Capítulo 1: Deseos irrefrenables

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Ronald Weasley acababa de salir de los vestuarios tras un pésimo entrenamiento de quidditch durante el cual no solo no había conseguido parar ni una quaffle, sino que, por si fuera poco, había tenido que soportar lo abucheos de los de Slytherin, que entonaban la ya típica estrofa "A Weasley vamos a coronar"

Además también estaba el haber hecho el mayor ridículo inimaginable delante de Seamus Finnigan.

Caminó hacia el castillo aun enfurruñado, manchándose los bajos de la túnica de barro, hasta que una voz le hizo volverse. Era Harry.

-Ron, ya te lo he dicho antes, el entrenamiento ha ido bien, seguro que machacamos a los de Slytherin en el próximo partido-

Harry sonreía e intentaba animarle, pero Ron no se lo tragaba, sabía que su amigo pensaba que como les fuera igual en el partido del próximo sábado, la copa de quidditch que tan orgullosa lucía la profesora McGonagall pasaría a manos del odiado profesor Snape, y por si fuera poco, su patética actuación sería recordada durante una eternidad.

-No, Harry, renuncio. No tiene sentido que tengas a un jugador tan malo en tu equipo...-

La expresión de Harry cambió al instante, como si le hubiesen dado una fuerte patada en el estómago.

-¡Ni hablar! Eres el mejor guardián que se presentó a las pruebas, tu único fallo son esos nervios que tienes. Además, el partido es el sábado, si nos dejaras ahora perderíamos contra Slytherin, y no pienso soportar de nuevo las miradas de superioridad de Malfoy-

Aunque su expresión se había suavizado un tanto, Ron no se sintió capaz de decirle que su problema no eran solo los nervios, pero se conformó con encogerse de hombros y seguir caminando hacia el castillo en pos de Harry.

Ya en la sala común de Griffindor, Hermione los acogió con sus respectivas redacciones de Defensa Contra las Artes Oscuras corregidas. La de Harry tenía algún tachón aquí y allá, en cambio la de Ron parecía una mancha de tinta roja.

Ron frunció el ceño y Hermione, que le miraba con los brazos en jarras, tampoco parecía muy contenta.

-¡Ron este año nos examinamos de los ÉXTASIS, no puedo creer que no prestaras atención a la clase de Snape!-

Bueno, era cierto que Ron no había estado pendiente a las palabras de Snape, pero había un buen motivo para ello, y tenía nombre y apellido. Seamus Finnigan.

De nuevo su nombre aparecía ante él, evocando su mirada, sus rasgos, su cuerpo...

Ron dio un salto, asustado, cuando Harry le gritó por quinta vez que Hermione y él irían a la biblioteca para comenzar su redacción de cuarenta centímetros sobre las propiedades del bezóar.

-No, id vosotros, yo no me encuentro muy bien, iré a acostarme-

Y no era del todo falso, Ron no se encontraba ni mucho menos animado, al contrario, tan solo tenía ganas de tumbarse en su cálida cama y dejar que pasaran las horas hasta el día siguiente.

Aunque Ron era prefecto y eso, en algunos casos lo obligaba a desestresarse con los de primero, que no eran ni mucho menos tan revoltosos como Harry, Hermione y él cuando llegaron al colegio, también tenía algo bueno. El baño de prefectos.

Ron cogió su toalla y, dando la contraseña de aquella semana "Chirivías confitadas", entró en el desierto cuarto de baño.

Se metió en la gran bañera, divirtiéndose un rato en abrir y cerrar distintos grifos, de los cuales salían incontables tipos de jabones y sales de baño.

Una vez la bañera estuvo llena, Ron se metió en ella sin dudar.

El calor lo reconfortó y ayudó a sus músculos a relajarse como si le estuviesen dando un masaje.

Fanfic de Harry Potter: Secretos en HogwartsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora