Desde niñas nos dijeron que todas merecíamos nuestro príncipe azul. Con o sin corona. Rico o pobre. Azul o violeta. Nosotras teníamos que aceptarlo como es.
Mientras que él necesitaba una ama de casa, buena madre y que sepa arreglar los problemas de la casa. Femenina y muy humilde. Que siempre sonría como Barbie, para mantener las apariencias.
Nuestras madres siempre quisieron lo mejor para nosotras y ellas solo piden algo a cambio; él hermoso príncipe Azul, para que todos tengan envidia de tu esposo.
Empecemos a crecer y nos dimos cuenta de que solo las afortunadas tendrían a su amado. Mientras que las marginadas tendrían al bufón del reino.
Y ahora vienen las preguntas: ¿Por qué un Príncipe? ¿Por qué no podemos amar al bufón? ¿Siempre tendríamos que complacer al marido? ¿No podíamos compartir metas y llegar a la muerte juntos?
Aún guardo el primer libro de prinsesas que leí. ¡Ja!. Está entrado en mi corazón.
Lo he vuelto a leer, pero con otra perspectiva. El príncipe se enamoró de la una chica de ciudad. Que le sonreía a la vida. Él igual le sonreía a la vida. Ellos amaban bailar. ¿Eso es compartir una meta? Para mi lo es.
Ambos comparten su pasión. Para mi eso es un felices para siempre.