Bienvenido

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—Ya cumpliste tu deseo —la voz de Choromatsu llegó hasta sus oídos—. Ahora desaparece.

Una suave y cálida luz envolvió la habitación; el cierre de aquel fatídico y cruel ciclo al fin había llegado. Ahora los sextillizos podrían hallar la felicidad.

Karamatsu abrió los ojos asustado, miró a todos lados en busca de alguien... pero estaba solo.

—Qué sueño más extraño —se frotó los ojos, aún soñoliento—. Tengo hambre —se levantó de la cama; para él, era un día más.

—Buenos días, hermano —en la cocina lo esperaba su hermano mayor y su hermano menor.

—Buenos días, Osomatsu, Choromatsu —se sentó junto a ellos a desayunar—. Creo que dormí demasiado —se rasco la cabeza.

—No quisimos despertarte; aún queda tiempo para ir a la escuela.

—Ah... sí, la escuela —le dolía un poco la cabeza, como si hubiera despertado de alguna especie de letargo.

—Recuerden que hoy tenemos un examen —Choromatsu siempre tan correcto recordando a sus hermanos de sus deberes.

—Trillizos —su padre los llamó desde la puerta de la cocina—. Hoy tendrán que ir solos a la escuela —se notaba agitado—. Tengo que llevar a mamá al hospital.

— ¿Pasó algo con mamá? —Karamatsu aún estaba desorientado.

—Qué tonto eres —Osomatsu se frotó la nariz con su índice—. Yo me encargo, viejo.

—Gracias —el padre salió disparado en busca de su mujer.

— ¿Me van a decir qué le pasó a mamá? —Karamatsu estaba molesto por ser el único que no entendía nada.

—Tonto, mamá tiene panecillos en el horno —Choromatsu soltó una carcajada al escuchar la explicación estúpida de su hermano mayor.

— ¿Y por qué van al hospital a ver los panecillos? —Karamatsu seguía sin entender la conexión entre los pasteles y un hospital.

—Osomatsu, déjalo... ya lo va a entender.

Los hermanos asistieron a la escuela como de costumbre; Choromatsu pasó más de la mitad del día regañándolos por no haber estudiado para el examen y tan rápido como el día había comenzado, ya estaba terminando.

—Vamos a casa —Choromatsu estaba sentado en una de las bancas del parque, mientras que Osomatsu jugaba en las barras y Karamatsu contemplaba el mar desde la baranda.

—No seas aburrido —Osomatsu se balanceaba de un lado a otro—. No quiero ir aún, ¿Quieres irte, Karamatsu? —miró a su hermano, el cual parecía estar en otro lugar—. ¡Ka-ra-mat-su! —Osomatsu se había colocado a su lado tratando de llamar su atención.

—Sí, claro —no tenía idea de lo que hablaban sus hermanos; solo dijo lo primero que se le ocurrió.

—Yey —Choromatsu se puso de pie y emprendieron el camino a casa; en el trayecto fueron interceptados por su padre.

— ¿Dónde rayos estaban?

—Jugando en el parque —Osomatsu se adelantó a responder.

—Su madre los está esperando —Karamatsu no supo por qué, pero sintió la fuerte necesidad de correr a casa.

— ¡Los panecillos! —al fin lo había entendido; corrió con toda la fuerza que tenían sus jóvenes piernas y llegó a casa antes que todos—. ¡Estoy en casa! —lanzó sus zapatos y corrió a la habitación de su madre.

—Bienvenido, Karamatsu —su madre lo estaba esperando con una bella sonrisa y a su lado reposaban tres bebés.

—Ichimatsu —lo reconoció enseguida; nunca, por más que quisiera, habría podido olvidar su cara. El bebé reposaba tranquilo, envuelto en una suave manta de gatitos.

Reoccurring [Osomatsu-san]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora