«parte sin título 9»

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20 de marzo

Era la clase de gimnasia, pero hubo un cambio repentino y la clase acabó jugando un partido de básquet. Chicas vs chicos. Tú, cómo siempre, entraste al juego, mientras que yo tomé un buen asiento en las gradas para mirarte jugar.

Te encantaban los deportes en general, pero siempre me di cuenta que el básquet era tu preferido. No pasaba desapercibido tu gran estatura gracias a ello. Y la pasión que tenías en cada partido, por más amistoso que fuera, dabas todo de ti. Amaba esa parte tuya. Quise tomarte una fotografía, tal como hacía en cada partido al que iba a verte, pero me contuve. Lo nuestro ya había terminado, y ambos estábamos olvidándonos, ¿cierto?

De repente, me llamaron para que entrara al juego a reemplazar a una compañera. En un principio no quise, pero mis amigas me empujaron hasta que llegué a trompicones a la cancha. Me observaste unos segundos y continuaste jugando.

Estaba corriendo como estúpida detrás del balón: nadie me daba pase. La maestra se dio cuenta de ello, y usó su silbato para ordenar a que seamos más inclusivos y rotaran el balón entre todos los jugadores. El juego continuó, y esta vez una compañera me lanzó el balón. No creas que no supe jugar, eh, tú me habías enseñado algunos trucos.

Los siguientes diez minutos estuvimos jugando limpio. Metí dos canastas, tú, cuatro. De pronto el partido pasó a ser un poco más informal: empezaron a hacer trampa; nos empujábamos, gritábamos, bromeábamos y metíamos cabe. Me pasaron el balón, y con las técnicas aprendidas no dejé que nadie me la quitara.

Hasta que llegaste tú. No te habías acercado a mí en los momentos anteriores, no sabía si era porque me estabas analizando o evitabas rozarte conmigo. Sin embargo, habías dejado de hacerlo y ahora venías por mí, para quitarme el balón. Trataste de hacerlo por detrás, pero logré esquivarte al moverme rápido; no iba a dejar que me lo quitaras. Detrás de mí gritaron para que se las pasara, y lo estaba por hacer, sino hubieras tomado de un fuerte tirón mi cintura, ocasionando que perdiera la postura y el balón no volase con fuerza.

Me soltaste al instante, dándote cuenta de lo que habías hecho. Me susurraste con un suspiro un «lo siento» y fuiste tras el balón.

Pero te metí el pie.

Me asusté por el grito que soltaste.

Y luego la risa que salió de tus labios.

Y lo contagiosa que fue.

A.

A Broken Hearted GirlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora