CAPITULO OCHO : TIEMPO DE HONOR

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Les habían avisado de que la reunión tendría relación con los Tercios. Pero Lucrecia torció el gesto cuando el subsecretario les informó del resto:

– Tercios de mar. ¡De mar! Bien sabe Dios que siempre obedezco las órdenes, pero...

– Vamos a ver -Interrumpió Rubén, ¿Me están tomando el pelo? ¿Qué tiene que ver España con un libro antiguo japonés?

– Filipinas era una colonia española en aquella época -Apuntó Laura-. Los japoneses pasaron por allí. Y los Tercios.

– Además, no se trata de un japonés cualquiera -Añadió Iñaki-: Estamos hablando de Miyamoto Musashi. Un samurái famoso, Rubén; sobre todo, por su obra literaria.

– ¿Un escritor? -Se interesó Victoria.

– No, no: ¡ésta me la sé! -Sonrió Rubén, cada vez más divertido-: Los samuráis son guerreros japoneses.

Iñaki abrió la boca para continuar; pero para su sorpresa, Lucrecia se le adelantó:

– Usaban un sable que se empuñaba con ambas manos, llamado katana. Pensado para atacar con el filo de la hoja, no con la punta. Nada que ver con la esgrima española, de espada en una mano y daga en la otra

– Cierto, nada que ver; pero sólo hasta comienzos del siglo XVII -Asintió Iñaki, algo molesto por la interrupción-. Entonces el libro de Musashi introdujo técnicas a dos armas, similares a las nuestras. El problema es que nuestro contacto en Filipinas dice lo contrario. El subsecretario hizo pasar a su nueva secretaria. Ésta les presentó dos libros de distintas épocas: El Libro de los Cinco Anillos, de Miyamoto Musashi.

Una copia moderna y otra del manuscrito del siglo XVII que ha conseguido nuestro contacto en Filipinas. Traducidas al castellano.

– Han tenido que traducir el manuscrito a toda prisa -Observó el subsecretario-.Victoria por favor, compárelos. Usted también, Lucrecia: habla como si ya supiera algo del tema, ¿Es que conoce a alguien de los Tercios de Mar?

– Algo así. Pero, ¿Cuál es el cambio? -Se encogió de hombros-. ¿Que los samuráis no aprendieron nuestro estilo de lucha? Mejor para nuestras tropas...

– ¿Mejor? Tal vez no. Si no llegaron a entrar en contacto con nuestra técnica, podría significar que perdimos Filipinas trescientos años antes de lo previsto.

En un santiamén la patrulla ya se encontró en el lugar exacto para el cumplimiento de la misión (Luzón, Filipinas, 1582). El olor del mar y de la vegetación exótica se mezcló con el sofocante calor tropical en cuanto cruzaron el umbral de aquella rudimentaria cabaña: estaban cerca de un puerto. La brusquedad de este tipo de cambios ya era parte de la rutina habitual, pero nunca dejaba de maravillarles. Un hombre enjuto vigilaba la puerta a poca distancia.

Crossover entre  El ministerio del tiempo y Amar es para siempre (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora