Y ahora es cuando me doy cuenta de que trasnochar los domingos es una mala idea, ¿Por qué tuve que hacerle caso a Chad?
<<En cuanto lo vea, le mato>> me dije.
Intente levantarme de la cama, pero el dolor de mi cabeza lo impedía, ¡Estúpido Chad!
Pasaron uno o dos minutos y decidí levantarme, necesitaba ir al baño a por las pastillas para el dolor de cabeza.
Me llevé una gran sorpresa al abrir el armario donde guardaba todas las medicinas y darme cuenta de que no quedaban ninguna. ¡Mierda!
Cogí el teléfono y rápidamente marqué a Chad.
-¿Quién es?-una voz femenina respondió al teléfono.
-¿Chad?-pregunté-¿eres tú?
-No, Chad ahora mismo está en el baño.
-Oh, puedes pasarle el teléfono-intenté sonar amable.
-No creo que sea adecuado…
-¡Dios! Deja de hablar y dale el estúpido teléfono-medio grité, esta chica me estaba cayendo fatal.
-Que humos-murmuró, oí unos ruidos que parecía una puerta abrirse y después agua-toma, una chica pregunta por ti-murmuró con un tono celosa.
-¿Quién?-preguntó, ahora, la voz de mi amigo.
-¿Quién crees que soy?-dije obvia.
-Oh, hola Sam-saludó alegre-¿Cómo estás? Espera, ¿No deberías estar preparándote para ir al instituto?
-¿Qué como estoy? ¡Cuando te vea te mato, estúpido!
-Veo que llevas bien la resaca-bromeó.
-cállate estúpido, me duele la cabeza a horrores y no me quedan pastillas, así que ya estás moviendo tu hermoso trasero hasta mi casa con las pastillas-no deje que respondieran porque corte la llamada.
Me salí al salón de mi pequeño apartamento y me tiré al sofá boca abajo.
Cerré los ojos y esperé a que Chad me trajera esas pastillas. Hoy no iría al instituto.
[…]
-Vamos, despierta vaga-noté que me zarandeaban, ¿Pero quién me molestaba ahora?-Sam, como no te despiertes ahora mismo, juro que voy a ir a la cocina para coger dos cubitos de hielo y metértelos por la espalda-gruñó.
Abrí un ojo, y vi a Chad-¿Has traído las pastillas?-pregunté con voz cansada.
Asintió con la cabeza mientras que con la mano señaló una bandeja con un vaso de agua y una pastilla al lado.
Me levanté y me la tomé rápido, me dolía la cabeza a mares.
-¿Qué hora es?-pregunté, y noté como mi voz estaba más grave de lo normal, lo que me hacía saber que si hoy hablaba mucho, mañana amanecería afónica.
-Los cuatro de la tarde.
-¿Por qué has tardado tanto en venir? Te he llamado como a la una de la tarde-repliqué.
-Perdón, pero la chica que conocí a noche quería un beso de despedido-anunció con doble sentido a lo que yo solté una carcajada-y claro, soy un caballero, tengo que darle todo a las damas-añadió. Los dos reímos y después nos pusimos a ver la tele tumbados en el sofá.
[…]
-¿Al final que pasa entre tú e Irina?-curioseé sobre ese tema.
A Chad le gusta mucho Irina desde que íbamos a primaria, y de hecho, tonteaban cuando estaban juntos, pero ninguno daba el paso. Me parecía estúpido.
-No me atrevo a decírselo, pero…-pausó y noté como se puso rojo-nos hemos besado.
-¿Cuándo?- grité sorprendida.
-Ayer, la encontré en la fiesta, y estaba con Jimmy y me cabreé, y no sé cómo ni por qué pero acabamos besándonos en el baño-sonrió.
Le pedí todo tipos de detalles, ¡Esto era genial!
-Bueno, ya es un poco tarde, me tengo que ir, mañana vengo a recogerte y te llevo yo al instituto-asentí con la cabeza y me dio un beso en la frente para después irse.
Chad era como el hermano mayor que nunca tuve.
Sobre las once de la noche, me acosté a dormir, mañana tenía que ir al instituto y aunque no me gustara la idea, no tenía nada mejor que hacer en casa.
[…]
-¡Estúpido despertador!-grité mientras estampaba aquel aparato contra alguna pared de mi habitación.
Me dirigí al baño echa una furia, ¡odiaba tener que levantarme todos los días temprano para ir a la mierda del instituto!
Me aseé como siempre lo hacía, con una ducha, y después me dirigí a la cocina para prepararme el desayuno.
Cuando terminé mi baso de zumo junto con la manzana, volví al baño para cepillarme mis dientes y peinarme con una trenza al lado, ya que usualmente Chad venía a recogerme en moto y era muy incómoda la coleta con el casco.
Justo cuando estaba poniéndome la colonia, un claxon sonó dándome a entender que Chad ya estaba aquí.
Cogí mi mochila que tan solo contenía una libreta y un estuche con las suficientes cosas para pintar y me dirigí a la salida para encontrarme con Chad y su Harley davidson negra.
¡Lo que daría por tener yo una de esas!
-¿Estás lista?-preguntó pasándome el casco.
Me limité a mirarle mal. Él sabía cuánto detestaba el instituto, y mucho más a los profesores.
Subimos a su moto y prendió rumbo hacía el ‘infierno’.