Huele a preña, huelitas en camino y lagrimas parte II

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Bien Akashi-sama ahora por favor usted y Himuro-san pueden descansar un poco. – el pelirrojo suspiro dejándose abrazar por su esposo, viendo como el fotógrafo que hasta hace poco les decía que hacer, les daba las gracias por posar para la revista de empresarios como la pareja más prolífera en el mundo de los negocios y sorpresiva mente porque eran pareja destino, sintió como su alfa beso con dulzura su cuello, diciéndole luego que debía ir al servicio y el con algo de disgusto le soltó la mano, amaba verlas entrelazadas, aun así nadie quería un accidente por lo que le dejo partir, se perdió en la figura de su pelinegro que caminaba con total estilo e imponencia. Rayos, su celo estaba cerca y cualquier movimiento del otro le parecía perfecto. - Akashi-sama, eso será todo por hoy, solo queda la entrevista en vivo para mañana, la mandamos a agendar con su secretaria, ¿está bien la hora? – Akashi no tenía idea como pocas o casi nunca en su vida, siempre era así, cuando se perdía en su mundo era por culpa de su esposo, antes había escuchado un poco de la conversación así que asintió y volvió a desviar la vista, molesto. Había sentido el aroma del ojo gris y no lo tenía sosteniendo su mano, le busco con la vista y frunció el entrecejo porque veía como una asquerosa beta peli castaña le sonreía de forma coqueta, Himuro como todo el caballero que era solo asentía, se veía realmente incomodo, aun así se estaba poniendo celoso de ambas maneras así que camino con toda la postura de un Akashi y extendió su mano a su esposo posándose a un lado de la beta cualquiera esa que solo pudo dar unos pasos a un lado viendo como Himuro tomaba la mano de su esposo, el del lunar veía con adoración y un brillo especial al omega, tomo esa pálida mano y la beso entrelazando ambas manos al final.-

Akashi, debemos irnos, prometí cocinarte tu cena favorita. – el nombrado sonrió con gracia haciendo más fuerte el agarre de sus manos, el transcurso a su casa fue demasiado rápido para ambos, que no soltaron sus manos y se mandaban miradas coquetas de vez en vez, mientras el mayor le robaba algunos besos a su hembra. Cuando el auto se detuvo el ojigris no espero a que el chofer les abriera él lo hizo a su pequeño y lo guio hasta dentro de su hogar, aun que ellos no quisieran tenían que guardar cierto prestigio y su hogar era una mansión, no muy grande pero lo era, el alfa quería estar con su pequeño tigre a solas por lo que despacho muy temprano a la servidumbre, dejo a su pequeño en la sala y el luego de sacarse el saco y la corbata remango sus mangas. – No pienso tardar, solo aguarda un poco.

-Akashi no era tsundere o algo parecido como su mejor amigo Shintarou, solo que no estaba muy acostumbrado a las muestras de amor por que su padre alfa era muy seco y perdió muy joven a su madre omega, aun así lo sabía, sabía que veía con tal devoción a su pareja, se reflejaba su mirada brillante en la del otro, así que sin más asintió con algo de energía no pudiendo contenerse frente a el, le vio irse luego de que el otro le mando un beso, el león omega estaba enamorado y podría jurar que su parte animal rodaría de alegría con ese pequeño pero dulce acto, cuando se encontró solo en la estancia tomo la corbata del mayor besándola, si eso se podría decir cuando la paso por sus labios de forma tan lenta, como disfrutando de eso, su Himuro, solo suyo y siempre seria así, con ese pensar y llevando la prenda a su nariz cerro los ojos y recordó su pasado. –

*Recuerdos de Akashi*

-Los días bajo el mando de su padre siempre eran de color gris, tanto para el por ser un omega en una familia de alfas, tanto como para su madre por no poder darle un heredero digno a la dinastía Akashi, pero pese a todo ello el pequeño heredero era feliz descubriendo la vida junto a su madre, ella pese a no faltarle nada siempre era sencilla y humanitaria, pero sobre todo amaba a la humanidad y aún más a su vástago cachorro de león, pero lo bueno dura poco y eso el pequeño omega lo supo a corta edad cuando luego de ser arropado por su madre al día siguiente no fue a despertarlo, lo que le despertó fue mucho ajetreo y es que su madre ya no había despertado, sabía que la salud era inestable, pero siempre le despertaba con una gran sonrisa... lo peor de todo fue que ya no habría un "después".

Hogar, dulce hogar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora