𝗖𝗔𝗣Í𝗧𝗨𝗟𝗢 𝗨𝗡𝗢

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Beacon Hills nunca fue de mis lugares favoritos. No por el montón de recuerdos perturbando mi existencia, sino esa oscuridad y soledad abrumadora dispuesta a hacer enloquecer a cualquiera. Cuando llegué, naturalmente estaba nerviosa, pues hacía mucho que no visitaba a Chris, por lo menos desde que murió nuestra querida Allison.

Estacioné el auto frente al departamento de Chris, subí por las escaleras y toqué la puerta. nadie abrió. En efecto, podría no estar en casa, haberse mudado muy lejos de este espantoso pueblo y guardar su nueva dirección evitando tener contacto con malos presagios. Me mordí el labio y lo volví a hacer; toqué tres veces, mi número sagrado. Entonces, abrió. Nos miramos en silencio por un buen rato, con olas de miradas confusas.

— ¿Nyx? —inquirió no muy convencido.

— Soy yo. —respondí en un cálido susurro. Fue suficiente, él me abrazó con fuerza y yo correspondí, dulcemente, como si hubiese hallado algo que por incontables años consideré perdido.

Luego de contarle de la alarma y lo que fue de mi vida, decidimos dar un paseo por el pueblo. No entré en detalles referidos a mi iniciación o motivos aparentes para continuar ese absurdo legado. Chris había cambiado bastante; sonreía un poco más, aunque mantenía seriedad. Naturalmente, nunca habría esperado un reencuentro después de aquella desgracia, mucho menos mi presencia por algo tan ridículo como un presentimiento instintivo digno de psicópatas inhumanos.

— Entonces, ¿una alarma te trajo aquí? —preguntó con evidente burla, fingiendo estar ofendido—. Creí que viniste a visitarme, pero has roto emociones que jamás seré capaz de recuperar. Mientras piensas qué responder debido a tu poca sensibilidad, vamos a comer algo.

— Por cierto, siento no haberte visitado antes. No tenía razones para regresar a este horrible infierno. Ahora solo quedamos tres de nosotros, vagando entre seres sobrenaturales que, según tú, no ocasionarán daño alguno. He tenido experiencias bastante abrumadoras hasta ahora; hombres lobo mataron niños y ancianos, por diversión. Debemos cuidarnos entre nosotros, ¿eh? —esbocé una amena sonrisa.

— Me sorprende cuán madura puedes ser siendo tan joven. Tienes dieciocho años apenas, ¿no es así? Supongo que no estás interesada en terminar la secundaria, aunque dudo necesites conocimientos extras.

— Si tienes planeado un lugar, Chris, entonces dilo. No tienes por qué andar con rodeos cuando sabes que detesto esas cosas. Además, ya sé demasiadas cosas para preocuparme por exámenes absurdos y ridículos entrenamientos físicos. Tengo más moretones que ganas de vivir.

— Podrías ir a la Secundaria Beacon Hill. Allison estudió ahí.

Lo miré por encima del hombro, era evidente que la ausencia de Allison ocasionaba aún ciertos estragos en su conciencia, tal vez todavía se culpaba por no haber podido rescatarla. No fue culpa suya, nunca.

Cambiamos el rumbo a la dicha secundaria, para gran desgracia, y llegamos justo en hora de almuerzo. Los estudiantes comían, riendo y contando chistes; simples ineptos, ignorantes preocupados por tonterías referidas a asuntos adolescentes. Cuando creí que íbamos derecho a coordinación, o donde fuese que hubiese personal capacitado, Chris se dirigió a una mesa donde estaban sentados varios estudiantes.

— ¡Chris, hola! —saludó uno de los «adolescentes sin cerebro».

— Scott, chicos. —respondió, señalándome con cierta tranquilidad. Pronto todas aquellas miradas curiosas recayeron sobre mí. De haber sufrido baja autoestima, habría sido un inevitable infierno—. Quiero que conozcan a Nyx Argent. Estudiará con ustedes pronto. No suele dar problemas, pero sí meterse en ellos.

— ¿Es una especie de advertencia? Sé comportarme. —fruncí el entrecejo, naturalmente ofendida por semejante introducción. Durante incontables años cuidé bien de mí misma, convirtiéndome en una extraordinaria cazadora—. Hola, chicos. Un placer, aunque no resulta honorable ni satisfactoria esta situación.

𝗟𝗶𝗻𝗮𝗷𝗲 𝗔𝗿𝗴𝗲𝗻𝘁Donde viven las historias. Descúbrelo ahora