Capítulo cuatro.

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-Pero mira que eres atascada- murmulló Cristina.

Resoplé enfadada, me estaba agobiando y, de nuevo, ese extraño calor invadía mi cuerpo.

-Chica, vuelves a estar como un tomate.

-¿Me quieres dejar?- ordené dejándome caer sobre la cama del hotel.

-Venga Leo, que el autobús sale ya. Y... no te querrás perder a tu nuevo amiguito, ¿no?.

-¿Qué amigo?, ¿eh?, ¿qué amigo?. -un tono desagradable se apoderaba de mi voz.

-Tía... que era una broma. Vamos, que llegamos tarde.

Le hice caso a Cristina a pesar del cabreo que llevaba y me metí en Instagram para ver el once.

-Es titular- sonreí entre un murmullo.

-¿Qué?- preguntó ella.

-Nada, vamos.

-Ahora quieres. - dijo con cara de pocos amigos.

Cogimos las escaleras para bajar a la entrada, nuestra habitación estaba en la primera planta por lo cuál no necesitábamos el ascensor.

Al salir, la brisa helada me volvió a golpear y las calles de Bilbao se extendían a ambos del hotel. Numerosos coches pasaban y yo los seguía con la mirada hasta perderlos. Vi que Cristina andaba nerviosa en busca del autobús que nos iba a recoger pero este no aparecía.

-Maldigo al puto chófer.- anunció furiosa.

-Muchacha, relájate.- contesté para calmarla. Ahora era ella quién estaba enfadada.

Cristina es la persona más perfeccionista que conozco pero también tiene un don para liarla si algo no funciona como ella quiere. Enseguida se vuelve furiosa y empieza a soltar barbaridades que nos han metido en más de un problema.

-Oye, cuando venga el autobús no le eches la bronca al chófer. ¿Vale?.

-Sí, sí.

-¿Me oyes?- volví a preguntar.

-Pues a ver si viene, que me está tocando mucho la moral.

Justo en ese momento, un gran vehículo asomaba por las esquina de la avenida. El rostro preocupado de mi amiga desapareció y sus ojos volvieron a brillar como hacen de costumbre.

-Relájate. - repetí cuando se abrieron las puertas.

Mi amiga asintió y cruzó de largo echándole una mirada asesina al chófer. Me reía por dentro... si las miradas matasen...

-Son seis euros.- anunció el hombre.

-¿Pues no era gratis?- preguntó entre gritos la castaña desde los asientos de atrás.

-De acuerdo. -dije dirigiéndome al chófer.

Le ofrecí el dinero y se lo coloqué sobre la palma de la mano. El hombre arrancó el vehículo y me acomodé en los últimos sillones, al lado de Cris.

-Grita más si puedes.

-Vale guapi. - contestó ella con un tono de voz aún más elevado.

Tomamos rumbo a San Mamés mientras que Beret englobaba el ambiente con su tema "Códice". Bilbao era preciosa, bueno, supongo que lo seguirá siendo... quién sabe. Maldije mis hilos de remordimientos... ¿por qué Beret siempre me llevaba hasta tu recuerdo?.

Supongo que solo queda seguir
supongo que todo seguirá bien
supongo que no habrá más que torcer
supongo que me debo ser más fiel
supongo que no debo suponer.

-Joder- grité.

-Grita más si puedes. - esta vez lo dijo Cristina.

-¿Va todo bien?- preguntó el chófer.

Vale, lo admito, yo también suelo dar el cante pero no me dan rabietas como a mi amiga.

Quizá deba olvidar(te) esta situación. Ningún remordimiento más. Por favor.

El autobús cada vez iba cogiendo más velocidad y mis sienes latían como si me hubiese bebido dos tazas de café negro. Habíamos pasado por unas cuatro playas y el sol seguía sin aparecer por el cielo bilbaíno. Ahora era Dani Martín quien sintonizaba nuestras burbujas.

-¡Qué bonita la vida que te da todo de golpe y luego te lo quita...!- cantaba Cristina a pleno pulmón. -¡Eh!, mira. San Mamés.

El enorme estadio se alzaba frente nuestro vehículo. Cientos de coches yacían aparcados alrededor del mismo y numerosas personas hacían cola para entrar.

-Ni que fuera una final.- dijo Cristina al salir.

Nos acercamos a dónde estaba el resto de gente, ambas nerviosas. El mar quedaba lejos del estadio pero aún así, se podía experimentar su olor intenso mientras una brisa salada peinaba el ambiente. Hacía frío.

Estuvimos un rato bajo el cielo grisáceo hasta que por fin cogieron nuestras entradas. Teníamos un asiento sobre los palcos vip que por lo cual nos permitía tener unas vistas bastante aceptables.

Los jugadores ya habían saltado al campo para entrenar y al cabo de unos minutos el árbitro pitó el inicio.

-¡Vamos!- gritó la grada visitante.

El balón rodaba sin pausa sobre San Mamés y el equipo colchonero tenía la posesión. Aún así, perdonábamos mucho, como siempre.

Nos comían los nervios.

Pero supongo que eso es el Atleti.

Una camiseta, un gol, una decepción, una alegría, una creencia, un Radomir Antic, un Futre, un Cholo Simeone o un Niño Torres.

Hay cosas que no se compran, elecciones involuntarias que se toman desde la cuna, cuando el sonido del campo permanece lejano y la posibilidad de la gloria aún queda en una utopía.

No pido que nadie entienda esto, porque se es o no se es del Atlético de Madrid. Se sufre o no.

Creo en estos colores y estas ganas inmensas de combatir.

En las nuevas oportunidades.

En todo lo bueno que está por venir.

Creo en cada victoria que florece y hace florecer.

Apostaría todo por este equipo.

Apostaría,
y nunca perdería.

Porque sí, porque con el Atleti no se pierde, con el Atleti solo se baja la cabeza para besar el escudo.

Y sé que llegaremos a lo más grande algún día. La historia nos lo debe.

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¡Hola a todo/as!, espero que os esté gustando mucho la novela. Vengo a comunicaros que todo lo que le está ocurriendo a Leonor sucede en el pasado. A partir del capítulo seis se centrará la historia en el presente.
Sé que hay muchos jugadores que no estaban hace unos años como por ejemplo Vrsaljko, pero he querido hacerla con la plantilla que tenemos ahora.
Gracias por vuestro cariño, os quiero. ✨❤️

Cóseme - Antoine GriezmannWhere stories live. Discover now