Ichimatsu

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"Si volviera a nacer... me gustaría que jugáramos juntos de nuevo", fue lo último que escuchó mientras las manos de su hermano iban perdiendo fuerza y calor.

"¿Cuántas veces más iban a pasar por lo mismo?"

Karamatsu podía recordar cada una de las veces que había fallado; llevaba siglos reviviendo una y otra vez la misma pesadilla.

"¿Acaso estaban condenados?"

Posiblemente, pero a pesar de saberlo, no concebía en su cabeza la palabra "rendirse". Su amor era más grande que su sufrimiento.

"Vamos... otra vez."

Abrió los ojos. Estaba en su habitación de toda la vida, sus cinco hermanos dormían plácidamente junto a él. Ya se sabía de memoria lo que iba a pasar a continuación.

Ichimatsu, medio adormilado, se levantaría al baño, mientras Jyushimatsu se sentaría sobre el futón haciendo caras extrañas. Osomatsu voltearía, abrazaría a Choromatsu para seguir durmiendo, y Todomatsu se iría al baño mientras Ichi volvía.

Y tal como lo predijo, fue así. Ya había perdido la cuenta. Las primeras veces se había espantado y sus hermanos lo habían llamado loco, pero después de tantas repeticiones, ya le era indiferente.

Cerró sus ojos para seguir durmiendo, pero la mano de Ichimatsu sobre su pecho lo desconcertó.

"¿Algo diferente?"

Se sentía familiar, pero no recordaba que eso hubiese pasado en ninguna de las repeticiones. De pronto, su pecho se comprimió, la angustia lo estaba llenando por dentro. La primera vez que vio a su hermano morir, su cerebro se había estrujado y sus manos temblaban descontroladamente mientras, frente a sus ojos, su pequeño hermano yacía quieto, tan lastimado que apenas estaba con vida.

"Esa fue la primera vez que vi lo frágil que era la vida... No, lo frágil que era Ichimatsu".

— ¿Por qué estás llorando, Kusomatsu?

—No es nada, brother, vuelve a dormir.

—No puedo, tengo pesadillas... —el volumen de la voz de Ichimatsu descendía a medida que decía la frase.

— ¿Quieres... hablar de eso? —de alguna forma, Karamatsu sentía que había perdido su chispa "dolorosa", ya no podía comportarse como antes... desentendido y extraño. Contra su voluntad, había vivido mucho más que todos sus hermanos. El paso del tiempo era aplastante.

—Está bien —Ichimatsu se puso de pie con la intención de salir de la habitación—. Vamos —hizo un gesto seco apuntando a la ventana que daba al tejado.

Se sentaron bajo el oscuro cielo, sin decir ni una palabra.

— ¿Entonces...? —Karamatsu fue el primero en romper la silenciosa paz que los envolvía—. ¿De qué van tus pesadillas? Cuéntale a tu brother.

—Estoy muerto... ¿Verdad? —agachó su rostro igual que un cachorro asustado—. He muerto miles de veces... lo sé, puedo sentirlo porque mi cuerpo duele y me siento cansado —levantó la mirada mientras sus lágrimas bajaban copiosamente. Karamatsu nunca lo había visto llorar así. Usualmente, Ichimatsu no era así; era frío y serio. Muchas veces daba miedo, pero ahora se veía lastimado y asustado. ¿Se había roto?

"Se había roto... igual que él".

—Lo siento, Ichimatsu, lo siento tanto —rompió a llorar junto con su hermano. Había esperado tantos años para sacar la angustia de su pecho que ahora las lágrimas no se detenían.

Ambos lloraron hasta cansarse y, en un pacto silencioso, volvieron a dormir. Por primera vez en su vida, Karamatsu se quedó dormido con la mano de Ichimatsu enlazada a la suya. Era una paz pasajera que no quería que acabara nunca.

Cuando por la mañana abrió los ojos, no vio a su hermano a su lado. Se levantó de golpe pensando lo peor, pero para su suerte, su hermano volvió a entrar en la habitación con una sonrisa particular.

