Lazos de familia

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—Es hora— Karamatsu se había despertado durante la madrugada, probablemente no eran más de las tres de la mañana.

— ¿Dónde vamos?— Ichimatsu estaba adormilado aún.

—Solo sígueme— le tomó la mano y lo ayudó a levantarse, —Llegó la hora— con esa frase, Ichimatsu comprendió a lo que se refería y siguió a su hermano sin decir nada.

Ya había pasado un mes desde la muerte de Jyushimatsu. Juntos habían planeado minuciosamente cómo se iban a quitar la vida; lo primordial era hacerlo lejos de todos sus hermanos. No querían que fueran ellos quienes los encontraran; si iban a morir, sería en un lugar donde nadie los encontrara.

No querían dañar a nadie más.

Salieron de casa con su ropa habitual, mientras mentalmente les decían adiós a sus hermanos y a sus padres.

—Lo siento mucho, Osomatsu— Karamatsu miró por última vez la ventana de la habitación que había compartido con sus hermanos desde que tenía memoria, —Te fallé— sintió ganas de llorar, pero se contuvo.

— ¿Estás seguro?— Era la primera vez, desde que habían propuesto la idea, que Ichimatsu planteaba esa duda.

— ¿Por qué preguntas? ¿Acaso tú te estás arrepintiendo?— trató de sonreír, pero sinceramente no tenía muchas ganas de "fingir felicidad".

—No, en realidad no tengo nada por lo que vivir. Creo que de los dos soy el que más seguro está.

—Te prometo que volveremos a estar juntos los seis.

—Espero que lo cumplas.

Caminaron juntos hasta la plaza donde habían estado "aquella vez" que Ichimatsu saltó para rescatar al gatito. Se apoyaron en la baranda contemplando el mar.

La noche estaba fría y silenciosa. Las olas rompían en la orilla creando un sonido incesante y placentero. De no ser porque esa era la noche de su muerte, sería el escenario perfecto para una cita.

—Karamatsu.

— ¿Hmm...?

—Sabes... hace mucho que quería decirte algo, pero siempre alguien me interrumpía— Ichimatsu habló bajito.

—Dime— Karamatsu estaba distante, casi parecía otra persona.

—Yo... creo que te amo— soltó sin más, iban a morir ¡Al carajo la moral!, —Creo que te amo desde hace mucho, desde antes de nacer. Quizás en otra vida— tenía la mirada apuntando al piso, no quería ver la cara de asco de su hermano.

—Ya lo sabía— alzó una de sus manos hasta el mentón de su hermano menor y lo levantó para obligarlo a mirarle, —Pero creo que esa es la razón por la que la vida nos está castigando— acercó su rostro al de Ichi, casi al punto de rozar sus labios, —Ambos estamos rotos— le besó con calma, tomándose todo el tiempo del mundo para saborear esa cavidad tan familiar. Un sabor que su cuerpo reconocía.

Al fin pudo recordar: ambos no podían vivir en el mismo mundo, no si seguían insistiendo en amarse.

Un sacerdote y un demonio también se amaron en contra de todo. El sacerdote sacrificó tanto por el demonio y hasta lo convirtió en su novicio para protegerlo. Pero la desgracia se cernió sobre ellos, libraron incontables batallas hasta que el sacerdote murió.

Seis hermanos nacieron. Dos de los hermanos también se amaron contra todo. El hermano mayor protegió al menor de cualquier cosa que pudiese dañarlo. Pero la desgracia se cernió sobre ellos, el hermano menor murió incontables veces, hasta que uno a uno sus hermanos fueron muriendo.

—Estamos destinados al fracaso— Ichimatsu sonrió de forma torcida; Karamatsu pudo ver un leve reflejo de unos dientes puntiagudos y unas alas saliendo por su espalda. —Te dije que nos veríamos de nuevo— Ichimatsu también lo había recordado.

—En otra vida.

