Amigos proscritos

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Capítulo 2:

Al tercer día al amanecer un guardia vino a sus aposentos corriendo. Cuando por fin descansó un poco, con sudor en la frente les dijo:

-Un oficial ha conseguido revolucionar a una parte del ejército y han salido de la ciudad matando a todo lo que se encontraban- y siguió- el ejército que ha revolucionado ha entrado en el palacio real y ha acribillado al rey y os han echado la culpa a vosotros. Es mejor que os vayáis-.

En ese momento entraron tres guardias con armas en mano dispuestos a exterminar. El guardia se interpuso con ganas de luchar pero antes de darse cuenta, dos de los traidores estaban en el suelo con una flecha cada uno en la cabeza. El tercer guardia también con una herida en la pierna, siguió avanzando. Tuvo que lanzar una cuarta para que no se moviera nunca más. Al cabo de unos segundos entraron dos guardias más luchando contra otros cuatro que querían entrar, Erik, Celeste y el guardián se unieron a la lucha. Erik luchaba contra un soldado de alto rango (supuso que era un teniente), Celeste contra un hombre mal armado y no muy diestro con la espada, el guardia que les había advertido peleaba contra otro traidor y los otros dos luchaban con un capitán. Duró un par de minutos. Acabada esta, Erik y Celeste bajaron a las caballerizas escoltados por los tres soldados. Dos campesinos con una espada las custodiaban. Erik intento que dejaran las armas pero estos no cedían así que tuvieron que matarlos. Cogieron sus caballos y atravesando las murallas al galope, mientras los arqueros les disparaban, salieron de la ciudad. Los tres guardias murieron atravesados por cinco flechas. A Erik le pitaban los oídos y, como a Celeste tenía los ojos empañados de lágrimas. Ya caía la noche cuando se pararon. El lugar donde estaban era un páramo solitario y triste: árboles caídos, esqueletos por doquier, arena negra y piedras con formas de caras infelices, aquí al parecer se había formado una gran batalla. Acamparon entre tres árboles y otros dos caídos encima en forma de cabaña. El viaje había sido un poco largo y puesto que estaban muy cansados nada más hacerse una cama con ramas blandas se durmieron, sin dejar a nadie de guardia. Un ruido en la noche despertó a Erik. Este vio que su compañero también se había despertado y que tenía el arma en la mano así que lo imito. Cogió el arco y el carcaj, el escudo, la espada y la daga de su padre. Salió de la cabaña improvisada y se percato de que los estaban observando desde unos árboles altos y macizos. Saco el arco y preparo una flecha cuando un aullido rasgó el silencio de la noche. Celeste también salió de la tienda y preparo su espada y su escudo. Una manada de lobos apareció entre los árboles. Cuando el primer lobo se adentró en el claro que había, una flecha voló hasta su cabeza y se la atravesó. Los dos amigos se miraron atónitos pero un segundo aullido de dolor los llevo a la normalidad. La manada formada por entre diez o doce lobos se acercaba peligrosamente mientras más flechas llovían de los árboles, ya en el suelo yacían tres lobos. Erik también disparo y le dio en el costado a un lobo mientras Celeste remataba en la cabeza a uno que se había acercado más de la cuenta, en pocos segundos ya había más lobos en el suelo que de pie y entre las flechas de los árboles, la daga de Erik que ahora luchaba cuerpo a cuerpo y la de su compañero mataron a toda la manada.

Celeste mataba a un lobo de gran tamaño que tenía una flecha en el costado cuando un grupo de hombres salió de los árboles. Todos iban con arcos y algunos tenían el carcaj vacío, también llevaban dagas de corto alcance. El que parecía el jefe habló:

-Somos proscritos que hemos huido del palacio de Destructor el Sangriento y nos refugiamos aquí-continuo- y vosotros ¿Quiénes sois?-.

-Yo me llamo Celeste y este es mi compañero Erik, y huimos del nuevo rey después del asesinato de su majestad Carson X-.

-Y también escapamos de Destructor el Sangriento por un crimen que nosotros no cometimos-apuntó Erik- y esta huida nos ha llevado a aquí-.

-Os llevamos observando desde que llegasteis-dijo un hombre corpulento y casi sin pelo.

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