El último mago

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Capítulo 15:

Ante él había un anciano de una barba atacada por las canas, rodeado de un aura blanca y acompañado por un bastón robusto con una gema en su cima, luchaba contra los Argüeins. Los seres oscuros no eran rivales para su contrincante. Cada vez que intentaban tocarle, unas llamas salían y les quemaban las manos. Erik se hallaba en el centro de la cueva,  rodeado por sus compañeros caídos. El escudo, a su lado, estaba magullado y lleno de arañazos. La cuerda con la que lo sujetaba estaba roída y retorcida a un par de metros del capitán rebelde. El cuerpo de este daba asco. Un muslo le sobresalía detrás de la pierna, colgaba al igual que una liana. Su brazo estaba lleno de mordeduras de los Argüeins. La armadura ya no le servía de nada. Por la altura del pecho estaba partida por la mitad dejando a la vista la carne que cubría el corazón. Tenía marcas de las uñas de los seres mágicos por todo el cuerpo. En el suelo, a su alrededor había sangre rojiza mezclada con restos de piel. Estaba valorando sus heridas cuando uno de sus enemigos le cayó encima. Con un movimiento rápido, pero doloroso, lo apartó de un empujón. Cogió el escudo y, con una rabia y fuerza sobrenatural, empezó a aplastar el cráneo de su enemigo. Este empezó a soltar espuma por la boca y a arquear el cuerpo, cuando un rayó de color blanco le fulminó. Erik cogió su espada para ayudar al mago cuando este dijo1.

-Tápate los ojos, es un consejo-

El capitán rebelde decidió seguir la advertencia, así que se tapó los ojos. Durante unos segundos no ocurrió nada, pero de repente una luz blanca y pura le cegó durante unos instantes, cuando abrió los ojos, no había rastro de los Argüeins. El anciano del bastón se hallaba delante de Erik con la mano tendida para ayudarle a levantarse. El mago tenía el rostro marcado de arrugas y unas grandes ojeras marcaban sus pequeños ojos, negros como el carbón. El pelo, blanco como la nieve, le bajaba por los hombros hasta el pecho, mientras que la barba, con pelo rizado y también canoso, le llegaba hasta el ombligo.

-Parece ser que necesitabas ayuda- dijo el anciano- me llamo Gurtel, el último mago, portador de la luz de Incisto, portador del sol- concluyó.

-Yo me llamo Erik, hijo de Roshan, caballero legítimo de Los Treinta- dijo el rebelde.

-¿Los Treinta?- preguntó Gurtel- no me suenan, pero tiene pinta de ser una historia muy interesante. Ya me la contarás en cuanto estemos en Hugardil-.

-¿Hugardil?- preguntó Erik.

-Si, mi morada, antiguo refugio de magos- le aclaró el anciano.

Erik quería enterrar a su compañeros, pero Gurtel le dijo que más Argüeins les atacarían como no saliesen de allí.


Celeste se encontraba en una cama hecha de roble, con una manta de hojas, lianas y lana, una almohada llena de plumas de Fénix, según le habían explicado y un colchón relleno de algodón. Los  elfos llamaron a la puerta. El chico, que ya estaba acostumbrado después de una semana allí, la abrió con tranquilidad. El primero en entrar fue Furtent, una criatura mágica con tres siglos de antigüedad pero engañaban su pelo verde como el acebo y unos ojos de color azul. Era esbelto, de porte orgullosa y con muy buen gusto y gracia. Por su delgada cadera caía una espada de más de dos codos de largura. A su espalda, dos dagas pequeñas formaban una "x" acompañadas de un carcaj repleto de incontables flechas hechas de fresno. El segundo y el tercero eran muy parecidos a él, pero con el pelo amarillo como el sol o marrón castaña.

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