—Kusomatsu, hoy es tu día de suerte.

— ¿Mi día de suerte?

—Así es, vamos a salir —le indicó con un gesto simple para que lo siguiera—. Solo no te vistas como un idiota.

—Ok, my brother —Karamatsu hizo uno de sus gestos y fue lo más rápido que pudo por un cambio de ropa.

En menos de quince minutos, ambos se encontraban caminando por la calle, silenciosos y cómplices.

—Kusomatsu, esto tiene que quedar entre nosotros —Ichimatsu se notaba nervioso, o quizás era el exceso de gentileza lo que le estaba provocando una indigestión mental.

—Ha —rió un poco decepcionado—. Está bien.

—Aquí es —el menor se detuvo y tomó la mano del mayor—. Ven —se adentraron en un lugar que a primera vista no parecía ser de fiar. Estaba oscuro y silencioso. Caminaron un par de metros y al llegar ante una puerta, Ichi la atravesó sin siquiera golpear.

—Tenemos clientes —una mujer de rostro amable los recibió en una salita bellamente decorada con cosas "felinas"—. ¡Bienvenidos! —sonrió y se quedó mirando a Ichi—. Ya te extrañábamos, ¿Este es uno de tus queridos hermanos? —se acercó a Kara—. Son idénticos —parecía muy feliz con la visita.

—Yo también los extrañaba —Ichimatsu sonrió cándidamente, lo cual extrañó a Karamatsu.

— ¿Dónde estamos? —habló bajito, no quería ofender a nadie.

—Tú solo sígueme —lo guió tras otra puerta y Karamatsu por fin entendió en qué clase de lugar estaban. Frente a ellos había varios kotatsus, repisas y sillones mullidos, junto con una multitud de gatos.

—Me gusta —Karamatsu se aproximó al sillón que tenía más felinos reposando sobre él y se dedicó a acariciarlos un buen rato—. Es un lugar hermoso.

—Siempre paso tiempo aquí, me hace sentir bien —se estaba soltando, poco a poco estaba dejando de lado su parte recatada y se estaba abriendo ante su hermano—. ¿Comamos algo?

Pasaron las siguientes tres horas hablando, comiendo y acariciando gatos. En su vida, Karamatsu nunca había imaginado que ese tipo de cosas podrían pasar. Se sentía tan cerca, tan compenetrado con su hermano menor que, por un momento, olvidó todo lo que había pasado.

—Gracias, Karamatsu —le dijo bajito a su hermano mientras se ponía de pie—. Vamos.

—Sí, vámonos, ya es tarde —hizo como que no lo había oído aquel agradecimiento, no quería avergonzarlo.

Salieron del café y tomaron rumbo a su casa. Aun no era demasiado tarde, así que decidieron desviarse por un parque.

—Ha sido un día extraño —Karamatsu se apoyó en una baranda que daba a la orilla. Más allá, se podía contemplar el mar. Ese parque siempre le había gustado.

—Hum —Ichi se apoyó a su lado. La tarde estaba refrescando y la suave brisa golpeaba su cara—. Sabes, Kusomatsu...

— ¿Hum?

—Nunca pensé que íbamos a poder estar así.

—Somos hermanos, siempre podemos salir y hacer este tipo de cosas... si te parece, claro.

—Idiota —sonrió levemente—. Creo que ya entien... —no pudo terminar su frase porque de pronto vio cómo desde un árbol un pequeño gatito saltaba atravesando la baranda... cayendo al vacío.

Las cosas pasaron demasiado rápido. Karamatsu solo vio cómo su hermano saltaba tras el gato atrapándolo entre sus brazos para luego caer. Trató de estirar sus manos para alcanzarlo, pero sabía que sería inútil. Un par de segundos y un crujido, que le erizó la piel, le indicaron que había pasado otra vez.

Ichimatsu estaba muerto.

Reoccurring [Osomatsu-san]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora