Capítulo 1.

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"¡No pienso ir a un internado! ¿Estás loca?" Grito a mi madre mientras tiro los cubiertos bruscamente contra la mesa. No le doy importancia a la comida cuando salpica por prácticamente toda la cocina con mis pequeños puños golpeando a los lados del plato. ¿Cómo se atreve mi madre a pensar que me puede llevar a un internado?, o peor, ¿cómo cree que voy a dejar que me lleven? No sé como son exactamente estos casos, pero sí me espero a muchos fracasados rondando por ahí y yo tendré que convivir con ellos. En cualquier caso, yo muchas veces pienso que también soy una fracasada.

"Sí Samantha, ¿acaso no me has oído? Irás. La semana que viene te vienen a buscar. Lo siento, es lo que hay. Tu comportamie-"

"¡No!" Grito de nuevo interrumpiendo a mi madre antes de salir corriendo por la puerta. Me pongo las primeras playeras que veo y salgo a la calle para intentar asimilar todo esto. Empiezo a caminar mientras como mi chicle. Siempre tengo un chicle a mano, digamos que soy adicta a mascar chicle. No tiene nada de malo, al menos no fumo ni bebo.

En realidad odio pensar, porque cuando lo hago, recuerdo lo desgraciada que es mi vida y porqué estoy donde estoy. Nunca me he llevado precisamente bien con mi madre, pero ahora mismo la odio. Sí que es verdad que todo esto es culpa mía, pero en gran parte no. Si mi madre hubiese ayudado a mi padre con dejar las drogas, él no habría muerto. Si mi madre hubiera sido más dedicada, yo no sería como soy. Sólo sé responder agresivamente, la rabia se apodera de mí.

Ahora estoy mucho más enfadada. Perfecto, nótese la ironía.

Pasan diez minutos y comienzo a agobiarme, ¿y si de verdad merezco ir a ese sitio? Es que la gente no comprende que yo soy independiente, si me meto en problemas, es asunto mío. Ellos creen que soy una irresponsable, maleducada, e incluso problemática, pero el verdadero problema es que ni se han parado a intentar conocerme. Bueno, algunas personas sí, no voy a mentir, pero ví que no eran gente de confianza y les mandé a la mierda. Si alguien de verdad quisiera escucharme, alguien con quien pudiera desahogarme de todo... pero no. Ese alguien no existe. Me tengo que conformar con gritar en silencio y luego meterme en algún problema para hacer mi vida al menos un poco interesante y que se enteren de que existo. Sin embargo, luego de haber cometido algún error es cuando me doy cuenta de que he hecho mal, pero ya no puedo hacer nada para evitarlo. Es una sensación de libertad pero a la vez impotencia, porque todo el mundo tiene algo de corazón por mucho que no lo aparente, y yo también.

Después de masticar mi chicle mientras voy andando sin rumbo dos horas, decido sacar mi móvil para ver si tengo algún mensaje. "Tú no tienes amigos ni nadie con quien hablar, ni siquiera tu madre" me recuerda mi maldita subconsciente. Dejo el móvil en mi bolsillo de nuevo para dar la vuelta y dirigirme a casa. No tengo ni idea de qué haré cuando vea a mi madre, solo sé que ella no estará contenta con mi comportamiento anterior, aunque a decir verdad nunca lo está, ni me importa.

Son las siete de la tarde cuando estoy abriendo la puerta de la entrada de mi casa. Escupo el chicle justo antes de entrar y veo que todas las luces están apagadas. Casi hubiera preferido que mi madre estuviera ahí para pretender decirme lo mal que ha estado mi comportamiento etc, porque sé que si sigo sola comenzaré a reflexionar y mi cabeza no hará más que dar vueltas. 

Me cambio de ropa y opto por escuchar música para desconectar del mundo antes de que se me ocurra algo mejor, o peor, que hacer. No me doy cuenta de que estoy dormida hasta que escucho los tacones de mi madre por el pasillo, pero decido ignorarlo y hacerme la dormida de nuevo, ya que son las once de la noche y no tengo ni hambre ni ganas de hacer nada.

La semana pasa más rápido de lo que yo me espero, aunque por una parte me hubiera gustado que no fuese así porque sé que estoy más cerca de que mi vida se termine de convertir en un completo infierno. Lo único bueno es, que mi madre no me ha recordado lo "mala persona" que soy en ningún momento. Habrá intentado ser amable por ser la última semana conmigo en casa.

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