Ataque frente a la ciudad

36 8 4
                                    

Capítulo 9:

Los dos ejércitos se hallaban frente a frente. El ejército de Tambort era superior, ya que contaban con el apoyo de su sanguinario vecino. La zona de la batalla era una explanada, con el bosque a la derecha. El sol caía detrás del ejército rebelde, dejando el cielo de un color rojizo, como dentro de poco iba a estar la tierra, nubarrones negros iban galopando por el viento hacía el campo de batalla. Dentro de poco, una gran tormenta cubriría el cielo.

Erik, situado en el flanco derecho del ejército, estaba al mando de quinientos hombres, con Celeste del segundo al  mando. El papel de ese batallón, equipado con una armadura de hierro, una lanza, un escudo,una espada, y un arco con un carcaj, era meterse en el bosque y desde allí, acribillar al flaco izquierdo enemigo con las flechas. Eso haría que se juntaran en el centro y así los arqueros tendrían un blanco más fácil. Cuando las flechas se acabaran, deberían atacar sin piedad y matando a todo lo que se moviera. En resumen, tajo por aquí y tajo por allá.

Un cuerno sonó en el campo, los dos ejércitos pusieron las lanzas en riste. Erik se tenso. La batalla había comenzado. El batallón que debía moverse hacía al bosque se puso en marcha casi   al mismo tiempo que el cuerno sonaba. Los arboles les proporcionaban cobertura, ya que eran anchos, casi pegados y altos como rascacielos. Cuando llegaron al lugar, dejaron las lanzas en el suelo y cogieron los arcos. Segundos después, mas de cien flechas volaron y se clavaron en cuerpos que cayeron al suelo, unos muerto, otros desangrándose y otros heridos en piernas, brazos.

Las flechas volaron una y otra vez hasta que, poco a poco, el flanco izquierdo del ejército enemigo se convirtió en el centro del grupo, dejando así vulnerable ese lado. Inmediatamente los otros arqueros arqueros rebeldes empezaron a vaciar su carcaj. Las flechas mataban a todo lo que alcanzaban, haciendo el caos en las líneas enemigas. Tambort observaba la masacre de su ejército con Destructor el Sangriento. A esto, el rey impuro le dijo a su compañero:

- Eso, eso, que descarguen todas sus flechas con la infantería, todavía no saben la que les espera-.

A este comentario, el otro rey preguntó:

- ¿Por cierto, están preparados los refuerzos ?-

- Si, y tienen unas ganas de entrar en combate- fue la respuesta de compañero.


Erik preparó a sus hombres para que hicieran cinco filas de cien. Las órdenes eran claras, atacar pero sobre Erik se cernía una duda. Sabía que esa misión era suicida y que ninguno de sus soldados regresaría, incluidos Celeste y él. Los hombres aguardaban a la orden de su capitán. El hombre al mando tomó una decisión. Atacarían como si no hubiera un mañana, como si el mundo se acabara o sus vidas dependieran de esa batalla, harían que sus nombres se gravaran la historia.

- ¡Preparaos para combatir, pero no tengáis miedo, pues habrá un día en que los hombres se desentiendan unos de otros pero hoy nos ese día. Llegará el día en el que moriremos todos pero hoy no es ese día. Hoy es el día en el que nuestro valor nos dará la victoria, el día en el que les haremos pagar por sus crímenes, el momento en el se arrepentirán por maltratar a familias, niños, mujeres y hombres. Así que no temaís, son ellos los que nos tienen que temer. ¿Estáis conmigo?!- dijo Erik

- ¡Siiii!- gritaron los rebeldes

-¿Estáis conmigo?- volvió a preguntar el capitán.

-¡Siiiiiii!- contestaron.

- ¡Pues entonces, al ataque!- gritó Erik

Dicho esto el capitán se lanzó al ataque, seguido de Celeste y del resto de sus hombres. Mientras corrían, formaron una punta de flecha, con Erik en la punta. Cayeron contra el enemigo con gritos que parecían haber venido del mismísimo infierno. Los hombres del rey, atemorizados por esa valerosa y furiosa carga, retrocedieron hasta tal punto que en vez del centro parecían el flanco contrario al del ataque. Las filas del ejército del infiel se desmantelaron por completo, la caballería aliada aprovechó esta ocasión para cargar con todas sus fuerzas. Erik repartía tajos a diestro y siniestro, a derecha y a izquierda, seguido por sus hombres. Nada le oponía resistencia. Parecían una ola barriendo un castillo de arena. Nada los paraba. La batalla parecía tener un ganador, pero en el fragor de la batalla, sonó un cuerno, que parecía el grito de un dragón agonizante. El capitán de la división de quinientos hombres, se giró y miró a la colina donde estaban los jefes enemigos. Ya no había rastro de ellos, en vez de eso, unas figuras monstruosas de dos metros de altura, con lanzas, arcos y espadas ocupaban su lugar.


Llamas de libertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora