Prólogo

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Lo único que puedo divisar es la negrura de la oscuridad. Tengo ambas manos atadas detrás del espaldar de lo que parece ser una silla, y ambos pies amarrados en las dos patas delanteras. Intento zafarme pero una corriente eléctrica me lo impide.

Se enciende la luz de la habitación. Es totalmente blanca, el piso y las paredes son tan brillantes y pulidas que casi actúan como espejo.

A mi lado está Emma en la misma posición. La diferencia es que ella está llorando, muy disimulada y silenciosamente para no alarmarme. Me duele verla así.

Se escucha una puerta abriéndose, que no sabía que existía. Entra un hombre con una sonrisa maliciosa y dando aplausos sarcásticos que generan eco en toda la habitación. La ira se apodera de mi ser.

—¡Maldito!—escupo con fuerza. La rabia y la impotencia me envuelven, cegando mi lógica y racionalidad.

—¿Dónde está?—un susurro entrecortado es lo único que logra articular Emma.

—Eso no os lo diré, pero tengan por seguro que no le haré daño—sonríe—, por ahora. Eso depende de ella—se acerca a Emma y limpia una lágrima, ella aparta su rostro de inmediato.

—No te atrevas a volver a tocarla—advierto.

—¿Cómo? ¿Así?—dice y repite la acción, ella intenta esquivar su tacto pero no lo logra. No sé cómo lo hizo pero dejó un rastro de sangre por donde pasó su dedo, quizá suya o de Emma.

—¡Desgraciado! ¡Te voy a matar!—grito intentando liberarme, sin importar las miles de descargas que recorren mi cuerpo.

—No si yo lo hago primero—canturrea, lo que provoca que se me hele la sangre, no puedo escapar de este destino.

—¿Por qué nos haces esto?—pregunta mi esposa con lágrimas en sus ojos y en sus mejillas enrojecidas, que la hacen lucir vulnerable.

—Qué inocente—se carcajeó—¿Sabéis? Hay personas muy malas en este mundo, y yo, soy una de ellas.

«Rojo»

Lo último que vieron.

Un color.

Muerte.

Salvezza: El Comienzo del FinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora