Dos años después...
Gray despertó en un lugar desconocido y observó las prototípicas paredes de un humilde pero agradable hotel. Acostumbrado a conocer a más de uno en sus multitudinarias salidas nocturnas, no era capaz de atribuirle identidad al lugar donde se hallaba hospedándose. Ni los tres cuadros que alhajaban su paredes, ni la ausencia del papel pintado que permitía obtener una vista clara de las grandes piedras que construían la arquitectura de las paredes, ni las cortinas color mármol o el sello del hotel le dotaban de mayor conocimiento.
— Grand Hotel Nakama —leyó—. Un nombre demasiado soberbio —mencionó con una mueca de desprecio—. Auch... —gimió al sentir la migraña golpearle con contundencia.
Sus recuerdos no estaban muy claros, pero empezó a unir los antecedentes que podía rememorar para descubrir cuál era el lugar en el que se encontraba.
El olor a alcohol y tabaco denotaba que había salido de fiesta, siendo también evidente por la resaca. Sus ropas habían sido cambiadas, estando limpias y frescas, pero él se encontraba solo en una habitación y, teniendo en cuenta el estado en el que se debió encontrar anoche, alguien debió haberlo hecho por él. Gray era consciente que, cuando sucumbía los encantos del alcohol, lo único que eliminaba temporalmente su dolor crónico, lo hacía en profundidad hasta el punto de perder la consciencia o, al menos, olvidar lo que había vivido durante aquellos instantes.
Un escalofrío le recorrió por la espina dorsal. Lo normal era que hubiera despertado desnudo, como siempre hacía, y con una mujer en su mismo estado adherida a él. Esta novedosa situación le perturbaba por ser extraordinaria, temiéndose lo peor. Lo que se salía de la normalidad siempre era siniestro. No obstante, ése no era su problema principal, puesto que hoy se cumplían cuatro años de cierto evento y se trataba de un día en el que Gray siempre lo pasaba a solas en su autodestrucción. Fuera cuál fuese el lugar dónde se hallase, debía escapar antes de que tuviera que darle explicaciones a su anónima y perturbadora acompañante.
Miró por la ventana y no reconoció el paisaje. Estaba nevado y en medio de la montaña. Se hallaba demasiado lejos de Magnolia bajo estas circunstancias y, ahora que se daba cuenta, toda la decoración de la habitación era evidentemente rústica. La madera de roble era el material que más destacaba junto con la piedra que construía la fachada. Incluso en el techo podía apreciarse una arquitectura propia de vivienda en lugar montañoso por la evidencia de las vigas de madera que cruzaban en el techo .
Fue a beber un vaso de agua del grifo del baño cuando la puerta se abrió.
—Es lo que te estoy diciendo, Natsu. Para comprobar el ritmo de una mujer en el sexo tienes que dedicar tus cinco sentidos a las reacciones de su cuerpo. Comprobar si su ritmo cardíaco se acelera, la forma natural en la que arquea su espalda y se retuerce de placer, el modo en el que te toca, demandante y suplicante, si entrecierra los ojos o se muerde el labio entretanto, etc. Dicho así parece una tontería, pero son pequeñas expresiones que te instruyen en ver qué le agrada más y a qué ritmo. ¡Es todo un pack!
—Dioses... Y pensaba que mi cabeza ya estaba suficientemente jodida por sólo el alcohol —gimió Gray al escuchar la cháchara de su amigo y se llevó una mano a la sien para presionar y hacer cesar el dolor que martilleaba sin pudor su cerebro.
—Gray, ¡despertaste por fin, holgazán! —gritó un eufórico Natsu que había permanecido hasta el momento concentrado en las palabras de Loke.
La voz de uno de sus mejores amigos acrecentó su dolor, pero le hizo recordar que habían pasado la tarde en un pub en el que habían estado bebiendo del centro de Magnolia. Aquella escena era la última que recordaba, por lo que podía estar seguro que la razón por la que estuvieran los tres juntos en un lugar desconocido para él radicaba en sus dos mejores amigos. Los artífices de su secuestro debían de ser Loke y Natsu, puesto que sus amigos eran bastante persistentes en que no pasara aquel día a solas y Gray siempre se negaba a ello.
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Crisálida
FanfictionSilver Fullbuster no es un psicólogo al uso. Renunció a su trabajo en el hospital para abrir su propio centro y dedicarse a la crianza de su hijo Gray cuando su mujer murió. Además, colabora con varias asociaciones prestando sus servicios gratuitos...