Capítulo 4. Pasos a ciegas

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Aquel viernes Hermione se despertó más descansada de lo que lo había hecho en toda la semana. Por primera vez en aquella semana las cosas iban bien.

Descorrió las cortinas de su cama y la brillante luz del sol la cegó durante un par de segundos, pero aquello no hizo mas que ponerla de mejor humor aun. Tras unos días de intensas lluvias por fin había salido el sol. Se vistió sin prisas y bajó al Gran Comedor, saludando por el camino a la gente con la que se cruzaba.

Se sentó en la mesa de Griffindor junto a Seamus, que parecía algo más animado que el día anterior, y se sirvió en la copa de oro zumo de calabaza. Aquella mañana el desayuno que más le llamó la atención fueron las gachas de avena, por lo que se sirvió en su plato gran cantidad de ellas.

Cuando ya casi estaba terminando de desayunar entraron en el Gran Comedor Harry y Ron charlando animadamente con Luna Lovegood.

A Hermione el corazón comenzó a latirle con fuerza y le comenzaron a temblar las piernas. Seamus, que estaba a su lado, tampoco se quedó corto de reacciones pues se frotaba la manos, que le habían comenzado a sudar, contra el dobladillo de la túnica.

Ron llevaba aquel día el pelirrojo cabello alborotado, como si se hubiese despeinado al montarse en la escoba. Hermione pudo notar que al chico se le quedaba la boca seca y no apartaba los ojos de su amigo.

-¿Te gusta mi nuevo peinado, Finnigan?- preguntó Ron con una sonrisa adornándole los labios- Luna dice que parece que me acaben de besar-

Seamus, que no se esperaba aquella pregunta, se atragantó con las gachas de avena y tuvo que beber un buen sorbo de café antes de poder contestarle sin apartar los ojos de los labios del pelirrojo.

-Emm... Sí, queda genial-

Mientras Seamus hablaba con voz ronca, Luna se acercó a Hermione y le susurró algo a la chica que nadie pudo escuchar.

Ron observó, satisfecho, que ni Seamus ni Hermione conseguían articular una sola palabra y de que ambos se habían sonrojado levemente. Con una sonrisa se sentó entre Seamus y Harry y comenzó a desayunar.

Unas horas más tarde Hermione caminaba por los pasillos en dirección a los lavabos de Mirtle la Llorona. Sus pasos resonaban por el pasillo desierto de aquella planta y el sonido de su respiración contrastaba con el seco taconear de sus botas.

Abrió la puerta del baño, se dirigió hacia los lavabos y se encaró frente a sí misma en el espejo. Una muy nerviosa Hermione la observaba a través del espejo. Su cara estaba pálida, sus labios entreabiertos, el pelo enmarañado y las mejillas levemente sonrojadas por el frío. Con un suspiro abrió el grifo y ahuecó las manos para dejar que el agua se acumulara entre ellas. Se mojó la cara y el cuello como hacía siempre que se sentía nerviosa por algo y se giró, buscando con la mirada a Mirtle, el fantasma de los baños.

-Ya no está aquí-

La voz de Mirtle le llegó desde el fondo de uno de los inodoros y, unos instantes después apareció la misma, observándola a través de sus gafas con una sonrisa maliciosa en los labios.

-Se fue hace un rato, te estuvo esperando durante hooooras...-

Hermione maldijo por lo bajo mientras las risitas de Mirtle le llegaban hasta los oídos. Se giró dándole la espalda al fantasma y apoyó la frente en las frías losetas de cerámica negra intentando que estas le transmitieran aquella frialdad que tanto necesitaba en aquellos momentos. Necesitaba mantener la cabeza fría, lejos de cualquier distracción que no fuera su futuro próximo y los ÉXTASIS. Además estaba aquello de qué diría la gente cuando se enteraran de sus preferencias sexuales.

Fanfic de Harry Potter: Secretos en HogwartsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora