Capítulo 3.

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Inmediatamente vuelvo mis ojos a las hamburguesas. Podría asegurar que en este momento estoy pálida, ya que la persona que acabo de ver no me agrada del todo. Para ser sinceros, me desagrada por completo.

Termino de comer, o mejor dicho, de tirar la comida por debajo de las mesas porque no hay quien trague eso. Voy a mi habitación por el mismo camino de antes. Cuando paso por la entrada, el de la perilla gris y rostro serio me empieza a hablar. Me siento en el borde de la cama y comienzo a reflexionar todo lo que me ha dicho; según parece, como hoy es el primer día, tengo el resto de la tarde libre para organizarme. También me ha dicho que mañana me dirán el trabajo que tengo que hacer, pero ni siquiera me ha mencionado algún ejemplo. Por último, me ha dado una pequeña libreta con el horario. Comienzo a leerlo.

<<A diario se despertará al alumnado a las 6:00. Se ducharán y vestirán.

De 6:30 a 7:00 estarán en el comedor para desayunar.

Después irán a sus taquillas donde cogerán los materiales, incluyendo ropa, que necesiten para los trabajos en los que se les nombra. Trabajarán con vigilancia de 7:00 a 10:15.

De 10:15 a 10:45 tendrán un descanso.

A las 10:45 volverán a sus puestos, hasta las 13:30.

De 13:30 a 14:00 irán a sus habitaciones para cambiarse de ropa.

A las 14:00 irán al comedor hasta las 14:45.

De 14:45 a 15:15 tendrán tiempo libre. (para hacer tareas etc.)

A las 15:15 comenzarán las clases. Cada clase durará una hora, y terminarán a las 20:15.

De 20:30 a 21:00 tendrán tiempo para cenar.

A las 21:00 tendrán tiempo libre para hacer las tareas hasta las 22:00.

A las 22:00 se apagarán todas las luces.>>

Y así todos los días.

¿Decía que esto era un infierno? Ahora es mucho peor. La taquilla la cogeré mañana, de alguna forma. Claramente ellos no volverán a decirme algo sobre lo que tengo que hacer, porque se supone que una de las cosas que ''aprendo'' aquí es ser responsable. Ahora son las 15:00 y no sé qué hacer. Parece que quieren dejarme la tarde libre para torturarme de aburrimiento. Decido deshacer las maletas, y me doy cuenta de que falta algo; el móvil. Bueno, no puedo decir que no me lo esperaba. Cuando termino de recoger todo, no sé qué hacer. Podría conocer mejor el lugar, pero me da pereza levantarme. De repente escucho suaves golpes en la puerta y me despierto, lo que me hace darme cuenta de que me había quedado dormida. Debe haber sido por todo el cansancio acumulado del estrés y agobio que he llevado encima esta última semana, aunque no lo quiera admitir. Miro el reloj. Son las 17:10. ¿Quién querrá algo ahora? 

Cuando abro la puerta, descubro un con la sonrisa exacta que minutos antes me había ofrecido el mismo dueño de ésta. Es él.

"¿Quién eres?" pregunto, a pesar de que le recuerdo. De hecho, me parece bastante pijo y no es de mi estilo. Vale, es guapísimo, pero he visto muchos más  así y ninguno era lo que parecía. Con el que tengo delante no tiene porque ser diferente, ¿no?

"¿No te acuerdas de mí?" hace un puchero que le hace ver más adorable de lo que ya es. Que te relajes, Samantha, sólo es otro tío más desesperado por un polvo de una noche, digo para mí misma.

"Sí, pero sigo sin saber quién eres" respondo con el tono más normal que puedo. 

"Cierto. Lo siento. Me llamo Niall y mis padres trabajan aquí, por eso vengo todas las tardes entre semana y los fines de semana el día entero. He venido aquí para guiarte, si quieres, y te enseño más o menos lo que es esto" me dice. Parece que le gusta hablar, en eso no nos parecemos en nada.

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