—Aquí estamos otra vez, padre— la sonrisa de Ichimatsu se deformó en un pequeño puchero, no pudo evitar romper a llorar. Karamatsu lo envolvió en sus brazos como si no lo hubiese visto en mil años.

—Mi pequeña novicia, no llores— le acarició la cabeza con ternura. Se quedaron abrazados por algunos minutos más, hasta que Ichimatsu dejó de llorar, —Y ¿Quieres fracasar nuevamente?— la cara del mayor reflejaba tranquilidad.

— ¿Soportarás pasar por todo esto de nuevo?

—Han sido miles de años... unos cuantos no van a cambiar las cosas.

Se dieron un último beso y subieron por la baranda para saltar al vacío.

—"Nos vemos pronto, Ichimatsu."

—"Si volvemos a vernos, espero que los seis estemos juntos otra vez."

La noticia no fue más que otro amargo golpe para la familia Matsuno. En menos de dos meses, ya habían perdido a tres de sus hijos. Karamatsu e Ichimatsu habían desaparecido sin dejar una nota, sin siquiera dar indicios de lo que estaban planeando. La policía los dio por muertos.

Esta vez, el funeral fue más simple y privado. No había cuerpos que velar, así que solo armaron un pequeño altar con la foto de ambos.

Pero la vida continuaba, y Osomatsu tenía dos hermanos más que proteger. Sacando fuerzas de la nada, se puso de pie nuevamente, tratando de alentar a los demás a seguir adelante. Nadie tenía la culpa, era lo que su madre seguía repitiendo para acallar las palabras de su hijo mayor.

—La culpa es de Karamatsu— Osomatsu lo había gritado en medio del "funeral". —Se llevó a Jyushimatsu primero... y ahora se llevó a Ichimatsu— sus ojos se habían llenado de lágrimas. —Y el muy imbécil va y desaparece para no dar la cara.

Osomatsu lo dio todo por sus dos hermanos, pero ni los esfuerzos más grandes pudieron evitar la partida del más pequeño. Todomatsu había salido una mañana a trabajar y no había vuelto. Solo había dejado una carta pidiendo que no lo buscaran.

—No puedo creer que llegamos a esto— Choromatsu estaba sentado al borde la ventana. —Ni siquiera sé con qué voluntad sigo aquí.

—...— Osomatsu estaba leyendo un libro, o intentaba hacerlo. Ya no era capaz de hacer nada más que recordar y divagar en un mundo de fantasía que se había creado en su cabeza. Salir de ese mundo para él era la muerte.

—Estoy cansado— el menor se estiró un poco y se puso de pie. — ¿Vamos al pachinko?— trató de animar al mayor. Era difícil cuando ambos sentían que la vida ya no tenía ningún sentido, pero aun así, Choromatsu se esforzaba en hacer la vida un poco más llevadera.

—No tengo ganas— trató de parecer más interesado en su libro.

—Voy solo entonces— suspiró. —Déjame decirte algo. Lo he estado pensando desde hace mucho tiempo...— miró a Osomatsu tratando de encontrar sus ojos. —Si pudiéramos volver a ser solo hermanos, estaría bien.

—Siempre hemos sido solo hermanos— no fue capaz de mirar a Choromatsu a la cara en ningún momento. —No entiendo a qué vas con esas palabras— se hizo el desentendido, aunque sabía que sus palabras estaban rompiendo el corazón de su hermano.

—Entiendo— salió de la habitación. Osomatsu le había roto el corazón.

Después de eso, Osomatsu se quedó completamente solo. El último de sus hermanos, Choromatsu, tampoco volvió, y eso no era culpa de nadie más que de su estupidez.

Ya no tenía nada que perder, nada por qué luchar, nadie a quien amar. Estaba solo y destrozado.

Él también cedió ante la muerte.

—"Si volvemos a nacer, espero que podamos ser hermanos de nuevo."

Reoccurring [Osomatsu-san]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora