Siete minutos en el paraíso

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La mañana siguiente me apresuré en llegar temprano a la escuela y le pedí a mamá que me llevara, recuerdo que me preparó dos sándwiches para que no muriera de hambre por no desayunar ese día. Ella me dejó una cuadra antes de llegar y me preparé. No tocaba Geografía, así que no iba a ver a Bonnie hasta el almuerzo, o eso creía, así que con mi tiempo libre y que ya tenía mi casillero fui acomodando todo lo que correspondía, mientras ordenaba sentí un toque en mi hombro.

—Hey, hola, te busqué afuera, no pensé que llegarías más temprano. Tuviste razón, era "La milla verde", te traje esto —sacó una bolsa, y al verla supe que era la botella de dos litros de esa delicia—. Es tu Santo Grial.
—Vaya, es genial, Bonnie, gracias, aunque ya sabía que estaba en lo correcto.
—No seas presumido, anda, vamos.
—¿Dónde?
—Con unos chicos que conocí ayer en otras clases.

Me llevó a un pasillo, y al llegar vi a unos seis, quizás siete muchachos pero los que destacaron fueron tres. Una era una la chica que tenía el cabello pequeño, Daya, de Geografía, otra de cabello largo asiática y un tipo de nariz rara con ojos de color. Habían más chicos varones pero se notaban de menos confianza así que no fue necesario dirigir mi vista a ellos. Por mi cabeza pasaba una especie de ansiedad, nunca he sido bueno en relaciones amistosas y ella me estaba forzando a convivir juntos, no me sentía cómodo.

—Miren él es Kyle, ayer lo conocí en el almuerzo, ellos son Daya, Azu y Carlos

Bonnie hizo amigos muy rápido durante un día, habló con gente que congeniaba con sus gustos o personalidad hasta encontrar un grupo de gente que terminó siendo muy distinta, aún así, ella seguía con ellos, admiré su habilidad de socialización ya que aún soy todo lo contrario.

—¡Hola! —Azu me saludó muy amable y con una sonrisa que no creería que alguien la haría cuando conoce a una persona.
—Ya te conocía, hola —dijo Daya y me hizo una señal de amor y paz.
¿Qué hay, carnal? —Carlos era latino y me saludo con un choque de manos muy cordial, eso último me ayudó a entrar en confianza—. Como les decía, vatos, mis padres tienen un trabajo nocturno el viernes en la noche, los invito.
—Súper, yo voy. —alzó Bonnie la voz y enseguida volteó a verme—. ¿Quieres ir?

Había ido a fiestas de amigos, fiestas de niños ricos que les contratan casi una feria entera sólo porque cumplieron ocho años, pero esto era de desconocidos, de niños diferentes en muchas cosas, aunque todos parecían amables. Acepté. El resto del día la pasé con ellos y fue estupendo. Uno hablaba de sus aventuras en el rancho de su abuelo, otro hablaba de su habilidad en el dibujo, y conocí que Bonnie es muy buena en el piano y llevaba un tiempo practicando.

Durante la semana pedirle permiso a mis padres fue muy fácil por cuestión de hacer amigos, ellos no tienen ningún problema de que salga y viva, así que sólo estaba el problema de cómo ir. Bonnie me dijo que pasaba por mí sin ningún problema, que un autobús nos dejaba frente a su casa. Mi madre, como la sobre protectora que es, de inmediato se ofreció para llevarnos pero le negué muchas veces. Cuando llegó el viernes me preparé y arreglé; busqué algo de ropa oscura para que no me viera tan gordo hasta que me vi al espejo y no me sentí tan mal, salí a unas cuantas calles a esperar y no tardó nada para llegar, bajó de un taxi con su hermano.

—Hola, tú —me dijo muy dulce y me abrazó.
—Hey, tú —empezaba a ser lo nuestro, hasta teníamos un saludo estúpido, su hermano estaba al lado, ya habíamos tenido unas conversaciones pero nada importante, trataba de verse autoritario y protector con su hermana pero no lo lograba —. Duane, ¿Qué tal?
—Todo bien, Kyle.
—Tengo dos noticias que darte ¿te digo la buena o la mala?
—Bueno, pues, la buena.
—La buena noticia es que tengo más dinero extra para gastar, y compré esto —sacó una cajetilla de cigarrillos.

De mis sueños a soñar soñarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora