🌸Une🌸

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Viktor suspiró por enésima vez. Miro hacia el reloj posado simétricamente sobre su escritorio y una leve sonrisa apareció en su rostro al notar que en sólo cinco minutos más, podría irse.

Su trabajo no difería mucho al de cualquier otro empresario. No había nada especial en su vida, más que quizá, su perro. El pequeño Makkachin tal vez era, la única razón por la que regresaba a casa temprano en lugar de irse a emborrachar por ahí.

Sumergido en sus pensamientos, no notó el pasar de los minutos y para cuando acordó, ya habían pasado siete minutos que jamás recuperaría. Tomó sus cosas y las guardo en su siempre ordenado maletín de cuero negro. Salió sin prisa de su oficina y le indicó con un gesto a su amable secretario que se retiraría.

— Hasta mañana, Nikiforov — Se despidió el joven de cabellos rubios.

Viktor posiblemente no lo escuchó, lo único que pensaba era que necesitaba apresurarse en llegar a casa, probablemente su serie favorita ya habría comenzado y no quería perderse nada. No se lo perdonaría.

Cuando salió del elegante edificio, notó las chispas de lluvia, que caían suavemente, el cielo lleno de nubes oscuras y la gente que comenzaba a refugiarse tras un paraguas. Aún, a paso no tan apresurado, camino hasta su auto y se metió en el con cuidado de no ensuciar los tapetes nuevos. Fracasó.

Su departamento no estaba realmente lejos, así que si tenía suerte, llegaría justo a tiempo para acurrucarse con Makkachin y perder el tiempo viendo sus series favoritas. Pero quizá, ese no era su destino. Lo supo en el momento en que el semáforo se puso en rojo y logró ver, que en la calle que se alzaba frente a él, había una pequeña aglomeración de gente.

Ahí fue cuando recordó que justo tres calles antes de llegar a su hogar, el negocio que antes era una lúgubre lavandería, inauguraría ese mismo día una cafetería.

Recordó también que por la inauguración, por la noche, la cafetería estaría regalando cupcakes, si no mal recordaba.

Y entonces tomó la decisión, la errada, y correcta al mismo tiempo decisión, de girar el volante de su auto, y no seguir derecho, como debía hacerlo.

Se estacionó en la esquina de la calle consciente de que no habría espacio en frente de la cafetería, y salió del auto para caminar con paso decidido hacia ella. Lucía verdaderamente hermosa, estaba pintada de color celeste y tenía dos grandes ventanales donde se alzaba el nombre "Katsuki Coffee Shop", además, estaba decorada con un montón de flores naturales, y enredaderas. Verdaderamente mágica, y atrapante, captó la inmediata atención del ruso quien decidió entrar.

La fila era larga, pero si volteaba a cualquier parte, podía escuchar a la gente decir lo rico que estaba el café, y lo delicioso y esponjosos que estaban los cupcakes. Así, decidió quedarse.

Para cuando llegó su turno, había decidido pedir un latte y una rebanada de pastel de fresas que lo incitaba a comerlo tras una vitrina llena de deliciosos postres.

No pudo pensar en comer con lo qué pasó después.

El cajero, un chico con unos hermosos ojos color chocolate con toques vino y el cabello azabache, le sonrió amablemente en cuanto lo vio. Sintió su rostro sonrojarse ante el gesto, y busco las palabras en su mente.

— Buenas noches — Dijo el chico azabache, con una voz aterciopelada que solo hacía que su sonrojo creciera más — ¿Que desea pedir?

— Un latte, y... una rebanada de pastel de fresas, por favor — El ruso, hablo rápidamente y agradeció ínfimamente no haber tartamudeado. El chico pareció comprenderlo a la perfección y asintió.

Después de pagar, el ruso se sentó en una mesa justo al lado de la ventana, dándose cuenta de que las chispas de lluvia que antes parecían inofensivas, ahora amenazaban con convertirse en una tormenta. Suspiró. No esperaba quedarse en la cafetería pero por alguna razón, decidió hacerlo. Después buscaría en internet el capítulo de la serie que perdió.

No pasó mucho tiempo antes de que el mismo chico azabache que lo atendió en la caja, llegara hasta él y le entregara su latte, y un plato con una buena rebanada de pastel de fresas con crema que lucía como la perfección. Ahí fue cuando reparó en las demás cualidades físicas del otro. Era más pequeño que él, y era adorablemente gordito también. Tenía las manos pequeñas y lucían como las de una mujer por lo delicadas que eran. Su piel contrastaba con la suya, siendo ligeramente más morena.

— Muchas gracias... — Habló suavemente el peliplata mientras por inercia, buscaba el gafete de identificación del chico, pero no lo encontró.

— Yuuri — Completó el azabache, con su voz, tan suave y gentil — Si necesitas algo más, no dudes en pedirlo.

El ruso asintió y le dedicó una sonrisa antes de que el otro se retirara y dejara solo al ruso.

Iba comenzar a comer cuando de repente, reparó en el latte que el azabache le había servido. Con espuma, podía perfectamente distinguir la forma de un corazón. Volvió a sonrojarse de sobremanera y busco con la mirada al chico, quien había regresado a atender la caja.

Se preguntó por qué entonces, había personalmente, ido a servirle el pedido si él no era un mesero, lo sabía por qué había otros dos chicos haciendo ese trabajo, y el azabache no había vuelto a moverse de la caja.

Sin encontrar respuestas, se apresuró a comer para poder seguir su camino, y pudo descubrir lo delicioso que sabía el latte con forma de corazón. Sabía justo como le gustaba, tal como si el chico azabache supiera como exactamente el ruso lo preparaba. El pastel de fresas no se quedó atrás, esponjoso, y dulce sin llegar a ser empalagoso, era una de las cosas más ricas que había probado.

No tardó mucho en terminar, y para su suerte, parecía que la lluvia finalmente se había calmado, así que tomó su abrigo y cuando estuvo a punto de abrir la puerta para salir, volvió a dirigir la mirada hacía el chico cajero-mesero, que aún con trabajo encima, también volteó a ver al ruso y una vez más, le sonrió.

Viktor supo desde entonces, que esa cálida cafetería se volvería su lugar favorito en el mundo.

Katsuki Coffee ShopWhere stories live. Discover now