La Empuñadura del Sol

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   Jaden sin pensarlo dos veces se levanta del gran asiento en el que estaba reposando, mirando por todos lados, pero no encontraba lo que buscaba. A penas se levantó cayó al suelo por el dolor.

- ¿Buscas al águila?

- Grados... ¿Está bien?

- Más que bien- Se deja de recostar de la mesa para ayudar a levantar a Jaden-. Inclusive, está justo ahora volando, afuera. Aquí el que estaba en peligro de morir era otro.

Suelta un suspiro profundo, liberando su gran preocupación desde que se levantó, seguido de una pequeña sonrisa.

- Así que ya está volando...

- Incluso me ha mostrado algunas acrobacias en el aire, vaya que es todo un vigilante de los cielos.

Jaden se relaja y se levanta nuevamente. Busca sentarse y se queda mirando por un momento al hombre, había algo en el que le resultaba familiar, en su aspecto o quizás en algo que llevaba puesto.

- Al parecer te gusta mi espada.

No era el hecho de que le gustara o no. Se le hacía simplemente conocido el diseño, la forma en la que de lejos podía admirarse.

- ¿Puedo verla?

- Por supuesto. Pero no la toques, a menos que quieras que abra tus heridas de nuevo.

Sabía que no se estaba equivocando, la espada era muy delgada y larga, la hoja metálica de color negro de aquella arma la hacía ver como una espada que no era ordinaria. Otro dato muy particular que pudo denotar fue que desde el filo hasta la punta de la espada parecía tener la forma de una flecha. Pero lo que más le llamó la atención fue la empuñadura, estaba compuesto por costuras de colores oscuros, como el morado y el negro, acompañado por los lados de plumas de cuervo, que rodeaban la guarda de la espada.

- Así que fuiste tú quien vi ...

- ¿Te refieres a los cuervos? Ese no fui yo.

- ¿Entonces quien fue?

- Lirios...-Jaden le devuelve la espada y el hombre contempla fijamente su arma por un momento- Lirios. Mi espada.

Jaden no sabía cómo responderle ¿La espada fue quien mató a los lobos? Por un momento pensó que era una forma de decir que el con su espada fue quien los mató. Pero luego se borró de la mente semejante idea debido a que nunca vio a alguien cortarlos, solo pudo lograr ver a los cuervos, y cómo rápidamente iban cayendo al suelo los lobos por los cortes letales que recibieron, eso fue evidentemente obra de una espada.

- Así que fue usted con su espada.

- Digamos que sí. Hay muchas cosas que no sabes acerca de las armas, jovencito.

A Jaden le sentó un poco mal que le dijera "jovencito" pero ignoró el comentario. Decidió no quedarse sentado más tiempo, así que se levantó lentamente y le extendió su mano derecha al hombre con su interminable tabaco en su mano izquierda.

- Jaden Greenfield. Mucho gusto.

- Kyle.- extiende al igual que Jaden su mano derecha y se la aprieta levemente

- Así que... ¿estamos en el pico de la montaña?

- Compruébalo tú mismo.

Después de que le saludara, se da cuenta que, al ver su alrededor por la ventana, había algo que no estaba bien, como si no fuera la montaña de rocas invadida por el eterno invierno. Todo lo que rodeaba la cabaña era grama, representada en su color más puro, un verde que solo se podía obtener de un suelo muy fértil. ¿Pero cómo iba a ser eso posible? Si la montaña era cien por ciento rocas sólidas. El cielo estaba despejado, no había ninguna tormenta; el sol brillaba con todo su esplendor, sin que nadie le impidiera lucir su grandeza en forma de luz hacia la tierra. Jaden no se lo podía creer, era algo hermoso. Salió cojeando con rapidez hasta la puerta, abriéndola instantáneamente, al salir se dio cuenta que parecía estar soñando. De verdad estaba en el pico de la montaña, la cabaña estaba un poco más abajo. El cielo era algo digno de recordar de por vida, parecía estar en el paraíso, los rayos del sol penetraban las nubes blanquecinas de tal manera que estimaban tener un alma luminosa dentro de ellas, una que estaba ansiosa por ser libre. Al mirar hacia abajo notó que toda la montaña estaba rodeada por una densa nube gris, de la que tronaban rayos, no podía ver nada allá abajo. Estaba en la parte de Syn que no podía ser vista desde abajo, pero era muy extraño imaginarse que algo como eso estuviera allí. Se quedó sin decir nada durante varios minutos, su sorpresa fue indescriptible. Y ahí estaba Grados, volando con sus alas majestuosas en el cielo, como si aquella águila que recogió herida en el bosque jamás hubiese existido, solo veía un ser libre, estaba contento de eso. Pudo lograr su cometido, poniendo en alto riesgo su vida.

La Brújula OxidadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora