Androide N°17.

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—¡____! —exclamó mi nombre.

Me detuve.

—No vayas.

—Tengo que.

—Puede ser peligroso.

—¡Oh vamos, Trunks!

—No te dejaré.

Lo miré con descaro aún de espalda.

—¡____! —reprochó agregando carácter a su tonalidad, cosa que me extraña de él—. ¡No te irás de aquí! ¡¿Me oyes?! —exclamó enfadado bloqueándome el paso.

Y luego de compartir fulminantes miradas:

—¡Haste a un lado de una vez por todas!

Y seguí mi camino a vuelo.

Se preguntarán a qué se debe tremenda escena, pero ése no es el punto. Pues después de tanto tiempo, estaba encaminada a reparar asuntos rotos, asuntos pendientes... por fin vería a Lapis.

¿Han oído de la típica trama del amor imposible, el amor incomprendido? ¡Tampoco era para tanto! Pero sí algo similar. Con Trunks he estado desde que cayó esta desgracia al planeta, alma pacífica y misericordiosa ¡él era, definitivamente de los míos! Amparándome en medio de toda esta apocalipsis mundial. Pero ocurre que nos aferramos a personas, y la cadena es imparable, pues no podía culpar y rechazar a Trunks por hacerlo, de lo contrario, me siento agradecida por sus cariños y cuidados voluntarios, pero él debía respetar mi vida y mis decisiones. Porque lo extrañaba.

Así como reza la cadena de la vida, yo me aferré a él, me entregué a Lapis en cuerpo y alma, sin permitirle saberlo y con mi orgullo por delante siempre, decidí agachar la cabeza y hablar con él... lo extrañaba. Y me desmoronó totalmente su comportamiento todos estos años, mucho más que eso, mucho más que decepción.

Allí es donde entra Trunks, tratando de salvar mi pesada alma sucia. Era un muchacho encantador, no puedo negarlo, honor a quien honor merece. Pero era él, era un capricho, él era mi capricho.




Estuve pensando demasiado.































Ayuda.






















—_____... —pronunció mi nombre en saludo.

Me acerqué cuando lo vi, de pie y solitario sobre aquél edificio, un niñato estúpido, un rebelde sin causa. Era de esperar que notara mi presencia al percibir mi ki, y allí me quedé, parada detrás.

—Diecisiete... —repetí la acción.

Seguidamente se sentó en la orilla dejando las piernas colgar, alto, muy alto en el edificio. Me posicioné junto a él repitiendo dicho acto, y reinó el silencio.
Este era un encuentro épico, más de lo que creen; cuatro años desde que lo abandoné, me impresiona su apacibilidad.

—No hay nadie, los maté a todos —comentó con orgullo de brazos cruzados mientras admirábamos el escombro y el silencio desde lo alto—. ¿Qué te parece?

—Me parece que esta ciudad pudo haber quedado más ordenada.

¿Qué? ¿Creen que una dama que se dé a respetar vendría con la cabeza baja cual borrega rogar misericordia?

—Tienes suerte de aún estar con vida, todavía no te he asesinado.

—Lo hagas o no, no me importa —acaricié un mechón de su cabello y lo acomodé detrás de su oreja.

one shots | dragon ballDonde viven las historias. Descúbrelo ahora