo sentía por como su corazón latía como loco con solo escuchar su nombre, cosa que no sentía con el que decían era su esposo, del cuál ni su nombre recordaba en esos momentos.

- Ya puedes moverte - Susurró el omega enroscando sus brazos en el fuerte cuello de su hombre, susurrando con esa voz dulce y pasiva a su oído, el cual lamió. Mentira sería no decir que el modelo puso los ojos en blanco, que sus orejas y cola no salieron o que no encajó sus garras en los hombros del peliverde.


El mayor estaba algo molesto consigo mismo por pensar en cierto pelinegro cuando tenía a su adoración entre brazos. Su actitud pasiva combinada con los apretones que le daba a su polla le dieron la sensación de fuerza y coraje. Alzó al rubio dejándolo caer con una fuerza brutal sobre su falo, a la vez que empujaba con su pelvis para volverlo a subir y soltándole para repetir el proceso. Embestía constantemente con su glande, en su punto dulce y por ende tenia en vivo la más melodiosa sinfonía de puro placer. Las paredes anales de su adoración le quitaban el aliento pues estas se cerraban con fuerza e inclusive parecía desesperado cada vez que entraba en él, como si quisiera tenerle dentro solamente. Sentía la succión y eso le volvía aún mas rudo, su parte animal proclamaba por ese tierno omega entre sus brazos, aquel que se había vuelto tanto el amor de su vida como el dueño de todo lo que tenía y era. Joder que verlo así era demasiado para él, como pudo le llevó contra la pared más cercana y lo bajó de sus caderas con cuidado, entrelazando sus dos manos las alzó sobre su cabeza.- Mírame -Gruñó pegando su frente al menor viéndose obligado a inclinarse por la diferencia de estatura. - No cierres los ojos Ryota -


El nombrado sintió que se le escapaba su último suspiró al escuchar su nombre de esos gruesos labios.
-Quiero ver tu rostro al correrte.- El rubio intentó asentir y mantener sus ojos abiertos para ver esas cuencas preciosas, pero no pudo sostenerle mucho la mirada, porque solo fueron minutos donde topacio y esmeralda se juntaron y antes de sentir como el menor se corría entre ambos, gimió con suavidad, ya que no pudo obedecer del todo pues al correrse cerró con fuerza sus ojos derramando algunas lágrimas de placer.

Hogar, dulce hogar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora