Uno

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La carretera se aclaró más a medida que avanzábamos. Desbloqueé mi teléfono con los ojos entrecerrados, ya que acababa de despertarme de una siesta y la luz de la pantalla me cegó un poco. Son las seis de la mañana en punto. Hice una mueca porque se supone que a esta hora ya estaríamos terminando de desempacar, pero papá es el tipo de persona que, sin intentarlo, siempre hace todo completamente diferente a lo planeado.

Cada parada para comer o llenar el tanque de gasolina, él entabla una innecesaria interacción con la persona detrás del mostrador o con el despachador en la gasolinera. A veces envidio la facilidad que tiene este hombre para entablar una conversación y, no solo eso, también para sostenerla por un tiempo indeterminado sin incomodar a la otra persona.

Llegamos a un punto en el que papá realmente consideró pausar nuestro viaje para visitar a la familia de un desconocido que nos prometía alojamiento y comida casera sin nada a cambio. Me disculpé y le aseguré que no era posible; sin embargo, agradecí mucho su gesto. El resto de esa hora lo regañé sobre lo ingenuo y cándido que puede llegar a ser.

—Estaremos llegando en hora y media, Harpie —avisó papá, seguido de un "buenos días".

—Vaya, creí que nunca llegaríamos —recriminé, en broma.

—Venga, llegaremos a tiempo, no te preocupes.

Lo miré con escepticismo y él me ofreció una sonrisa acompañada de un licuado que debió haber comprado cuando me dormí. Le agradecí y comencé a degustarlo con una dona. Él por su parte estaba tomando café y aunque tuviera una tapa de plástico,  sé que es café negro sin azúcar. Está demente.

—Mira, Harp —señaló papá con su dedo—. ¡Una iglesia abandonada!

Él sonreía con demasiada felicidad señalando su vestimenta y la mía. Él llevaba una camiseta amarilla y yo una blusa sin mangas roja. Papá adora la película Jeepers Creepers y le pareció muy original y divertido que nos vistiéramos de esta manera. El aire fresco de la mañana nos envolvió al salir del coche, y el olor a tierra mojada por las lluvias recientes me invadió. Papá, con su energía inagotable, se acercó a la iglesia con pasos rápidos, como si cada ladrillo de aquel edificio pudiera realmente pertenecer a la película.

—¿Entramos solo un momento? —preguntó, ya empezando a empujar la puerta.

Le di un golpe a su mano, mirándolo con el ceño fruncido.

—¿No miraste la película? Es el error que cometió Darry: ser metiche.

—No soy metiche, soy curioso.

—No, creo que sí eres metiche. ¿Cómo sabes que está abandonada? No estamos muy lejos de un poblado.

—Bueno, Trish, hay que tomarnos una selfie, venga.

Nos tomamos una foto sonrientes y lo obligué a que continuáramos nuestro camino; todavía quedaban lugares que podíamos visitar de manera rápida antes de llegar a nuestro destino.

(...)

Westerville es una de las búsquedas más recientes y repetidas en mi historial de búsqueda de Google. Supongo que quería estar bien preparada sobre su historia y todo lo que implica; las fotografías, los videos y los blogs que he visto me hacen sentir tranquila porque es exactamente como lo estoy percibiendo hasta ahora. Es un lugar tranquilo y ameno, por lo menos a esta hora de la mañana en un sábado.

Le brindé una sonrisa a papá que él devolvió, bajé mi ventana y admiré los árboles, plantas y edificios a mi alrededor. Me tranquiliza mucho ver tantas cafeterías, parques y personas mañaneras corriendo o practicando algúndeporte, eso significa que me sentiré segura al correr en la mañana antes de ir a la escuela.

SerendipiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora