Cap. 4 ¡Ya no aguanto más!

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Narra Layla:

¡No podía creer lo que me había pasado! Me había cruzado con un humano y encima me quería coger. Tenía que decírselo a mi padre, pero si lo hacía me regañaría por salir del mar. No sabía que hacer, a si que me asomé a la orilla a ver si estaban. No había ni un solo alma a si que decidí jugar con la arena, me sentía extraña, podía ver como esos seres podían correr, y yo no. En mi familia me sentía presionada y muy fuera de lugar. Algo me decía que el mar no era mi sitio. Entonces vino mi hermano y me susurro al oído: Se lo que hiciste y me chivaré a papá. Mis ojos se quedaron en blanco y me quedé tan pálida como la arena de la playa. Le miré, el tenía una mirada maliciosa y le grité enfadada:¿Que quieres a cambio de tu silencio? Entonces el se le iluminó los ojos y me dijo contando con sus dedos: Hacerme la cama durante un mes, hacer mis deberes durante toda tu vida y cogerle el peluche a Mireya. Yo me quede con la boca abierta y le grité: ¿Tanto? Entonces el se encogió de hombros y me respondió: Es que es mucho que ocultar, papa te mataría. Yo fruncí el ceño y le grité: Y un carajo voy a ser tu chacha. Entonces el me susurró:¡Como quieras! Acto después salió nadando hacia el palacio. Yo le perseguí pero ya era demasiado tarde. Mi padre se enteró y se puso rojo como un tomate, entonces me cogió del brazo y me gritó: ¿Para que tienes colmillos? ¡Para defenderte! Entonces estallé en lágrimas y le dije: Aparte de eso yo no quiero estar aquí, quiero estar allá afuera, donde los pájaros cantan y las ardillas saltan. Mi padre se puso aun más rojo que antes y me gritó:¡Tu sitio es aquí! Tu deber es gobernar quieras o no quieras. Me fui alejando dejando a mi padre decepcionado por mi comportamiento. No soportaba esta vida, pero tenía una idea, tal vez me pudiera ayudar mi abuela. Fui directa a la casa de mi abuela, que ella me recibió con una sonrisa de oreja a oreja y un pastel de algas. Mi cara de tristeza debió de haberla decepcionado, de pequeña siempre lloraba a ella cuando papa me castigaba por no comerme la comida o no hacerle caso. Ella me acompañó a su habitación y me preguntó: Haber hija ¿Que quieres? Yo medio confusa le susurré: Dame una poción para tener piernas. Mi abuela se sobresaltó y intento convencerme: Pero hija aquí eres feliz y no tienes problemas. Entonces puse mi carita de cordero degollado. La abuela se enterneció y dijo ya vencida: Bueno, nos quedará a James para el trono. Entonces abrazé con fuerza a la abuela mientras me daba un frasquito morado. Antes de subir me dijo: Toma este vestido que calló de la superficie, no querrás ir sin ropa. Acto después cogí el vestido y subí hacia la superficie

¡Esto es más que amor!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora