Capítulo tres.

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El avión se posó con la elegancia de una mariposa sobre el suelo bilbaíno.

Mi cabeza se inclinó levemente sobre el hombro de Cristina cerrando con fuerza mis puños.

El cielo teñido de una ola de colores grisáceos recordaban a aquellos atardeceres en los que respiraba agonía y sufría el golpe.

Pero mis hilos de remordimientos se vieron interrumpidos cuando el ojiazul se giró.

-No recuerdo tu nombre- anuncié aún con los párpados entrecerrados.

-Antoine, Antoine Griezmann.

-Este es el que ha estado en la banca durante los primeros meses- comentó pícara mi amiga. -Deberías cambiarte esa melena- añadió.

-Es que es un moderno- dijo entre risas el canterano Koke.

Griezmann rodó los ojos y se le subió el color a las mejillas.

-A mí me gusta.- anuncié.

-Pues eres la primera.

Finalmente, el vehículo se paró en seco y Cerci se levantó bruscamente para dejarnos salir.

Antoine hizo lo mismo y revolvió su blanca melena dejándola caer hacia un lado.

-Es guapo.- pensé.

-¡Vamos Leo!. Espabila que te duermes- gritó Cristina.

Tragué saliva.

-¡Qué no se te olvide la mochila!.

Hice caso omiso y me levanté a por mis cosas.

Al salir del avión, el olor a un invierno tardío danzaba sobre mi piel mientras tu recuerdo abrazaba mi cuello como una soga haciendo forzar mi respiración.

Todavía no sé porque sigo esperándote, si ya han pasado todos los trenes y tu cogiste uno de los primeros.

Será porque sigues doliendo y la herida se niega a cicatrizar. Rompiste los esquemas que nos impusimos y eliminaste la gravedad cuando más pesaba el cuerpo.

Estoy yendo por el segundo recorrido, y siento que poco a poco parte de mi corre tras tu alma perdida, porque no quiero perderte, aunque ya lo he hecho.

Pero seguiré engañándome; que todavía estás, que no pasa nada, que puedo respirar.

[...]

-¡Qué bonito Bilbao!- exclamó el de la melena extravagante. -¿Tú que opinas?.

-¿Yo?- pregunté.

-¿Quién va a ser?.-contestó cruzándose de brazos.

-Sí, muy bonito. Oye...¿no eres español verdad?- me atreví a seguir la conversación.

-No, soy de Mâcon, un pueblecito cerca de Lyon, Francia.

Sonreí tímida y seguí avanzando por el suelo bilbaíno. Mientras caminaba sentí frío y el aliento del viento en mi cara. Sobre nosotros, el cielo de acero lloraba y un hedor húmedo se apoderaba de las calles.

-¿A dónde vamos?- preguntó mi amiga. Se supone que ya hemos llegado. Cogemos un taxi y que nos lleve al hotel, ¿no?.

Asentí súbitamente con la maleta a cuestas. A pesar del frío, un calor desagradable se apoderaba de mi cuerpo.

-¡Estás como un tomate!- exclamó Cris.

-No, estoy bien. La maleta pesa mucho.

-Bueno, voy a llamar un taxi.

-¿Puedo irme con vosotras?.- anunció de repente Antoine.

Su pregunta me dejó aterrada.

-¿Con nosotras?.- dijo Cristina enarcando una ceja.

-Por favor.

-¿No te vas con los demás?-pregunté sorprendida.

Al poco tiempo ya íbamos en taxi de camino al hotel con Antoine a bordo. Una cierta inseguridad danzaba sobre el ambiente, nadie sabia qué decir hasta que el vehículo se paró en seco delante de un majestuoso edificio.

-¿Por qué te has venido con nosotras?. -preguntó Cristina para interrumpir esa cierta inseguridad.

El francés se quedó pensativo. Cristina le miraba con cierta sorpresa enarcando las cejas.

-¿Es qué te ha comido la lengua el gato?- preguntó otra vez.

-Simplemente me apetecía cambiar de aires, de hecho, ya me voy. Un placer.

Me crucé de brazos, no me cuadraba la situación. El chico se había invitado como si nada en nuestro taxi y desaparece sin argumento alguno. ¿Enserio?.

-Suda de él.- dijo mi amiga abriendo el maletero con ayuda del taxista.

Cuando volví a mirar, el galo ya había cruzado la calle para sumergirse en uno de los callejones que se localizaban frente nuestra.

-Venga, no te ralles. ¡Esta tarde partidico bueno!.- anunció la castaña.

-Ya, ya. Vamos a cambiarnos rápido, ¿eh?, sale un bus dentro de una hora hacia San Mamés.

-Pues vamos.

Cóseme - Antoine GriezmannWhere stories live. Discover now